lunes, 30 de mayo de 2011

¡¡¡Qué calooooor!!!

Amanece con el pelo húmedo y revuelto, la cara pegostiosa y las manitas llenas de pelusa que va recogiendo quién sabe de dónde durante la noche. Desayuna y pequeñas gotas de sudor nacen en su frente. La cambio, le lavo la cara y las manos, se refresca unos cuantos minutos y casi desprovista de ropa empieza nuevamente a sudar. Corre, juega, brinca, se cae, grita, canta, baila y suda. ¡cómo suda! Cada cinco minutos se oye: agua, abuaa, aggguaaaa, mamágua, mamaaaa. En ese instante tengo que llenar el vaso, y correr hacía ella que me espera al borde de la deshidratación. El día entero transcurre en una lucha contra el sol y el calor, junto con todo tipo de esfuerzos por mantenerla hidratada. Si la subo al coche suda, si nos quedamos en casa suda, si la acuesto a dormir una siesta suda (y se despierta empapada y con un genio terrible), por la tarde sigue sudando, come sudando y me abraza y besa ¡también sudando!, la única tregua es mientras está en la tina con el agua más bien fría y rodeada de dinosaurios y patos que también buscan refrescarse un rato. Pero en cuanto sale del agua, la encremo y le pongo la pijama (que consiste en un pedazo de tela tan pequeño que parece la ropa de un diminuto perro chihuahueño) empieza nuevamente a sudar. Si le pongo el ventilador amanece ronca o mormada, si no le pongo nada, a media noche tengo que cambiarla porque está completamente empapada y… ¡¡¡no llueve!!!

Sí, tiendo a ser exagerada y más al escribir. Pero quien esté en Guadalajara en este momento, sabe que me quedo corta: el calor es insufrible. No hay viento y cada día la ciudad se siente más bochornosa. Es imposible pasar tres minutos sin empezar a sudar a borbotones; en el momento en el que uno sale de la regadera, quiere volver a entrar. Nosotros, “los grandes” entendemos que hace calor y no nos queda más que aguantarnos. Los niños como la mía, que apenas hablan y sienten que se derriten y nadie acude en su auxilio, se hartan, gritan, lloran y no saben que diablos pasa.

Y no hay nada, absolutamente nada, que uno pueda hacer para aminorarles el sauna en el que les está tocando vivir, no pueden pasar el día en el chorro de la manguera o dentro de su bañera, y ni la ciudad ni nosotros estamos preparados para estos calores.

Los lugares que cuentan con aire acondicionado son espacios comerciales ¡vaya solución!, ir a meterse a una tienda para resguardarse del calor (sale peor el remedio que la enfermedad).  Los parques y las plazas no se pueden habitar, el sol taladra la piel y el calor verdaderamente atonta a cualquiera.

Por lo pronto Michelle y yo estamos en una campaña intensa de bailes a todas las divinidades asociadas a la lluvia y el viento. Somos aguadoras profesionales que proveen del vital líquido a su hijo o al ajeno. Hemos aceptado que nuestros hijos no vestirán todos los trajecitos que les han regalado para la temporada y danzaran por el mundo casi encuerados y calzando huaraches todo terreno, nos hemos hecho casi expertas en ignorar cierto tipo de gritos relacionados con el calor, los embadurnamos todo el día de protector solar y fingimos que no estamos a punto de la locura cada vez que los sacamos del coche dormidos con apariencia, olor y consistencia de taco sudado. cj

Ilustración Carmen Lara

2 comentarios:

  1. Pobres chiquitos! La verdad, si uno no sabe que hacer para refrescarse, menos ellos que como bien dices sudan como locos y están incómodos sin saber por que! Ánimo y esperemos que pronto lleguen las lluvias!

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  2. Harto calor que no se sabe hasta cuando. Para dormir yo le dejo el ventilador en muy leve y calcetines. Con eso he logrado que no sude tanto y no amanezca ronca. Y pues a buscar sombritas con un poco de fresco

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