martes, 24 de mayo de 2011

Compartir el embarazo (parte 2)



Por azares del destino (y de la burocracia que corroe lo bueno que hay en nuestro país), en unas cuantas semanas tendremos (yo, mi esposo, hija y perro) que dejar Lagos de Moreno y regresar a vivir a Guadalajara.

Aunque sigo haciéndome a la idea de todos los cambios, algo que sin duda me ilusiona es la idea de tener cerca a Michelle y a su familia. Porque aunque en ocasiones nos vamos a sacar los ojos, insultar y dejar de hablar por días, las dos sabemos que por ahí está la otra y que el pleito no será eterno.
Porque hasta el pleito que parecía imposible de resolver lo resolvimos…

Y es que no están ustedes para saberlo ni nosotras para contarlo pero Michelle y yo nos aborrecimos durante nuestros respectivos embarazos. Ella dirá (ya dijo) que yo no la soportaba, pero en realidad en un ejercicio de honestidad creo que el rechazo fue mutuo.

Y es qué: ¿quién quiere compartir su embarazo?

La idea de dos hermanas que pasan por la dicha de convertirse en madres al mismo tiempo, suena romántica y parece (para quién no lo ha vivido) una experiencia extraordinaria.

La realidad, al menos en nuestro caso, fue muy distinta.  Pónganse un poco en mi lugar no había pasado ni un mes de que había anunciado con bombo y platillo mi embarazo cuando tataaaaaaan Michelle descubre que ella también está embarazada. Yo recibí la noticia  de su embarazo con una felicidad que sorprendió hasta a mi esposo, sin embargo después de unas cuantas horas empecé a sentir que pasaba de ser la actriz principal a una actriz de reparto que ni siquiera aparece en los créditos. Me sentí furiosa, culpable de sentir lo que sentía y frustrada por no poder decirlo.

Entre ascos, hormonas, los aspavientos propios de la noticia de un embarazo y la certeza absoluta de que lo importante en ese momento era dedicar todas mis fuerzas, piensos y energías a MI embarazo, me aislé hasta donde pude y cuando nos veíamos por más que lo intentaba siempre caíamos en comparaciones y pleitos.

De vez en cuando hablábamos por teléfono pero al colgar me quedaba la sensación de estar hablando más con una desconocida que con la hermana con la que compartía cada anécdota y aventura de mi vida.

La gente, que sin saber pensaba que nos habíamos puesto de acuerdo, cada vez que nos veía (juntas o separadas) nos preguntaba por la otra –cómo va tu hermanita-, -que bonito que comparten esta etapa tan mágica y maravillosa-, y aquellas amistades un poco más ácidas y que conocen lo complicada que es nuestra relación atinaban a decir –¡hasta en esto se pusieron de acuerdo! ¿o fue casualidad?- nosotras intercambiábamos miradas y solo sonreíamos mientras pensábamos: si supieran que no soporto a esta vieja, que nunca volveremos a ser las hermanas que fuimos, que es una hipócrita, egoísta….. etc. Etc.

Como ya lo contó Michelle después de que nació mi hija nos volvió el amor y nos unimos más que nunca. Yo no imaginé querer a mi sobrino con la fuerza que lo quiero y jamás me he sentido más acompañada que al platicar con mi hermana de todo lo que implica ser mamá.

Ahora que ha pasado el tiempo creo que la sincronía de nuestros embarazos fue un poco de todo, un acuerdo inconsciente entre las dos, casualidad porque nuestros cuerpos respondieron rápido al deseo de ser madres (que por supuesto consistió en algo más divertido que solo desearlo y pedirle mucho a Dios, como según mi mamá se hacían los bebés), y  la encrucijada de querer compartirlo todo pero también querer ser protagonistas.

Quien tenga una hermana sabe lo profundo y complejo de esta relación en la que de entrada se empieza por compartir a los primeros amores: los padres. En nuestro caso siempre hemos estado juntas; gozando de los más absurdos ataques de risa o tristes y en el llanto más hondo, a favor o en contra de los que nos rodean, a partir y a pesar de lo diferente que somos. Tenemos un lenguaje que no necesita palabras, códigos que se han escrito desde que apenas caminábamos y también cómo no, una manera de discutir, pelearnos e insultarnos muy particular (si no nos creen, pregúntenle a nuestros esposos que han padecido todos nuestros pleitos).

Seguramente Ácido Fólico seguirá siendo testigo de todo lo que acontece en nuestra relación, misma que seguiremos compartiéndoles. 


Y a todo esto ¿aborrecieron a alguien durante su embarazo? ¿a quién? ¿por qué?. cj


La ilustración la diseñó mi mamá como invitación de un baby shower que nos hicieron juntas, cuando la vimos las dos llorábamos de la risa, al ver a dos niñas agarradas de la mano con tremendas panzas, porque la verdad que ya nada de niñas y en esos tiempos NADA de andar tomadas de la mano proclamando nuestro amor. (pero gracias mamá, por aguantarnos y siempre tratar de conciliar, guardamos el tema de todo lo que te ha tocado soportar para otro día…).

1 comentario:

  1. Anécdota que yo compartí desde lejos. Pero sobrevivieron. ¡Suertudas las dos en verdad! Por tenerse, apoyarse, y por tener la dicha de volver a estar cerca y de que sus hijos crezcan como primos...casi hermanos. Concuerdo con esa relación de hermanas que tiene un lenguaje que no necesita palabras y de las carcajadas sin sentido que nadie aguanta. Yo no tuve la dicha de estar cerca de mi hermana ni de compartir día con día el ver crecer a nuestros hijos. Es mas, durante mucho tiempo fuimos como extrañas y crecimos alejadas la uno de la otra. Pero nunca se perdió al amor interno. Lo hemos recobrado y ahora estamos más cerca que nunca. Compartimos secretos y un amor que nos une a pesar de la distancia. Ese amor tan grande que me une a ella se extiende a su familia, y por alguna razón inexplicable, llega a esos dos chiquitos que ni me conocen. Les mando todo mi amor...sigan escribiendo :)

    ResponderEliminar