martes, 20 de diciembre de 2011

¡Y pasamos el primer trimestre!



¿Han oído la expresión “se me subió el muerto”?, se usa coloquialmente para describir ese cansancio que no te permite ni levantarte de la cama, que ves pasar a la gente y las horas en el reloj y tú sigues en un estado de ausencia física… pues yo llevo casi todo mi embarazo con un muerto pesadísimo encima, y solo se baja cuando inevitablemente necesito estar lúcida y despierta para cuidar a mi hijo de 20 meses.

Es chistoso como dos embarazos pueden ser tan distintos, para mí el primero transcurrió sin mayor contratiempo, estaba cansada pero aguantaba la larga jornada de trabajo diaria sin problema; ahora pasé por una molesta etapa de nauseas, malestares estomacales, ascos repentinos, acidez, y una larga lista de achaques que paralizaron algunos aspectos de mi vida.

El de madre sin embargo, es irrenunciable e intransferible, no hay forma de esconderte o de evitarlo, y no necesariamente por obligación, sino porque en situaciones como ésta (y la pongo en perspectiva porque sé que hay mucho peores) se pone a prueba hasta la última gota de amor y paciencia.

En las últimas semanas, mi hijo me ha hecho los peores berrinches de su vida; llora por horas sin razón tratándome de explicar algo que evidentemente no entiendo, si le doy un vaso quiere el otro, le doy un bocado y después de masticarlo lo escupe, ya no quiere comer en su silla alta, no me deja cambiarle el pañal, en fin, me llevaría mucho tiempo describir sus más recientes gracias. Lo más estresante y desgastante de la situación, es que el ver sufrir y patalear a mi hijo me ha provocado un terrible sentimiento de culpa; no cuestiono nuestra decisión de encargar a otro bebé, pero si me preocupa el alcance y el grado en el que puede llegar a afectar a mi hijo.

Y es cierto, no soy ni la primera ni la última mujer en esta situación, un segundo embarazo es de lo más normal y natural que puede suceder en una familia, pero a veces es complicado entenderlo cuando tienes al niño colgado de la lámpara derramando mocos y baba.

Haciendo a un lado (si es posible) el pequeño problema que representan los cambios drásticos en el humor y en el comportamiento de mi hijo, físicamente me siento bien. Cuando tengo un poco de energía (y el muerto se va a descansar), además de perseguir a mi hijo, me he dedicado a cocinar lo que se me antoja, que por desgracia no es nada dietético ni saludable, pero he tratado de mantener una buena alimentación a la par.

Sigo usando mi ropa, particularmente los pantalones que antes me quedaban flojos de la cintura, y ya de plano escondí en lo más profundo de mi clóset los pantalones pegaditos y esas cosas con las que me siento como un chorizo a punto de desparramarse, finalmente también hay que aprovechar las bondades del embarazo.

Mañana tenemos la tercera cita para ver el desarrollo de nuestro bebé, y como siempre, me emociona pero también me pone nerviosa; siempre he tenido algo de hipocondría, y ahora como se lo platiqué ayer a Carol, sufro de hipocondría materna, pero espero que todo esté perfecto, ya les contaré. mj
Ilustración: Carmen Lara

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Galletas Navideñas



Por fin empiezo a sentir la época, después de un trajín emocional tremendo, de un cúmulo de problemas laborales y de sentir por un momento que las fechas solo son un pretexto para potenciar el consumo, me siento de fiesta gracias a … un delicioso olor a galletas.

Les cuento: en la familia las galletas son  parte importante de la tradición navideña, yo tengo el entrañable recuerdo de estar atascada de harina, cantando villancicos, comiendo masa cruda y amasando junto con mis hermanos unas galletas que ya horneadas a fuerzas nos teníamos que comer nosotros pues estaban llenas de babas y mugre de quién les había dado forma.

Ayer tuve la fortuna de presenciar un evento hermoso; mi hija haciendo galletas con su abuela, mi presencia fue totalmente prescindible para ellas pero para mí fue uno más de esos momentos cargados de significado y emociones. Mi hija resultó ser una experta galletera y como digna hija de su madre comió masa hasta hartarse, hecho que a la abuela siempre le ha preocupado un poco y que a mí la verdad no me altero mucho, pues sé que al final no pasa nada… y hasta el momento no ha pasado.

Pero bueno más allá de las delicias culinarias que se potencian en estas fechas, una de las grandes certezas que reafirmo gracias a las galletas ;-) es la importancia de rescatar de las compras y las incesantes campañas mercadológicas lo que vale la pena celebrar; la amistad, el cariño, la familia y la dicha de estar juntos, ya sé sueno a villancico cursi y gastado pero no encuentro otra forma de decirlo.

Y para contagiarles un poco de mi espíritu navideño recién desempolvado, les dejo la receta de mi mamá (claro que con su autorización) para hacer Cuernitos de Nuez, espero que los disfruten y compartan tanto como yo. cj

Cuernitos de Nuez

Ingredientes:
1 Taza de mantequilla
1 Taza de azúcar
1 ½ Taza de nuez molida
1 Cucharada de vainilla
Una pizca de sal
3 Tazas de Harina
Una barra de chocolate semiamargo

Cómo se hacen:
-       Precalentar el horno a 180 grados centígrados.
-       Acremar la mantequilla y mezclar con azúcar, vainilla y la pizca de sal. Agregar las nueces y poco a poco añadir la harina hasta que se forme una masa con consistencia de plastilina suave (si la masa está muy pegajosa, agrega un poco más de harina).
-       Una vez que la masa tiene la consistencia deseada, toma una pequeña cantidad con los dedos y moldéala en forma de cuernito, acomódala en charolas y hornea por diez minutos.
-       Deja enfriar un par de horas
-       En una cacerola derrite la barra de chocolate con una cucharada de mantequilla.
-       Remoja las puntas de los cuernos en el chocolate y déjalas secar
-       ¡Disfruta! … y comparte.







viernes, 2 de diciembre de 2011

La Ilustradora



Después de una semana de mucho trajín, por fin me presento en AF. Tuve una semana terrible y AF lo resintió un poco.

Hoy viernes quiero aprovechar el espacio y el cariño de nuestras lectoras para desearle a Carmen Lara, nuestra maravillosa, adorada y maternal ilustradora que se recupere pronto de su operación de la rodilla, a estas alturas ya salió del quirófano y sabemos que el procedimiento fue un éxito, solo le queda seguir al pie de la letra las indicaciones del médico, hacer la rehabilitación indicada y no alocarse demasiado cuando esté cerca de sus nietos (esta será sin duda, la parte más difícil para ella).

En fin… la semana que viene AF regresa con más fuerza que nunca, para platicar de las fiestas que ya están encima, compartir galletas, abrazos y la dicha enorme de ser madres.

Un abrazo hasta entonces, cj

Ilustración re-posteada de Carmen Lara

lunes, 28 de noviembre de 2011

Otra semana...



No puedo creer que ya pasó otra semana, sigo con algunas molestias pero estoy aprendiendo a vivir con ellas, y las peores me las quitó mi doctor con algunas medicinas inofensivas.
El miércoles pasado fuimos a nuestra segunda cita mensual, ahora decidimos llevar a nuestro hijo para involucrarlo un poco más en este proceso, y no sorprenderlo cuando llegue su nuevo hermano o hermana al mundo; por fin vimos su corazón latiendo perfectamente, todavía no tiene forma humana, pero yo lo vi enorme, y afortunadamente todo va de maravilla.
Mi esposo desde antes le explicó a nuestro hijo que íbamos a ver a “Confi”, como decidimos llamarle a nuestro bebé desde que yo, buscando en internet el tamaño aproximado de acuerdo a las semanas de gestación, cuando recién nos enteramos de mi embarazo, encontré un sitio web que decía que era del tamaño de un confeti, y me pareció muy chistoso.
Mi hijo, que apenas empieza a hablar, le dice “Compi”, y después de ver que el doctor me ponía el aparato del eco en la panza, comprendió que ahí está, quien sabe cómo o qué, pero ahí está.
Yo me he sentido un poco frustrada, porque el extremo cansancio que siento durante el día, no me ha permitido continuar con un proyecto en particular en el que llevo trabajando meses, pero espero que pasando el primer trimestre me sienta mejor, y lo pueda echar a andar cuanto antes, ya les platicaré.
Mi cuerpo sigue cambiando, todavía no parezco embarazada, pero mi ropa ya empieza a apretar de la panza, y aunque mi hermana insiste que ya saque mi ropa de maternidad yo me resisto, creo que todavía es muy pronto, puedo usar la ropa que me queda más flojita hasta que de plano ya no me entre, y así evito odiar mi ropa de maternidad a la mitad del embarazo.
Creo que mis estados de ánimo también están un poco más estables, ya puedo identificar cuáles son los momentos del día que más trabajo me cuestan, y trato de distraerme o sentarme un instante a descansar, aunque mi hijo no me da grandes oportunidades de hacerlo. También descubrí, con un poco de ayuda de mi doctor, que cuando peor me siento del estómago, es cuando he pasado varias horas de ayuno (antes de comer o de cenar), así es que trato de comer algún snack a media mañana y a media tarde, para tranquilizar la acidez y las náuseas.
Así han pasado los días, y aún cuando los malestares continúan, yo cada vez estoy más feliz y convencida de la decisión que tomamos; cada día quiero más a este bebé que viene en camino, y ya lo esperamos con los brazos abiertos. mj
Ilustración: Carmen Lara

jueves, 24 de noviembre de 2011

¡Pintar!



Mi hija lleva unas semanas obsesionada por pintar, apenas y puede balancear en sus manitas los lápices, colores y crayolas pero el descubrir que puede mover las manos y hacer líneas y figuras ha sido más que suficiente para trastornarla un poco.

Ahora pinta lo que se le ponga enfrente: la pared, cuanto libro o papel encuentra, el piso, sus manos y cuando no me doy cuenta le llega al refrigerador o alguna mesa que le quede cerca.

Yo intento enseñarle que hay superficies para pintar y otras en donde es mejor no hacerlo, pero no me aloco demasiado pues ante todo quiero que conserve el deseo de estampar su marca por donde pasa.

Por casualidades de la vida, ayer me tope con el video de una pequeña de cuatro años llamada Aelita Andre que pinta, pinta y pinta. Vi el video sin tener referencia alguna de los antecedentes de la niña y me pareció ante todo una hermosa exaltación de la libertad y el arte en la infancia. En pocas palabras pensé: si mi hija contara con los instrumentos que tiene esta pequeña, seguramente se daría vuelo haciendo lo que ella hace. Compartí el video con mi esposo y platicamos un poco al respecto. Luego busqué más información sobre la niña y para mi sorpresa encontré toda una página de la pequeña artista.

El caso es que la niña ha sido considerada una “artista” desde que tenía un año (edad en la que empezó a pintar), comparan sus cuadros con los del famoso pintor Jackson Pollock y definen su estilo como no-consciente y abstracto. Sus cuadros se venden entre cinco y treinta mil dólares.

Leer todo esto y ver el ir y venir de la niña en diversas galerías detonó en mí todo tipo de sentimientos. Al final, mi sentir es claro: ahora el arte y la creatividad natural de los niños es explotada al considerarlos de forma prematura como artistas.

¿Qué pasará con esta pequeña en unos cuantos años?, ¿hasta dónde la precocidad de sus apariciones y la comercialización de sus cuadros coartarán su creatividad y gusto por la pintura?. No niego que es hermoso lo que hace y que ver los periodos de concentración y deleite que presenta al pintar son excepcionales. Pero ¿no sería mejor difundir la maravillosa mancuerna que existe entre los niños y el arte, en lugar de insertar a esta pequeña en un mundo adulto y vender su libertad creativa?.

Les dejo el video, una hermosa pintura de la pequeña Aelita Andre y mi inquebrantable deseo de leer sus comentarios. cj


martes, 22 de noviembre de 2011

Y aparecieron los achaques.



Pues si, aquellos temibles achaques que tanto me platicaban, y que yo afortunadamente no sufrí durante mi primer embarazo, me han atacado sin avisar y me están causando inumerables molestias y corajes.

Y no son los clásicos vómitos matutinos que se te quitan con una galleta salada, como suelen proyectarlo en las películas; se trata de serios malestares estomacales, náuseas, mareos, inflación, intolerancia a algunos alimentos, ascos y una larga lista de pesares que abrumaría a cualquiera.

Entiendo que cada embarazo es diferente, que probablemente con el primero tuve mucha suerte, considerando que tenía un trabajo de tiempo completo y que era sumamente demandante, porque hubiera tenido que vivir un calvario en la oficina, pero honestamente ser mamá de tiempo completo tampoco es nada fácil.

Ya lo hemos platicado antes, las pequeñas cosas se complican, las preocupaciones se vuelven mucho más relevantes cuando se trata de la salud y el bienestar de un pequeño humanito que depende de ti, y el cansancio se convierte en tu constante acompañante.

Mi ropa me sigue quedando extraña, parece que en lugar de crecer para adelante, como es natural, estoy creciendo para los lados, o cuando menos así me siento y me veo, pero esa si es una etapa que vives en cualquier embarazo.

Todas estas diferencias me ocasionan cierta curiosidad, ¿será que es una niña y por eso me siento tan diferente que en mi primer embarazo?, mi esposo casi me lo asegura, pero porque el muere por tener una hija, aunque cada vez me aclara que si es niño estará igual de feliz, como si lo pudieramos regresar.

Mi hijo tampoco me ha facilitado mucho las cosas, igual me lo habían advertido, pero hasta que no lo vives no sabes lo que es llegar al límite después de un eterno berrinche. Está ´mucho más sensible de lo que normalmente es, y lo entiendo, tengo que llenarme de tolerancia y de paciencia, pero cuando te sientes pésimo es un constante reto.

No quisiera parecer la persona más negativa, en mis buenos ratos me siento feliz por todo lo que sigue, me ilusiona tremendamente conocer al bebé que viene en camino, por ver la reacción de mi hijo ahora que será el hermano mayor... pero luego vuelven las nauseas y solo quisiera desaparecer un rato. mj

Ilustración: Carmen Lara


martes, 15 de noviembre de 2011

Comprar, comprar y comprar


Hace unos años tuve la oportunidad de estudiar un diplomado llamado “ La infancia amenazada”, en ese entonces no era mamá pero sí maestra de adolescentes y el tema me parecía muy interesante ¿qué amenazaba a la infancia?

No les platicaré aquí cada uno de los temas, pero de vez en cuando aprovecharé el espacio para platicar de lo que sucede socialmente con el concepto de infancia, porque finalmente la infancia fue inventada.  Siempre han existido los niños, pero hace cientos de años recibían un tratamiento muy distinto al que tienen ahora. La idea de que los niños tienen que ser atendidos de forma distinta a la de los adultos es reciente y si  nos descuidamos la infancia como la conocemos puede desaparecer.

Y es que si lo piensan un poco, los niños cada día tienen menos oportunidad de serlo, viven inmersos en un ambiente que los empuja a convertirse en adultos desde una edad en la que lo único que tendrían que estar haciendo es jugar y a través del juego aprender.

Neil Postman un sociólogo estadounidense, escribió en 1982 “The disappearence of childhood” un libro interesantísimo en el que habla de la infancia como constructo social y de las amenazas modernas para los niños; el exceso de televisión, la falta de juego en espacios abiertos, la competencia ilimitada en el deporte, la prisa por vestirse y comportarse como adultos y uno de los puntos esenciales: la infancia como objeto de consumo.

Hoy no las saturo más con mis palabras, les comparto un video fuerte y profundo que enmarca y explica a la perfección a lo que me refiero con la idea de que los niños cada día más son vistos como objeto de consumo. Me encantaría leer su opinión al respecto, nos leemos. cj

Ilustración Carmen Lara


lunes, 14 de noviembre de 2011

Semanario...



Una semana más que se va, y otra que empieza sin muchas novedades. Sigo con los mismos “achaques”, si así se le puede llamar al cansancio y debilitamiento total que siento en este momento, tomando en consideración que tengo una gripa tremenda que me contagió mi pequeño saltamontes, quien afortunadamente ya está mucho mejor.
Creo que lo más evidente, relacionado con mi embarazo, por lo que he pasado en estos días, son los abruptos y terribles cambios de humor, debido a la tormenta de hormonas que hay en mi cuerpo en este momento. Puedo estar muy tranquila y concentrada en algo, y de un momento a otro me convierto en un ogro insoportable que ni yo misma reconozco, pero sin ánimo de justificar mi comportamiento, me parece que también es de lo más normal y las personas a mi alrededor tendrán que soportarme.
Otra molestia que me ha rondado últimamente, es la inevitable inflación del estómago después de comer cualquier cosa; aparentemente ahora todo me cae pesado y me provoca acidez. Dicen que la acidez puede ser señal de que el bebé será peludo, pero en la etapa de crecimiento en la que está mi bebé en este momento, no hay manera de que tenga un solo pelo en todo su diminuto cuerpo.
También leí que en el segundo embarazo, la panza empieza a salir alrededor de la octava semana de gestación, y aunque yo tengo apenas siete semanas cumplidas, ya empiezo a sentir que mi ropa me queda diferente. Y no necesariamente me veo diferente, tiene mucho que ver que ahora vivo con el estómago inflado, pero también, como dice mi hermana, los músculos ya son más flexibles y no hay manera de evitarlo.
No sé si estoy predispuesta, pero me parece que mi hijo también ha empezado a resentir mi embarazo, está más berrinchudo y demandante que nunca, pero he tratado de tenerle toda la paciencia del mundo y de explicarle lo que pasa en la medida de lo posible, aunque todavía es muy joven para entenderlo.
Y bueno, pues desafortunadamente tendré que interrumpir mi entrada del día de hoy porque de plano ya no puedo respirar, tengo la nariz totalmente tapada y creo que debo aprovechar la oportunidad para descansar mientras mi hijo está en la escuela, pero les sigo contando…mj
Ilustración: Carmen Lara

viernes, 11 de noviembre de 2011

Las tardes eternas



¡Qué semana tan eterna!, comentábamos Carol y yo el otro día, mientras nuestros hijos se sacaban los ojos por un  bote de limpia pisos que se encontraron en el patio de su casa.
Y es que a veces, cuando estás tan cansada y llevas toda la tarde tratando de entretener a tu hijo, cuando ya le enseñaste todos sus juguetes, le sacaste libros, lo pusiste a pintar, le diste un refrigerio, y sigue con la pila recargada, sientes que el tiempo se detiene, y que nunca llegará la hora del baño, la cena, y la anhelada noche para dormir.
Pensábamos en la gran ventaja que tenemos de vivir cerca, y de tener hijos de la misma edad que como sea se entretienen, aunque cada vez son más frecuentes los pleitos, pero ya nos volvimos árbitros profesionales y tenemos turnos para llamarles la atención.
Pero es una realidad que no somos las únicas mamás en el mundo que padecemos del ocasional aburrimiento de los hijos, y es que a veces piensas en el parque que está cerca, pero eso implica estarlos persiguiendo, esquivar a los ciclistas, vigilar que no se coman el pasto o que recojan todo lo que se encuentran en el piso.
Y no quiero parecer negativa, la entrada del día de hoy está más encaminada a pedirles sus sugerencias y comentarios, ¿qué hacen ustedes con sus hijos en las tardes?; no cabe duda que la unión hace la fuerza, y seguramente habrá actividades que no se nos han ocurrido, y que pueden resultar un éxito no solo para entretenerlos, sino para que aprendan y se diviertan.
A veces recurrimos a lo más complicado, queremos que los niños se entretengan con juguetes sofisticados, que prácticamente se juegan solos, y los arrumban a los cinco minutos; en cambio, le perdemos el interés a las cosas simples, a lo que ellos realmente les llama la atención, como desenroscar una tapa, voltear una maceta, y porque no, hasta barrer y trapear, que resultan de las actividades favoritas de mi hijo últimamente.
En fin, este es nuestro dilema de la semana, que aunque ahora que lo leo parece de lo más simple, se vuelve complicado por ahí de las tres de la tarde, después de comer, cuando a las mamás (especialmente a las que trabajan y a las que estamos embarazadas) nos empieza a entrar un sueñito difícil de combatir, pero no nos queda más que aterrizar y sacar fuerzas de donde podamos para seguir con la lucha de todos los días. mj
Ilustración: Carmen Lara

miércoles, 9 de noviembre de 2011

¡Cuidado con el libro!



Mi hija adora un libro de animales que desde hace años yo quería tener pero que siempre me había parecido un poco caro. Hace unos cuantos meses, mientras visitábamos una librería le dije a mi esposo –ahora si lo voy a comprar, a nuestra hija le va a encantar ver a los animales-. Dicho y hecho lo compré.

Al principio a mi hija no le intereso en lo absoluto el nuevo espécimen, seguramente pensó –uno más-, porque si algo he de confesarles es que nuestra casa está cohabitada por libros. Mi esposo y yo nos declaramos irremediables e incasables acumuladores de libros, a los dos nos encanta leer, aunque claro eso no es pretexto, como dice mi papá -léanlos y regálenlos, dónenlos o háganles algo pero NO los guarden- ¡Imposible! Los libros tienen un lugar tan especial en nuestras vidas que cada uno ronda nuestra pequeña casa a sus anchas.

El caso es que mi hija ya disfruta con los libros y hace poco se topó con el mentado libro de animales, le llamó la atención el chango de la portada y empezó a hacer ruidos de chango y a pedir que se lo enseñara. Yo feliz me acomode en el sillón y de forma por demás solemne y aburrida comencé a pasar las páginas. Mi hija me tolero y vio en un principio lo que yo le enseñaba, hasta que decidió que su madre estaba arruinando toda la diversión y ella empezó a pasar las páginas.

Hasta aquí todo bien, vimos jirafas, peces, camellos y pájaros, hasta ahora sus animales favoritos, guardamos el libro y tan tan.  Yo encantada de la experiencia, mi hija contenta y nada más que contar. De ahí en adelante cuando mi hija quería ver el libro hacía como chango y entonces nos sentábamos en el sillón y empezábamos a ver a todos sus conocidos. Por lo general yo pasaba las páginas y si ella lo hacía cuidaba que lo hiciera con cautela.

Lo que siempre se me olvido es que mi hija tiene un año y nueve meses y que yo que según esto sé todo lo que se debe saber en cuanto a los niños y la lectura (ya sé soy lo peor), estaba limitándole por completo la experiencia. Claro que me lo hizo saber cuando frustrada porque yo no cambiaba la página ella tomó el libro con fuerza y … arrancó la página. Yo me puse furiosa le dije que los libros no se rompen y guarde al malherido en el lugar más alto del librero. Mi hija se me quedo viendo como a  una loca y se fue sin decir más.

Después de un rato me llegó el remordimiento. Acababa de regañar a mi hija por emocionarse con un libro. De solo escribirlo me siento fatal. Y es que cuando lo pensé un poco más caí en cuenta de mi egoísmo, yo quería el libro, utilice a mi hija como pretexto para comprarlo y luego para que juntas lo viéramos. Nunca consideré lo que podía pasar por su mente al ver semejante librote, ni la emoción y confusión que podían despertar en ella todas las imágenes que ahí encontraba. Nunca, pensé que para ella un libro es un juguete, que como cualquier otro juguete quiere manipular e investigar.

¿Entonces que rompa y pinte todos los libros de la casa?, por supuesto que no, aquí como en todos los asuntos, el chiste es encontrar la forma, el momento y las palabras para saber educar. Después de que paso mi furia y la culpa que la acompaño, retomamos la experiencia del libro sin tanto arguende, le explique como pude que los libros no se rompen y ella a su corta edad me hizo saber que entendía pasando las hojas con cuidado. Sé que no será ni el primero ni el último libro que rompe. Lo que espero es que sea el primero y el último que me pone como fiera. Si yo puedo hacer lo que quiero con mis libros, ella tendrá que aprender a cuidar los de ella como mejor le parezca. cj

lunes, 7 de noviembre de 2011

Semanario de una Mujer Embarazada



Pues si queridas lectoras de Ácido Fólico, así como lo leen ¡Estoy embarazada!.

Todo comenzó a finales del mes de Septiembre, cuando mi esposo y yo empezamos a hacer cuentas y a platicar sobre tener otro bebé. Considerando la edad de nuestro primer hijo, que el día de hoy cumple 19 meses, los tres años cumplidos antes de septiembre para entrar al kínder, así como otros detalles sin mayor importancia, decidimos buscar a un nuevo integrante de nuestra familia durante los meses de Octubre y Noviembre; si no teníamos suerte, lo intentaríamos hasta el siguiente verano.

Aunque las cosas no siempre salen como uno las piensa, mi esposo y yo nos hemos caracterizado por ser una pareja, y ahora una familia, que planea con suficiente anticipación los eventos importantes, y aunque puede parecer, en opinión de otras personas, que nuestra vida es aburrida por eliminar el elemento sorpresa, cuando menos en la medida de lo posible, a nosotros hasta ahora nos ha funcionado.

Pues así las cosas, tuvimos la bendición, y también la gran suerte, de encargar a nuestro segundo hijo o hija a principios de octubre, por lo que al día de hoy, considerando la fecha del primer día de mi última regla, como se sacan las cuentas, tengo 6 semanas de embarazo.

Las primeras pruebas caseras me las hice estando de viaje con Carol, hace ya dos semanas; no estaba propiamente retrasada en mi periodo menstrual, pero consciente de que ya habíamos empezado con los primeros intentos, y con el ánimo de ser una “madre responsable”, decidí comprar dos pruebas, carísimas por cierto, que aseguraban que identificaban si estás o no embarazada desde 5 días antes de tu regla.

Las dos salieron negativas, y aún cuando confieso que me sentí algo desilusionada, pensé que era una señal para disfrutar de mi viaje sin preocupaciones, comer como náufrago y tomar vino como cosaco. Caminamos muchísimo, y por las noches yo terminaba exhausta; Carol insistía en que nos saliéramos a pasear hasta las 11 o 12 de la noche, y yo de plano no tenía más energía, pero no nos resultó extraño o sorpresivo, porque yo nunca me he caracterizado por ser la persona más nocturna y energética.

Le avisé a mi esposo de las pruebas negativas, y se limitó a decirme “en Noviembre lo intentamos otra vez”, con un tono de desilusión. Pero regresé de viaje, ahora sí con un retraso de dos o tres días, y decidí hacerme otra prueba de orina, que para mi sorpresa resultó positiva.

Por la tarde le hablé a mi doctor, y lo primero que me dijo después de saludarme fue “estás embarazada”; le comenté de las primeras pruebas que me hice, a lo que, con el tono bromista que lo caracteriza, me respondió “es que esas son para gringas”. Me pidió que me hiciera análisis de sangre, y de una vez los demás para aprovechar el piquete, biometría hemática, orina, etc.

Al día siguiente, después de dejar a mi hijo en la escuela, me fui volada al laboratorio, y dos horas después, revisé mis resultados en internet. La prueba cuantitativa de sangre señalaba que estaba en la tercera semana de gestación, y con unos nervios indescriptibles le hablé a mi esposo para darle la buena noticia.

Confieso que aunque estoy plenamente feliz con la espera de mi segundo bebé, también estoy preocupada y un poco nerviosa, porque ahora sé exactamente a lo que voy, ahora estoy consciente de la responsabilidad que implica ser mamá, y de lo demandante que puede ser quedarte en tu casa “de tiempo completo”; pero nada en absoluto me hará cuestionarme si tomamos o no una buena decisión, ahora me queda claro que un hijo es lo mejor que te puede pasar en la vida.

Estas primeras semanas me he sentido muy bien, solo un poco adolorida de los pechos, cansada y sedienta, pero afortunadamente no he tenido achaques que no me permitan hacer mi vida normalmente. La semana pasada fuimos a nuestra primera visita al doctor, ya vimos a nuestro pequeño “confeti” y parece que todo va muy bien. En este espacio, con la  esperanza de no aburrirlas, cada semana les contaré los avances más significativos de mi embarazo. mj

Ilustración: La Abuela por tercera vez!.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Más diálogos...


Siempre quise ser mamá. Cuando me preguntaban qué quería ser de grande, contestaba que maestra o abogada (las profesiones de mis papás), porque la gente ya no aprobaba que en esta vida sólo quisieras ser mamá. Siempre fui la nana de mis primos más chicos, incluso cuando estaba con una de ellas pensaba que exactamente eso iba a sentir por mis hijos. Sí es muy parecido.
Cuando me casé una de mis tías me rogó que por favor me esperara para embarazarme, al menos un año para no pasar mi primer aniversario con achaques. Claro que quería esperar… pero la espera me pareció eterna.

Cuando me embaracé fui la mujer más feliz del mundo y tuve un embarazo sin achaques ni complicaciones. Cuando nació mi hija nunca me sentí fuera de lugar. Ese era Mi lugar, por fin, esposa y mamá. Una noche que mi hija lloraba por horas seguidas, de repente pensé: “¡con razón hay niños abandonados!” Aclaro que nunca me pasó por la cabeza abandonar a mi hija, ni dejarla para volver a trabajar como abogada. Llegué a estar muy cansada, muy desvelada y adolorida por la episiotomía, pero nunca quise renunciar a ella. Como para todas las nuevas mamás, las primeras semanas fueron difíciles, y aunque de momento no tuviera la solución, traté de no desesperarme y confié siempre en que todo tenía remedio, que el pediatra o el ginecólogo, mi mamá o el Espíritu Santo me iban a sacar del apuro. Y ya habrá tiempo después para volver a trabajar y a tener más tiempo para mí.

Mi hija me ha dado los momentos más felices de mi vida, estando solas, o con papá, o con cualquiera de sus abuelos o primos. He visto lo mejor de todas las personas cuando están alrededor de ella. Y he disfrutado cada momento. También he visto a mis amigas luchar contra la depresión post parto y sentirse tan agobiadas, que dudo que vean tantos momentos lindos, opacados por su angustia.

El cansancio es normal, físico y mental. Pero si sienten que algo está mal, que no son felices, que no ven cómo pueda mejorar la situación, por favor, no esperen, ¡¡¡BUSQUEN AYUDA!!! Y si el doctor te dice que es normal y que ya pasará, busca ayuda en otro lado. He estado investigando un poco y me da la impresión que aunque la Depresión post parto está siendo tomada en cuenta como una realidad, las que la padecen no buscan la ayuda a tiempo porque es parte de su problema, porque “claro que es difícil y tienes que poder con todo, eres mamá!” “Ya pasará”… y no es así. Si conocen a alguien que esté pasando por esto, traten de ayudar, que no pierdan momentos increíbles por una situación que puede tener solución.

Les comparto algunos enlaces, como el del centro médico de la universidad de Maryland, y de Ethel Soriano, de programa de radio Crónicas de salud, que el 1 de noviembre de 2011 trató el tema, para más información.
Con cariño,
Gisella Vázquez


Federación mexicana de colegios de ginecología y obstetricia A. C.
Colegio de Médicos Gineco-Obstetras del Estado de Jalisco

Día de Muertos vs Halloween



Esta semana se celebraron el día de muertos y halloween, días festivos que tienen distintos orígenes y provienen de distintos países, pero que básicamente tienen el mismo trasfondo.

Según mi investigación, la primera documentación de palabra Halloween, es encontrada en un documento del siglo XVI, y es una derivación de la expresión inglesa All Hallows' Eve(víspera de Todos los Santos). El halloween es una tradición que tiene su origen en una festividad céltica, conocida como Samhain, que significa fin del verano. Los antiguos celtas creían que la línea que une a este mundo con el otro mundo se estrechaba con la llegada del Samhain, permitiendo a los espíritus (tanto benévolos como malévolos) pasar a través. Los ancestros familiares eran invitados y homenajeados, mientras que los espíritus dañinos eran alejados. Se cree que el uso de trajes y máscaras se debe a la necesidad de ahuyentar a los espíritus malignos. Su propósito era adoptar la apariencia de un espíritu maligno para evitar ser dañado. Esta tradición llegó a Estados Unidos aproximadamente en el año de 1840, transmitida por los inmigrantes Irlandeses durante la gran hambruna irlandesa; ellos difundieron la costumbre de tallar calabazas huecas y poner velas dentro, inspirados en la leyenda de “Jack el tacaño”.

Sin embargo, la fiesta no comenzó a celebrarse masivamente hasta 1921. Ese año se celebró el primer desfile de Halloween en Minnesota, y luego le siguieron otros estados. La fiesta adquirió una progresiva popularidad en las siguientes décadas.
 
La internacionalización del Halloween se produjo a finales de los años 70 y principios de los 80 gracias al cine y a las series de televisión.

Por su parte, El Día de Muertos es una celebración que honra a los difuntos el 2 de noviembre, aunque comienza desde el 1 de noviembre y coincide con las celebraciones católicas del Día de los Fieles Difuntos y Todos los Santos. Los orígenes de la celebración del Día de Muertos en México son anteriores a la llegada de los españoles. Hay registro de celebraciones en las etnias mexica, maya, purépecha, nahua y totonaca. Los rituales que celebran la vida de los ancestros se realizan en estas civilizaciones por lo menos desde hace tres mil años. Para los antiguos mexicanos, la muerte no tenía las connotaciones morales de la religión católica, en la que las ideas de infierno y paraíso sirven para castigar o premiar. Por el contrario, ellos creían que los rumbos destinados a las almas de los muertos estaban determinados por el tipo de muerte que habían tenido y no por su comportamiento en la vida. Los entierros prehispánicos eran acompañados de ofrendas que contenían dos tipos de objetos: los que, en vida, habían sido utilizados por el muerto, y los que podría necesitar en su tránsito al inframundo.
 
Para mí, como mexicana, el día de muertos es una celebración importante, y me parece que es una costumbre que debemos fomentar y tratar de conservar para que nuestros hijos y las generaciones que siguen la conozcan y disfruten; es incluso tan relevante, que en noviembre de 2003, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) distinguió a la festividad de Día de Muertos como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad.

Actualmente en México, por la víspera de estos días festivos, se desatan algunos debates sobre la importancia de una costumbre sobre la otra, particularmente en el norte del país, en donde se ha ido perdiendo la costumbre del día de muertos, lo cual coincido que es una lástima.
 
Yo, por mi parte, creo que se pueden celebrar las dos fechas sin mayor problema o enfrentamiento. El Lunes pasado disfrazamos a mi hijo como una panzona y anaranjada calabaza, y salimos con nuestros vecinos a pedir halloween, lo cual le pareció por demás divertido y de muy buen gusto. Y el martes, lo vi asombrado y atento a la explicación que les daba una maestra de su escuela a los alumnos de preescolar, en relación al altar de muertos tradicional que elaboraron.

En fin, las costumbres y tradiciones como éstas se transmiten por observación, si nosotros las seguimos y les damos la importancia, ellos también se interesarán y las seguirán, no tenemos porqué sentirnos amenazados con los disfraces y la invasiva mercadotecnia halloweenesca. mj

Fuente:


 

Imágen: Carmen Lara

miércoles, 2 de noviembre de 2011

¡NO!



El tema de hoy ha rondado en mi cabeza desde hace tiempo, sobre todo porque de repente vivo conflictos similares como madre de una niña de un año ocho meses y como maestra de adolescentes preparatorianos.

Hay días en los que mi vida es un NO rotundo, ¡hijita NO te pares en la silla que te vas a caer!, ¡NO se pinta en las paredes!, ¡Dame el juguete que NO lo puedes llevar a la escuela!, y más tarde con mis alumnos: ¡NO saquen el celular!, ¡NO pueden estar comiendo en el salón!, ¡Si siguen platicando NO van a tener descanso!, ¡NO copien, NO griten, NO contesten NO, NO, NO, NOOOOOO!

Bueno, creo que la idea a quedado clara y hasta cierto punto pueden inferir que vivo negando permisos y prohibiendo actividades. Sin embargo yo no siento que mis nos sean tan continuos o terribles. Por supuesto sé que con mi hija es mejor dar opciones y enunciar las cosas que SI puede hacer y con mis alumnos la necesidad de tantos nos puede ser el síntoma de una clase mal preparada o falta de destreza para interesarlos en el tema.

La cuestión que me ha hecho reflexionar más al respecto tiene que ver con los polos en los que a veces habita la educación. Por un lado los padres modernos y alivianados que creen que el NO es el boleto directo hacía los traumas y la falta de personalidad de los pequeños y por el otro los padres que educan de forma rígida y clásica en donde no es no sin posibilidad de diálogo.

Yo quiero creer que yo no estoy en ninguno de estos extremos, pero todo es cuestión de enfoques, hay días en los que como ya les comenté soy la dueña y señora del NO y otros en los que me parece una aberración estar prohibiendo y regañando todo el día. Pero la gran mayoría de las veces navego en medio, trato en la medida de lo posible de explicarle a mi hija y a mis alumnos por qué hay cosas que no conviene que hagan, intento dar opciones antes de prohibir e intento dar el ejemplo de lo que predico.

Pero estoy absolutamente convencida de que hay situaciones en las que es NECESARIO decir que NO, los niños pequeños tienen que saber que hay cosas que no se hacen porque lastiman a otros o atentan contra su seguridad; por supuesto que no voy a negociar con mi pequeña cuando vamos a cruzar una calle, -me das la mano o te cargo NO puedes cruzar tu sola-,

Como mamá yo decido la frecuencia y los momentos en los que digo que NO, todo en pro de formar a una niña que sea responsable de sus actos, como maestra el cuento es muy distinto, para bien o para mal mis alumnos tienen una educación previa y en el salón de clases confluyen mi educación e ideas con su educación, a menudo pienso ¿alguna vez alguien les habrá dicho que NO con entereza?, porque en este movimiento pendular entre la educación clásica y rígida y la negociación a toda costa se han perdido valores fundamentales que hacen que algunos adolescentes estén seriamente confundidos con lo que se debe o no hacer.

Sí es verdad que el lenguaje se desgasta y la enunciación sin límite del NO puede hacer que pierda el sentido, pero parte del arte de la educación reside también en saber cuando decir que NO y sostenernos en lo dicho. Cosa que como bien me decían mis papás puede ser mucho más complicada y demandante que decir que si a todo.

No las aturdo más queridas lectoras, espero compartan sus experiencias e ideas respecto al NO, tema que me parece por demás interesante, nos leemos. cj

La ilustración es un fragmento de Mafalda la increíble heroína del caricaturista argentino Quino.

martes, 1 de noviembre de 2011

Y yo sigo de viaje...




Pues yo apenas estoy aterrizando (mentalmente) después de nuestro maravilloso viaje. A diferencia de Carol, yo ya me había ido de viaje sin mi hijo, en esa ocasión con mi esposo; por tres noches dejamos con sus Abuelos a nuestro joven bebé, quien apenas había cumplido un año, y pasamos unos días de lo más agridulces, gozando un poco de libertad, noches de sueño ininterrumpido, largas sobremesas… pero extrañando como locos al ser más importante de nuestras vidas.
Mi principal miedo, desde que organizamos este último viaje, era que Carol estuviera demasiado triste por dejar a su hija, porque sería oficialmente la primera vez, y que me contagiara la tristeza y el viaje fuera un fracaso rotundo de dos lloronas caminando por las calles recordando a sus hijos. Pero para mi sorpresa y satisfacción, el viaje resultó todo un éxito, porque desde que nos subimos al primer avión nos mentalizamos para pasar unos días increíbles, al lado de nuestro extraordinario Abuelo, y en una de las ciudades más bonitas del mundo.
El propósito principal del viaje era ir a la ópera, un arte al que le adquirimos el gusto hace ya más de diez años, gracias a mi Abuelo que es un aficionado de hueso colorado. En esta ocasión fue una presentación espectacular de “El Barbero de Sevilla”, que orgullosamente incluyó a un cantante mexicano al que la gente le aplaudió de pie. Y no pude dejar de cuestionarme, si algún día tendré la oportunidad de disfrutar algo así con mi hijo, porque estoy segura de que le encantaría, (con eso de que tiene una vena musical muy desarrollada que no sé de dónde sacó).
Como es natural, como Mamás que somos, todos el tiempo hablábamos y nos acordábamos de nuestros hijos, veíamos a otros Papás que luchaban con las carriolas en el metro, veíamos niños haciendo berrinches de cansancio en las tiendas, y de alguna manera te sientes comprendida y acompañada, los volteas a ver con una sonrisa compasiva, tratando de decirles que tú tienes uno igual en casa.
Y si disfrutamos mucho la vacación, caminamos, paseamos, compramos, comimos y hablamos como hace mucho no lo hacíamos, sin gritos y sin interrupciones, pero cuando menos en mi caso (y sé que también en el de Carol), no deje de pensar en mi hijo ni un instante. mj
Ilustración: Carmen Lara

lunes, 31 de octubre de 2011

¡A correr!


Bueno, en realidad la idea es ¡a correr, brincar, caminar, pedalear, yoga, pilates, baile…! lo que sea que a ti como mamá te parezca más divertido y desestresante.

Pues bien queridas lectoras, como pueden ver el día de hoy la entrada es para hablar de nuestra salud, ya hemos hablado mucho de cómo cuidar a los chiquitos ¡ahora nos toca a nosotras!

Todo comenzó hace unas cuantas semanas que yo empecé a sentirme “asfixiada”, como lo oyen, estaba harta, eternamente cansada y sintiéndome poco menos que un espanto (para no arruinar el espíritu de Halloween). En principio decidí arreglarme un poco más, dejar los jeans por unos días y usar otro tipo de pantalones o faldas o como diría mi mamá “un poco más arregladito”, el caso es que esto no sirvió de nada porque colgué mis jeans y me sentí un espanto incómodo en una indumentaria que además hacía que perseguir a mi hija fuera un poco complicado ¿si no es la ropa, entonces que será? pensé.

La respuesta tardó en llegar, pero más o menos la he encontrado al revisar los hábitos y rutinas en los que sin querer he caído en los últimos meses, he aquí una pequeña muestra:

Me levanto a las 7:00, intento salir a correr, pero mi hija duerme, mi esposo duerme y mi perro duerme, lo más lógico se me hace DORMIR, cierro los ojos y los vuelvo a abrir a las 7:27 que escucho a mi hija gritar –mamáaaaaa- veo el reloj con el corazón acelerado –la libramos no se nos ha hecho tarde- abandono la comodidad de mi cama, abrazo a mi hija hasta que ella amablemente me avienta, la persigo por toda la casa para cambiarla, entre mi esposo y yo le damos de desayunar y preparamos todo para llevarla a la escuela, a las 8:30 (a más tardar) salgo con mi pequeña reluciente (yo poco menos que un caos enfundada en unos pants o ya bañada pero sin pintar ni peinar). Después del tráfico regreso a casa poco después de las 9, me tomo la primera taza de café, califico y planeo la clase que no terminé de planear el día anterior, escribo AF, echo una lavadora, lavo los platos del desayuno, hago la comida, intento ordenar un poco la casa, me tomo otra  taza de café, ¡se me está haciendo tarde!, me baño y/o arreglo como bólido, me tomo otra taza de café, guardo mi computadora, hojas libros y demás, me tomo otro café. Salgo disparada para dar clase de 11. Llego a la escuela, enfrento a los preparatorianos en cuestión, inicio y concluyo la clase, guardo todo, me subo al coche me atasco de las galletas Marías que traigo en el coche por si mi hija tiene hambre (claro me estoy pelando de hambre porque no desayuné), emprendo el camino rumbo a la escuela de mi pequeña. Llegó saludo y espero (a veces hasta una hora a que mi pequeña princesa termine de tomar su siesta). Cuando por fin despierta emprendemos el camino de regreso, y el día empieza a ser única y exclusivamente de mi hija, le doy de comer, jugamos, vamos a ver al primo o comprar algo que haga falta, visitamos algún parque, caminamos por el coto, en fin de aquí a las 8 que por fin caerá rendida, el tiempo se me va sin mucho control. Cuando por fin se duerme entonces yo: reordeno la casa, ceno y platico con mi esposo, califico, preparo clases, leo e intento estirar las horas lo más que puedo, me duermo entre las doce y la una de la mañana.

En resumen: duermo poco y me levanto cansada, vivo como maraca por el exceso de cafeína y las prisas que no logro controlar, mi cuerpo y mi mente compiten uno contra el otro y es tan grande la batalla que estoy agotada y me siento y veo como un verdadero espanto.

Después de este ocioso análisis decidí que o empezaba a cambiar mis hábitos y retomar actividades profundamente significativas y sanas para mí o empezaba a quererme como el espanto tembloroso en el que me estaba convirtiendo y dejaba de quejarme.

Los cambios hasta hoy han sido los siguientes:

1)    No más de dos tazas de café diarias  (si se cuela una en la tarde que no esté tan cargado)
2)    Tomar agua, tomar agua y tomar agua.
3)    Desayunar
4)    Dormirme a más tardar a las 11:30 pm
5)    ¡CORRER! (cuando menos tres veces a la semana)

Todo en realidad parece muy fácil y era usual en mi rutina de antes de ser mamá, el caos de la maternidad me ha hecho aplazar al infinito actividades que para mí son fundamentales, como correr. Por eso estoy intentando el cambio. Se los comparto, porque seguramente ustedes como yo han aplazado alguna actividad que les permite sentirse más tranquilas y ser mejores mamás, tal vez también son maracas vivientes o duermen muy poco, y sí ya sabemos esto y más sucede cuando nos convertimos en madres y lo hacemos con gusto y  bla, bla, bla… pero también es importante mantenernos sanas, contentas y sin sentir que somos la encarnación de un monstruo halloweenesco. cj.

Ilustración Carmen Lara