viernes, 27 de abril de 2012

Semana 31


Mañana cumplo 31 semanas de embarazo, y como es natural a estas alturas y con estos calores, me siento gigante, cansada, MUY poco atractiva y algo incómoda.

Sin ánimo de justificarme porque se me han ido las semanas sin escribir, este embarazo se me ha pasado increíblemente más rápido que el primero, y aunque se lo atribuimos a una serie de factores, creo que el principal es el ritmo de vida que llevas cuando tienes un hijo de dos años que no para un instante.

Y es que no deja de impresionarme cómo es que ya pasó tanto tiempo de esa experiencia feliz y aterradora de convertirme en mamá por primera vez, de tener a mi hijo minúsculo en los brazos y no poder dejar de pensar ¿cómo le voy a hacer?, pero lo cierto es que han sido mucho más los momentos felices, y a estas alturas puedo decir que es lo mejor que me ha pasado en la vida.

Una de las razones por las cuales me siento tan cansada, es la frecuencia con la que tengo sueños (o pesadillas) que provocan que me despierte alterada e intranquila. Como ya se los conté antes, siempre he sido de esas personas que tienen sueños muy reales, algunos agradables que incluyen personas o lugares que me encantaría volver a ver, y otros que asustan a cualquiera después de oír mi reseña.

He leído en algunos sitios de internet y libros, que es de lo más normal que las mujeres embarazadas soñemos con situaciones que proyectan nuestros miedos, inquietudes, e incluso nuestras inseguridades. Me dio mucha risa enterarme, de que es común que una mujer que está pasando por este periodo de total transformación, sueñe que su esposo o pareja vive una "situación romántica" con otra persona; y es que resulta lógico que nos sintamos inseguras al vernos diferentes y forzadas a usar la no siempre favorecedora ropa de maternidad. Sobra decirles que a mi esposo no le pareció tan simpático, cuando le reclamé una serie de acontecimientos que cuando menos en mi cabeza, fueron inquietantemente reales.

En estas últimas semanas lo que más preocupaciones y angustias me causa, es el hecho de pensar en lo que viene, en los riesgos (aunque sean mínimos) que existen de que me pase algo a consecuencia del nacimiento de Jerónimo, mi segundo hijo (que por cierto, el nombre ha causado gran debate, ya les contaré en otra entrada). También he leído que esto es normal, porque cuando ya tienes un hijo es inevitable preocuparte por el futuro, piensas en supuestos y situaciones que la primera vez no te pasan por la mente, y cuando menos en mi caso, también me tortura mi inconsciente egoísmo al solo soñar que me preocupo por el grande, y no por el indefenso bebé que está a punto de llegar al mundo y que me necesita más que a cualquier otra persona.

En fin, después de compartirles mis tristezas y frustraciones, también les cuento que estamos muy emocionados porque cada vez falta menos para conocer a nuestro segundo hijo. Arriba les comparto una foto de su cuarto, en el que he tenido que trabajar como loca porque antes era nuestra "oficina", y fue necesario deshacerme de un montón de cosas que podrían ser motivo de otra historia para contar.

Por ahora me voy sin hacer más promesas de que escribiré pronto o con mayor frecuencia, porque los días se me van volando y la computadora se vuelve la última de mis prioridades, pero sin duda este espacio es un gran desahogo para mi, así es que por mi bien espero ser más constante. mj



miércoles, 18 de abril de 2012

Después de las vacaciones...

En honor a la verdad tengo que decirlo: amo las vacaciones pero también el regreso a la rutina.

Semana Santa fue una delicia, Lucía gozó a sus anchas en el mar, la alberca y la arena. Yo aproveché que mis papás eran nuestros compañeros de viaje y descansé. Dejé que los días pasaran sin preocuparme por las minucias del día a día, me olvidé del trabajo, los proyectos a futuro, mis crisis inventadas y las 54 324 cosas que según yo Lucía requiere todos los días.

Semana de Pascua fue para descansar de las vacaciones y poner a prueba la paciencia y el amor que nos tenemos como familia. Parece un chiste pero pasar las veinticuatro horas del día juntos  a ratos era como haber naufragado en una isla desierta y tener que empezar a comernos unos a otros, para el jueves o viernes, mi esposo y yo teníamos que darnos uno que otro tiempo fuera –en serio, ve a lavar el coche y por los periódicos, yo me quedo en la casa- o –lánzate a la carnicería y luego pasas a comprar pan y ______________ (cualquier cosa que no hacía falta, pero me daba un ratito sola), él también encontró sus formas –ve a correr, aunque sea medio tarde yo creo que te vas a sentir mejor-, -si quieres puedo ir a (lugares a los que no se requería que fuera pero le daban un ratito solo)-

El lunes después de vacaciones, mientras  nos preparamos para volver a la vida como la vivimos usualmente, nadie podía ocultar la felicidad que sentía. Tanto así que Lucía antes de subirse al coche para que su papá la llevara a la escuela me abrazo como de costumbre y mientras yo le decía que le iba a ir muy bien y bla, bla, bla, me abrazo con todas sus fuerzas y me dijo –adiós mamá, te saludo a la banda*-, como diciendo, bájale al sermón y no te preocupes que yo también me muero de ganas de irme.

El resto del día transcurrió con dicha, calma y la armonía del quehacer compartido pero individual, cada quién con sus actividades y tiempos. Lucía salió radiante de la escuela y yo la esperaba aún más encantada, Juan llegó mucho más calmado y listo para compartir el día sin tanto estira y afloja como la semana anterior. Yo feliz como una lombriz de la vida después de vacaciones…

A todo esto les mando un abrazo y ¿qué tal las vacaciones y la vuelta a la rutina? ¡cuenten, cuenten!. cj

* Desde hace mucho tiempo yo siempre le digo “me saludas a la banda (maestras, amigos, etc.) al principio le daba mucha risa, pero ahora ella utiliza el término a la perfección ;-)

Ilustración Carmen Lara (hecha para una entrada que nunca escribí pero linda para el día de hoy).