martes, 31 de mayo de 2011

último de la lactancia... por ahora


El domingo en la noche, como de costumbre, le leí a mi esposo lo que había escrito para nuestras lectoras de Ácido Fólico; le pregunté su opinión y me respondió literalmente: “me parece muy bien, pero ¿no tienes nada feliz que decir?”. Confieso que de entrada, como buena Abogada, me defendí y le di una serie de argumentos, que aún considero válidos, de porqué decidí compartir los momentos difíciles de la maternidad, y en particular de la lactancia, pero tengo que aceptar que finalmente me dormí con una sensación de culpa.

La realidad es que si tengo muchas cosas buenas que decir en relación a la lactancia, en principio, que mi hijo no se enfermó durante los siete meses que yo lo alimenté, que si es cierto que crea un lazo inexplicable, aunque sea de dolor compartido, que me ayudó a recuperar mi peso en poco tiempo, y por qué no, también acepto que me ahorro lavar unos cuantos biberones al día y unos cuántos miles de pesos en las costosísimas fórmulas lácteas.

Es cierto que a veces es mucho más fácil compartir los momentos difíciles, porque te sirve de desahogo y te consuela saber que hay otras mamás que también sufren, y sienten culpa, y se rinden, pero eso no le resta mérito a todos los momentos felices que compartes con tu hijo o hijos, del orgullo que te da cuándo hacen alguna gracia por insignificante que a los demás les parezca, y de la inigualable sensación de cuando solo quieren estar en tus brazos.

Yo acepto que sufrí mucho física y emocionalmente, durante las primeras semanas vivía en una constante lucha entre darme por vencida o no quitar el dedo del renglón, y finalmente opté por vivir el día a día, y así se pasaron los meses.

Hoy ya no me acuerdo del dolor, y estoy dispuesta a vivirlo nuevamente si tengo la fortuna de ser mamá por segunda vez, solo espero tener una mejor suerte. Eso sí, ya nadie me cuenta lo que implica y no me tomará por sorpresa; planeo asolearme topless, como alguien me lo recomendó, para evitar la sensibilidad extrema, y cualquier otro consejo será bien recibido. mj

Ilustración Carmen Lara

lunes, 30 de mayo de 2011

¡¡¡Qué calooooor!!!

Amanece con el pelo húmedo y revuelto, la cara pegostiosa y las manitas llenas de pelusa que va recogiendo quién sabe de dónde durante la noche. Desayuna y pequeñas gotas de sudor nacen en su frente. La cambio, le lavo la cara y las manos, se refresca unos cuantos minutos y casi desprovista de ropa empieza nuevamente a sudar. Corre, juega, brinca, se cae, grita, canta, baila y suda. ¡cómo suda! Cada cinco minutos se oye: agua, abuaa, aggguaaaa, mamágua, mamaaaa. En ese instante tengo que llenar el vaso, y correr hacía ella que me espera al borde de la deshidratación. El día entero transcurre en una lucha contra el sol y el calor, junto con todo tipo de esfuerzos por mantenerla hidratada. Si la subo al coche suda, si nos quedamos en casa suda, si la acuesto a dormir una siesta suda (y se despierta empapada y con un genio terrible), por la tarde sigue sudando, come sudando y me abraza y besa ¡también sudando!, la única tregua es mientras está en la tina con el agua más bien fría y rodeada de dinosaurios y patos que también buscan refrescarse un rato. Pero en cuanto sale del agua, la encremo y le pongo la pijama (que consiste en un pedazo de tela tan pequeño que parece la ropa de un diminuto perro chihuahueño) empieza nuevamente a sudar. Si le pongo el ventilador amanece ronca o mormada, si no le pongo nada, a media noche tengo que cambiarla porque está completamente empapada y… ¡¡¡no llueve!!!

Sí, tiendo a ser exagerada y más al escribir. Pero quien esté en Guadalajara en este momento, sabe que me quedo corta: el calor es insufrible. No hay viento y cada día la ciudad se siente más bochornosa. Es imposible pasar tres minutos sin empezar a sudar a borbotones; en el momento en el que uno sale de la regadera, quiere volver a entrar. Nosotros, “los grandes” entendemos que hace calor y no nos queda más que aguantarnos. Los niños como la mía, que apenas hablan y sienten que se derriten y nadie acude en su auxilio, se hartan, gritan, lloran y no saben que diablos pasa.

Y no hay nada, absolutamente nada, que uno pueda hacer para aminorarles el sauna en el que les está tocando vivir, no pueden pasar el día en el chorro de la manguera o dentro de su bañera, y ni la ciudad ni nosotros estamos preparados para estos calores.

Los lugares que cuentan con aire acondicionado son espacios comerciales ¡vaya solución!, ir a meterse a una tienda para resguardarse del calor (sale peor el remedio que la enfermedad).  Los parques y las plazas no se pueden habitar, el sol taladra la piel y el calor verdaderamente atonta a cualquiera.

Por lo pronto Michelle y yo estamos en una campaña intensa de bailes a todas las divinidades asociadas a la lluvia y el viento. Somos aguadoras profesionales que proveen del vital líquido a su hijo o al ajeno. Hemos aceptado que nuestros hijos no vestirán todos los trajecitos que les han regalado para la temporada y danzaran por el mundo casi encuerados y calzando huaraches todo terreno, nos hemos hecho casi expertas en ignorar cierto tipo de gritos relacionados con el calor, los embadurnamos todo el día de protector solar y fingimos que no estamos a punto de la locura cada vez que los sacamos del coche dormidos con apariencia, olor y consistencia de taco sudado. cj

Ilustración Carmen Lara

domingo, 29 de mayo de 2011

...y sigo con la lactancia


Después de los agridulces días en el hospital al fin llegué a mi casa, moría por que mi hijo al fin ocupara todos los espacios que habíamos preparado para él, y que por tanto tiempo habían estado vacíos.

Estábamos felices con su presencia, pero yo estaba nerviosa todo el tiempo, el hacía un ruido y yo inmediatamente iba a revisar si estaba bien, si tenía hambre, frío, si estaba vivo...y fue ahí cuando me di cuenta de que así sería mi vida en adelante. Creo que ese día le di de comer como quince veces, lloraba un poco y todos me decían "seguro tiene hambre"; yo hacía lo propio, me lo pegaba, lo mecía y le daba de comer, al rededor de veinte minutos de cada lado, le daba palmadas para sacar el gas, le revisaba el pañal y lo regresaba al bambineto, que por cierto, era el mismo en el que me habían puesto a mí. Yo me reintegraba al grupo, oía las opiniones de todos con respecto al nuevo integrante de la familia, platicaba con mi hermana de tantos temas pendientes, y en lo que parecían cinco minutos, mi retoño empezaba a llorar otra vez.

Los primeros quince días afortunadamente estuvo mi Mamá con nosotros, porque ya me lo habían advertido, esas dos semanas son las más difíciles, o literalmente: "los primeros quince días son el infierno mismo"; yo soy una de esas personas que no funcionan si no duermen mínimo ocho horas diarias, pero aparentemente nadie se lo hizo saber a mi hijo, quien de día y de noche comía cada hora y media, y no solo era el desvelo lo que me costaba trabajo, sino mi tremenda sensibilidad a sus salvajes y eternas succiones, o cuando menos así lo parecían en ese momento.

Algunos días parecen nublados cuando trato de recordarlos, tengo presentes algunos momentos especiales, pero la mayor parte del tiempo estuvimos pegados. Me despertaba en la mañana como si me hubiera pasado un camión encima, mi esposo se iba temprano a trabajar, y mi Mamá venía a mi casa a desayunar y a ayudarme con el bebé, yo, como era natural, en cuánto la veía le entregaba al bultito como si fuera estafeta, y ahora si, ahí se ven cuando menos por un rato. Me metía a bañar con un ardor espantoso, me ponía tres kilos de pomada para el dolor de pezón y empezaba a vestirme cuando oía que se acercaba mi mamá: "aquí traigo un cliente con mucha hambre"; nooooooo, imaginaba yo, pero si hace diez minutos comió como loco, y pensaba en treinta pretextos para que entendieran que no era un buen momento, que estaban siendo imprudentes, pero después veía la cara de mi mamá, oía el llanto de mi hijo y reaccionaba, y hacía lo propio... mj 

La ilustración es de Carmen Lara, hecha con cariño para las lectoras de Ácido Fólico

jueves, 26 de mayo de 2011

Sin palabras

Hay días en los que ser mamá implica tener todo el tiempo la sensación de que no tienes la menor idea de lo que estas haciendo. Supongo que estos días se viven a lo largo de toda la vida, no importa que los hijos sean bebés, niños, adolescentes o adultos.  La primera vez que experimenté está sensación fue cuando mi hija cumplió tres semanas de nacida, después de la euforia de los primeros días (en los que no sabía lo que hacía pero no me importaba) y el estira y afloja de la rutina que se va armando en las siguientes semanas.

Estaba yo sola con mi hija que empezó a llorar sin motivo aparente. Sin alarmarme, me dispuse a ver qué le pasaba: le revisé el pañal que estaba completamente seco, me la pegué pero acababa de comer por lo que solo jugueteó un poco y luego volvió a llorar, la cargué y arrulle por los pasillos, la mecí, la acosté en mi cama, en la sala, en su moisés  y … nada, seguía llorando desconsolada. El tiempo pasaba y cada minuto me sentía más ineficiente y abrumada. El único ruido que se escuchaba en la casa era el llanto seco y profundo de mi hija recién nacida. El perro me seguía a donde iba, cómo diciéndome –haz algo- y yo que no necesitaba más presiones estaba a punto de decirle, -pues haz algo tú-, porque lo que más deseaba era encontrar una causa o un culpable.

En medio de la desesperación empecé a sentirme no solo profundamente sola sino intimidada por mi pequeña, me daba pena no saber que hacer. Fingía (sin poder engañarme o engañarla) que sabía lo que estaba haciendo (y no que estaba a punto de salir corriendo y decir: por favor alguien salve a esta pobre niña, yo no tengo idea de qué tengo que hacer para ser mamá, además tengo sueño, estoy cansada, me duele todo y parece que no tengo aptitudes o el consabido instinto materno para atenderla).

Al final me rendí con ella en brazos. Nos acomodamos en la mecedora y con la voz más suave y tímida que me he escuchado le empecé a hablar. Entonces caí en cuenta de que casi no le hablaba. Por supuesto platicaba de ella con mi esposo, con mi mamá y con quién se me cruzara en frente. Pero a mi niña más allá de los abrazos, besos y de decirle que la quería y adoraba no le hablaba.

Me sentí fatal. La peor de las hipócritas, YO que pregonaba a la menor provocación la fuerza y poder de la palabra, no tenía la menor idea de cómo comunicarme con mi bebé, además ni siquiera me había dado cuenta de ello. Meciéndonos seguí hablando, mi voz llevaba el ritmo de su llanto, desesperada y triste le dije que lo sentía, que me disculpara por no saber bien que hacía, que quería hacer lo mejor para ella pero me costaba mucho trabajo entenderla. Le prometí que siempre estaría cerca, que iba a cuidarla, protegerla y orientarla, le conté que la vida podía ser difícil pero valía la pena vivirse, que estaba rodeada de amor y gente que la quería, le dije que su cuarto era de colores y estaba envuelta en una cobija que le tejió su bisabuela, que el perro nos observaba y se llamaba Tomás, que su llanto me estremecía pero juntas aprenderíamos a calmarlo, que cuando yo era chiquita también lloraba todo el día, que…

No sé cuanto tiempo pasó ni en que momento mi niña se quedó dormida. Pero recuerdo ese día con todos sus matices y una mezcla extraña de sentimientos. Fue nuestra primera conversación, que inició con su llanto y mi inexperiencia. Que me ayuda cada vez que siento que soy la única a la que su hija no le entiende y se le complica la existencia. Sé que no entendió el significado de mis palabras, pero sintió el amor con el que se lo decía y el tono de mi voz la ayudó a dormir. Y yo como pasa después de una buena conversación, también me sentí más tranquila. cj

miércoles, 25 de mayo de 2011

¿Señora le llevamos a su hijo?

Hoy quiero compartirles mi relación con la lactancia, que después de vivirla puedo decir que le tengo mucho respeto, y que es de lo mas difícil que he tenido que hacer desde que soy mamá.
Desde que estaba embarazada la gente a mi al rededor me empezó a hablar del tema, principalmente de las bondades y de las ventajas de darle pecho a tus hijos, y me sorprendía que siendo algo tan sano y provechoso, la mayoría de las mujeres que conozco que son mamás, por una u otra razón decidieron no amamantar a sus hijos.
Muy pocas personas mencionaron lo doloroso y cansado que puede ser, y cuando lo hacían yo sinceramente pensaba ¿Qué tan complicado puede ser, ¿Cómo te puede doler si los bebés tienen una boquita tan chiquita?... pues si, efectivamente duele y mucho, cuando menos en mi caso, por que hay algunas mujeres privilegiadas, o muy valientes como mi hermana, que se pegaba a su hija y en cinco minutos le daba de comer.
El día que nació mi hijo intente darle de comer por todos los medios, abría su enorme boquita, si eso tiene algún sentido, sin emitir sonido alguno, y cuando me lo pegaba se quedaba profundamente dormido. En la noche cuando se lo llevaron a los cuneros me visitó el pediatra, le comenté que no le había dado pecho probablemente por que no tenía hambre, y de inmediato me corrigió y me comento que con las enfermeras se había tomado no se cuantos millones de onzas de formula. Esa noche fue una de las peores de mi vida, mi esposo agotado se durmió en cuanto puso la cabeza en la almohada, y yo pase horas pensando en la pésima mamá que sería si ni siquiera podía alimentar a mi hijo.
Al dia siguiente me desperté un poco mas tranquila, por fin me bañe y pude desayunar algo, pero en el instante en que me hablaron de los cuneros y me dijeron : "¿Señora le llevamos a su hijo? Le toca comer" el pánico volvió a atacar, mi esposo de inmediato se entusiasmó, y no me quedo mas remedio que decirles que ya estábamos listos para recibirlo.
Creo que ya perdí la cuenta de cuantas personas me tocaron los pechos ese día, la enfermera me hizo algunas observaciones, mi hermana, que ya llevaba seis semanas alimentando a su hija me dio otros útiles consejos, y mi mamá de plano me hizo "pinza" como ella misma nombró su técnica, y me mostró como la boca del bebé tenía que abarcar por completo el pezón.
No me quiero extender mucho en esta primera parte, creo que si de algo puedo hablar largo y tendido en relación a la maternidad es de la lactancia, pero si quiero dejar claro que es importante entender desde el principio que cada mujer es diferente, y que no te debes sentir culpable si algo no sale bien de inmediato, es cuestión de perseverancia y de estar convencida de que ahora ya no puedes pensar solo en ti, ahora existe un ser humano que depende de tus acciones y decisiones cuando menos por los primeros años de su vida, pero aunque te topes con dificultades, las recompensas siempre serán mas grandes de lo que esperabas.mj

martes, 24 de mayo de 2011

Compartir el embarazo (parte 2)



Por azares del destino (y de la burocracia que corroe lo bueno que hay en nuestro país), en unas cuantas semanas tendremos (yo, mi esposo, hija y perro) que dejar Lagos de Moreno y regresar a vivir a Guadalajara.

Aunque sigo haciéndome a la idea de todos los cambios, algo que sin duda me ilusiona es la idea de tener cerca a Michelle y a su familia. Porque aunque en ocasiones nos vamos a sacar los ojos, insultar y dejar de hablar por días, las dos sabemos que por ahí está la otra y que el pleito no será eterno.
Porque hasta el pleito que parecía imposible de resolver lo resolvimos…

Y es que no están ustedes para saberlo ni nosotras para contarlo pero Michelle y yo nos aborrecimos durante nuestros respectivos embarazos. Ella dirá (ya dijo) que yo no la soportaba, pero en realidad en un ejercicio de honestidad creo que el rechazo fue mutuo.

Y es qué: ¿quién quiere compartir su embarazo?

La idea de dos hermanas que pasan por la dicha de convertirse en madres al mismo tiempo, suena romántica y parece (para quién no lo ha vivido) una experiencia extraordinaria.

La realidad, al menos en nuestro caso, fue muy distinta.  Pónganse un poco en mi lugar no había pasado ni un mes de que había anunciado con bombo y platillo mi embarazo cuando tataaaaaaan Michelle descubre que ella también está embarazada. Yo recibí la noticia  de su embarazo con una felicidad que sorprendió hasta a mi esposo, sin embargo después de unas cuantas horas empecé a sentir que pasaba de ser la actriz principal a una actriz de reparto que ni siquiera aparece en los créditos. Me sentí furiosa, culpable de sentir lo que sentía y frustrada por no poder decirlo.

Entre ascos, hormonas, los aspavientos propios de la noticia de un embarazo y la certeza absoluta de que lo importante en ese momento era dedicar todas mis fuerzas, piensos y energías a MI embarazo, me aislé hasta donde pude y cuando nos veíamos por más que lo intentaba siempre caíamos en comparaciones y pleitos.

De vez en cuando hablábamos por teléfono pero al colgar me quedaba la sensación de estar hablando más con una desconocida que con la hermana con la que compartía cada anécdota y aventura de mi vida.

La gente, que sin saber pensaba que nos habíamos puesto de acuerdo, cada vez que nos veía (juntas o separadas) nos preguntaba por la otra –cómo va tu hermanita-, -que bonito que comparten esta etapa tan mágica y maravillosa-, y aquellas amistades un poco más ácidas y que conocen lo complicada que es nuestra relación atinaban a decir –¡hasta en esto se pusieron de acuerdo! ¿o fue casualidad?- nosotras intercambiábamos miradas y solo sonreíamos mientras pensábamos: si supieran que no soporto a esta vieja, que nunca volveremos a ser las hermanas que fuimos, que es una hipócrita, egoísta….. etc. Etc.

Como ya lo contó Michelle después de que nació mi hija nos volvió el amor y nos unimos más que nunca. Yo no imaginé querer a mi sobrino con la fuerza que lo quiero y jamás me he sentido más acompañada que al platicar con mi hermana de todo lo que implica ser mamá.

Ahora que ha pasado el tiempo creo que la sincronía de nuestros embarazos fue un poco de todo, un acuerdo inconsciente entre las dos, casualidad porque nuestros cuerpos respondieron rápido al deseo de ser madres (que por supuesto consistió en algo más divertido que solo desearlo y pedirle mucho a Dios, como según mi mamá se hacían los bebés), y  la encrucijada de querer compartirlo todo pero también querer ser protagonistas.

Quien tenga una hermana sabe lo profundo y complejo de esta relación en la que de entrada se empieza por compartir a los primeros amores: los padres. En nuestro caso siempre hemos estado juntas; gozando de los más absurdos ataques de risa o tristes y en el llanto más hondo, a favor o en contra de los que nos rodean, a partir y a pesar de lo diferente que somos. Tenemos un lenguaje que no necesita palabras, códigos que se han escrito desde que apenas caminábamos y también cómo no, una manera de discutir, pelearnos e insultarnos muy particular (si no nos creen, pregúntenle a nuestros esposos que han padecido todos nuestros pleitos).

Seguramente Ácido Fólico seguirá siendo testigo de todo lo que acontece en nuestra relación, misma que seguiremos compartiéndoles. 


Y a todo esto ¿aborrecieron a alguien durante su embarazo? ¿a quién? ¿por qué?. cj


La ilustración la diseñó mi mamá como invitación de un baby shower que nos hicieron juntas, cuando la vimos las dos llorábamos de la risa, al ver a dos niñas agarradas de la mano con tremendas panzas, porque la verdad que ya nada de niñas y en esos tiempos NADA de andar tomadas de la mano proclamando nuestro amor. (pero gracias mamá, por aguantarnos y siempre tratar de conciliar, guardamos el tema de todo lo que te ha tocado soportar para otro día…).

Compartir el embarazo (parte1)

Cuando decidimos crear este blog para compartir algunas de nuestras experiencias como mamás, acordamos que nuestras historias no irían en un orden cronológico, sino que escribiríamos lo que iba pasando en nuestro día a dia; sin embargo, creo que es importante que para que nos conozcan un poco mejor, tengan un panorama real de nuestra relación como hermanas.

Siempre hemos sido sumamente cercanas, desde que éramos niñas nos volvimos inseparables, Carol me perseguía para sobar la fuente que mi mamá hacia con mi pelo, y yo hacia lo que fuera para que mi hermana mayor me incluyera en sus juegos. A lo largo de la vida pasamos por diferentes situaciones que pusieron a prueba nuestra relación, algunas de las más conmemorativas son por ejemplo cuando Carol entró a la universidad y se fue a vivir a otra ciudad, cuando nos casamos, y sin duda la más significativa para mi al día de hoy, fue cuando nos embarazamos con seis semanas de diferencia.

Cuando Carol y su esposo se aparecieron en nuestro departamento para contarnos que una prueba de embarazo les había salido positiva, yo senti una de las alegrías mas grandes que había sentido en mi vida, empece a brincar y a llorar como si fuera yo la que estaba esperando un bebe. Las semanas siguientes comíamos juntas casi todos los días y no parábamos de hablar de lo que vendría en el futuro, a quien se parecería su hijo o hija y demás fantasías que se vienen a la mente con una noticia tan increíblemente feliz. Mi esposo y yo por nuestra parte, a diferencia de lo que el mundo a nuestro al rededor se imagina, ya habíamos planeado buscar un bebe cuando cumpliéramos dos años de casados, y tuvimos la gran suerte de encargarlo en uno de los primeros intentos.

Estábamos de viaje cuando le comente a mi hermana que tenía un ligero retraso y que me sentía algo diferente, ella insistió en que fuéramos a una farmacia de inmediato a comprar una prueba de embarazo, y el resto es historia...todos nos abrazábamos felices por la noticia, no imaginábamos en ese momento todo lo que implicaba pasar por ese proceso simultáneamente.

Las semanas pasaron y nuestra relación empezó a cambiar, las dos vivíamos situaciones diferentes en nuestras vidas y por azares del destino Carol y su esposo se fueron a vivir a otra ciudad. En un principio yo llore mucho, me parecía irónico que justo en ese momento que podíamos compartir tantas cosas nos tuviéramos que separar, pero ahora lo veo desde otra perspectiva, y creo que fue lo mejor que nos pudo pasar.

Para no hacer el cuento largo, durante casi siete meses nos detestamos sin motivo alguno, la familia estaba harta de que no podíamos vernos sin insultarnos, criticarnos, y no había forma de hacernos entrar en razón; probablemente fueron las hormonas, otros se lo atribuyen a la relación tan cercana que tenemos y que nos hacia falta disfrutar por separado un momento tan especial, en fin, pudo haber sido cualquier cosa, pero el hecho es que el embarazo es algo que definitivamente no compartimos como hermanas.

El dia que nació mi sobrina, Carol me habló temprano para darme la noticia, yo con mi panza de siete meses de embarazo me bañe lo mas rápido que pude y corrí al hospital a conocerla, y como magia, desde el instante en que entre al cuarto las cosas entre nosotras volvieron a la normalidad. De verdad que la maternidad te cambia por completo, el hecho de ver a un ser tan diminuto y quererlo tanto desde el primer momento es un sentimiento indescriptible; exactamente seis senanas después nació mi hijo, desde ese dia no deja de sorprenderme la forma en que mi hermana lo quiere, ese primer dia le corto las uñas, y siempre que lo ve lo ataca con abrazos y besos y le pone un apodo diferente.

En resumen, mi hijo sin duda me ha dado los momentos mas felices de mi vida, todos los dias me sorprende y me da un motivo para quererlo un poco más si eso es posible, pero siempre le voy a agradecer, a él y a mi sobrina, que me trajeron a mi hermana de regreso. mj

domingo, 22 de mayo de 2011

Mordida, rozada... ¡y ahí vienen más dientes!

Nunca pensé que podía dolerme más un cuerpo ajeno y sin embargo cualquier lastimón de mi hija lo siento hasta las entrañas. De ahí que llevo días con las entrañas deshechas pues mi pobre niña ha tenido unos días tremendos.

Todo comenzó el jueves. Salió de la guardería con cara de pocos amigos y no era para menos la maestra con una pena infinita me comentó que a la hora de los cantos una niñita la había mordido –no se pelearon- me dijo con toda formalidad –su compañerita solo tomo su dedito y la mordió-, yo estuve a punto de correr al salón despertar a la pequeña y comerme dos o tres de sus deditos (por supuesto sin ánimo de pleito), pero me contuve, le dije a la maestra que no había problema y me fui a la casa en donde inspeccioné con todo cuidado la mordida, que intuyo que a mi hija le dolió más por que la agarraron desprevenida que por la pequeñísima perforación en su dedo anular.

Todo podía haber terminado ahí, pero corría sin suerte y por la tarde empezamos a vivir uno de los episodios más temidos en esta edad: una rozadura de pañal. Tengo que decirles que yo he oído de todo con respecto a este mal: que sucede por falta de cuidado, que tiene que ver con el calor, que es el tipo de pañal, que es por culpa de los dientes, que los astros se confabulan en contra de los traseros de nuestros hijos y por eso de cuando en cuando sufren estos pesares, la lista de sospechosos es interminable.
En el caso que a mí me compete (mi hija) todo puede ser cierto menos la falta de cuidado, pues si en algo soy religiosamente ordenada es en los cambios de pañal, precisamente por que sé lo que me espera de ocurrir una rozadura. Pero la rozadura ganó la batalla y la padecimos unos cuantos días junto con otro de nuestros grandes enemigos: los dientes.

Y es que cada diente ha sido un cataclismo en el que la vida de todos los miembros de la familia nuclear y extendida (abuelos, padrinos y uno que otro tío lejano) se paraliza para atender a mi pequeña, que babea, llora, y sufre enormemente con el brote de un nuevo diente.

Antes de ser mamá yo sabía que los niños padecían con la dentición pero NUNCA imaginé de qué manera, sé que no todos los niños sufren igual (mi sobrino por ejemplo es todo un valiente que muestra con orgullo y sin tantos pesares sus enormes dientes), sin embargo mi hija literalmente se descompone con cada uno de estos diminutos invasores.

Al día de hoy hemos padecido seis de los dientes encargados de cortar (incisivos), cuatro trituradores (premolares) y al parecer estamos en el proceso de que hagan su aparición un par de caninos (mejor conocidos como colmillos cuya función es triturar). Es decir que ahí va caminando el proceso de dentición que toda madre, padre, abuela y abuelo sabe que es necesaria y ayudará en un futuro al bien comer de su pequeño pero que en el momento de las lágrimas, los gritos y los interminables despertares nocturnos nos hace proferir todo tipo de insultos y maldiciones.

Así las cosas hoy esperamos (más bien suplicamos) que mi niña pasé una buena noche, porque yo personalmente no sé si podré soportar tantos días de vigilia y pesar. Porque reitero el dolor de un hijo cala hondo, se siente en lo más profundo y nos desarma de cualquier armadura que nos hayamos esmerado en construirnos, más aún cuando son tan pequeños que no cuentan con el lenguaje para hacernos saber qué es lo que les duele y molesta.

Por lo pronto todo está preparado para cualquier contingencia. Frente a mi cama hay una mesa con: crema para rozaduras, licores varios (por aquello de que aminoran el dolor de la encía) (y si no cuando menos aminoran el dolor de mamá y papá), pañales, biberones, cambios de ropa, chochos homeopáticos, mordederas a temperatura ambiente y otras un poco más frías, analgésicos en caso de fiebre, bañera, toalla y lo necesario para dar un baño en caso de que suba la fiebre, pero sobre todo calma y destrezas de traductor para tratar de descifrar qué es lo que sucede cuando se despierta inconsolable a las tres de la mañana.


¿y a ustedes cómo les va con todo esto, qué nos recomiendan en caso de rozaduras o la aparición de un nuevo diente?
cj


jueves, 19 de mayo de 2011

Entre mocos y candelabros






Hoy cumplo seis días con gripa y tos, esta semana ha estado muy cansada porque cuando eres mamá, no te puedes enfermar. Mi hijo no sabe que me siento mal, y por lo tanto, no tiene consideraciones conmigo, y es lógico, aún no entiende que cuando una persona está enferma debe descansar, y no hay que hacerle ruido para que pueda dormir, y no hay que comerse la tierra de las macetas, y no hay que ahorcar al perro ni tirar los juguetes por las escaleras... Pero eso a veces a las mamás se nos olvida, y la paciencia si tiene límites.

Desde que estás embarazada te advierten de lo irritante que pueden ser los niños algunas veces, y si, yo lo comprobé cuando nació mi hijo, su llanto te puede volver loca cuando ya hiciste absolutamente todo lo que te dijeron, ya lo cambiaste, le diste de comer, le cantaste, y sigue llorando. Es una realidad que conforme ha pasado el tiempo nos entendemos mejor, ya sé qué significa cada uno de los sonidos que emite e incluso sus gestos, pero eso no implica que la situación sea menos frustrante, y que por instantes desearía que me trajera un te y una pastilla para sentirme mejor.

En fin, es un día más en mi vida de mamá, y seguramente vendrán más días de estos, pero absolutamente todo vale la pena cuando volteo para revisar qué está haciendo y lo veo con un candelabro en una mano, una foto de mi boda en la otra y el collar del perro colgando de su cuellito. mj

miércoles, 18 de mayo de 2011

¿quiénes somos?












Mi nombre es Michelle, tengo 30 años y desde hace un año y un mes soy mamá de un niño muy noble, inteligente y que nunca se cansa. Ese ha sido sin duda el papel más importante y difícil que he hecho en mi vida, pero también soy esposa, hija, hermana, amiga, y una orgullosa abogada, que independientemente de mi existente o inexistente talento, amo mi profesión.

No profundizo en mi vida por que por experiencia se que puedo aburrir a cualquiera, pero si les comparto algunas de las características que me definen; le doy demasiada importancia a mis cumpleaños, tengo muy buena memoria sobre todo para datos irrelevantes e inútiles, no me gustan los líquidos que tengan sólidos flotando (con algunas razonables excepciones), soy perfeccionista a morir y todos los muebles de mi casa están alineados, me considero una persona noble y generosa y no me gustan los abrazos.

Dicho lo anterior, y como mi hermana Carol bien lo expuso en la bienvenida, creamos este espacio con el ánimo de compartir nuestras experiencias como mamás, los momentos felices por los que pasamos pero también los pequeños infiernitos que la maternidad tiene bien escondidos. Estoy segura que si deciden leernos y compartir este espacio se sentirán acompañadas, porque no hay nada mas difícil en esta etapa de la vida, que sentirte sola e incomprendida, así es que bienvenida. mj

Yo soy Carol la hermana mayor. Soy mamá desde hace catorce meses, mismos en los que casi no he dormido, me he preocupado más que en el resto de mi vida y he abrazado y cantado más de lo humanamente permitido.

Me gusta muchísimo leer, escribir, dar clases (al parecer sigo y seguiré jugando a la escuelita y a la mamá) correr, comer y tomar café. Odio los gritos, la hipocresía y el tráfico.

En la familia tengo fama de perder cosas, ser desordenada (he de confesarlo yo NO alineo los muebles) e impuntual, (a mi juicio solo lo último es verdad y  cada día mejoro más al respecto). Yo me considero impulsiva, apasionada y explosiva. Me cuesta trabajo quedarme callada cuando algo no me parece, me impresiona la gente inteligente y congruente en su vida e ideas, no me asusta hablar en público pero me aterra que lean lo que escribo.
Estudié psicología y estoy cursando una maestría en literatura infantil y juvenil. cj

¡Bienvenida!

Pues así como que no quiere la cosa Michelle y yo nos decidimos a iniciar esta aventura. Michelle tuvo la idea de abrir el espacio y yo, que llevo más de un año con la idea de escribir sobre la maternidad, pensé que era el momento y la forma. 

Porque tener un hijo no es cosa menor. Y es que lo queramos o no ó para decirlo con más precisión lo sepamos o no, estamos envueltas en un mundo de ideas sobre la maternidad que en el momento en el que nos volvemos madres, se agolpan sobre nuestro agotado ser y nos confunden sin consideración alguna.

Yo estoy segura de que empecé a ser la mamá que soy ahora desde que jugaba a las muñecas, tal vez desde antes, es posible que todo haya empezado en el momento en el que mi mamá empezó a jugar a las muñecas con su primer bebé de carne y hueso: yo. Es irremediable, aprendemos a ser madres siendo hijas, nietas y sobrinas. El instinto que parece dormido, se nutre del día a día; de los momentos en los que cuidaste a tus hermanos, de los juegos a la casita, la comidita, la maestra y la mamá: que viste y desviste a su muñeca, que le da de comer sopa de aire, que le canta, la mece, la duerme, la pasea y sobre todo la quiere. Yo quería mucho a mis muñecas, aunque a veces me hartaba a la mitad del juego y las dejaba encueradas y hambrientas (a diferencia de Michelle que cuidaba con esmero sus pañales y se levantaba a media noche para taparlas).

Este espacio es para platicar sobre el día a día, para que no se pierda en la prisa y la trastienda de los recuerdos, para dejar constancia y encontrar ecos en otras experiencias y otras voces. Por eso somos dos mamás escribiendo para iniciar en un dialogo. Además resulta que somos hermanas y que por azares del destino nuestros hijos se llevan solamente seis semanas.

Sirvan estas palabras de bienvenida y de buen augurio para un proyecto que se llama Ácido Fólico y busca así sin más hermanarnos a todas (y todos por qué no) en la travesía de la maternidad.
cj.