Pues así, primer intento... fallido.
Este pasado fin de semana, aprovechando que sería largo porque los niños no tuvieron clases ayer lunes, decidimos iniciar formalmente con el proceso de control de esfínteres de Jerónimo, mi hijo menor que tiene dos años siete meses.
Después de oír todos los comentarios y opiniones de familiares y amigos, algunos cercanos y otros no tanto, sobre la aparente urgencia para acelerar esta etapa, cual mamá primeriza me dejé llevar por la presión, y en lugar de seguir mis propios instintos y entender el proceso de maduración de mi hijo, estaba determinada a decirle adiós al pañal en estos tres días de intensa insistencia.
Se que no es sano ni justo hacer comparaciones entre los hijos, pero es inevitable tomar como referencia los tiempos que le han tomado al primero hacer ciertas cosas y llegar a ciertas metas, y esperar que el segundo siga los mismos pasos. Sin embargo, los hechos y el tiempo te llevan a entender que como personas distintas e independientes, no puedes esperar que las cosas sean iguales, ni siquiera parecidas, eso es parte de lo que he aprendido como Mamá de dos niños que son totalmente distintos.
Jerónimo es un niño que se toma su tiempo, que hace las cosas cuando a él le funcionan o le hacen falta, pero las hace. Así fue cuando empezó a gatear, después a caminar, y actualmente a hablar. Honestamente me da gusto que tenga un carácter fuerte y determinante, que no se siente presionado y si siente que no es el momento de hacer o decir algo, simplemente te dice NO.
Me queda claro que ya está en una edad en la que le gusten o no ciertas cosas las tiene que hacer, y no vamos a ceder ni a ser menos estrictos en su educación por su necedad o rebeldía, sin embargo, el proceso de dejar el pañal si requiere voluntad, madurez, y otras tantas cosas que a veces a los adultos nos cuesta entender.
Así pues, nos mentalizamos y empezamos el sábado temprano con los calzones de súper héroe y la bacinica que le heredó su prima. Al principio se sentó emocionado, su hermano mayor le echaba toda clase de porras y lo sobornaba con todos los juguetes de su cuarto, pero no pasó nada. Estuvimos toda la mañana insistiendo y haciendo visitas periódicas a la "nica", hasta que por fin hizo pipí y se desató la locura, los abrazos y felicitaciones (que creo que al final lo asustaron más que otra cosa).
El Domingo lo sentamos al despertar, pero amaneció con el pañal mojado y no tenía ganas; seguimos insistiendo, pero se empezó a resistir incluso a sentarse. Tratábamos de no hacer tanta faramalla, porque evidentemente el día anterior no habíamos tenido un buen resultado, y sobre todo tratamos de contener la emoción de Gabriel, mi hijo mayor, porque parecía que a Jerónimo más que motivarle que su hermano grande ya hace pipí y popó en el escusado, le molestaba.
Más tarde tuvimos un "accidente", tratamos de contener la calma (y el vómito), lo llevamos al baño y le dijimos que no pasaba nada, pero que la próxima vez nos debía avisar para evitar que sus piernitas, y pompas y pies, etc, se embarren de popó. Mientras lavaba y tallaba el calzón me acordé de la otra razón que me obligaba a desaparecer todos los pañales de la casa (¡SUS POPÓS YA SON DE ADULTO, O CUANDO MENOS EL OLOR...!).
A partir de ese momento no hubo poder humano que lo convenciera para intentarlo otra vez, le leímos el cuento de "Plip & Charly en ¿por qué no vas al baño?" (de Jonathan Farr) unas 15 veces, Gabriel se lo actuó, le compramos una caja de huevos kinder y le ofrecimos uno cada vez que saliera popó en el baño y nada... su actitud ya era desafiante, molesta y de absoluta negación.
El Lunes por la mañana me escribió Carol para preguntarme como nos iba, mi respuesta fue "estoy agotada, desesperada y frustrada", y después de un intercambio importante de mensajes, decidimos que le haría bien irse un rato con su prima y sus tíos para olvidarse del asunto. Lo llevaron a una librería para que escogiera un cuento de actividades, intentaron llevarlo al baño un par de veces pero igual se negó. Regresó profundo y el veredicto fue: está estresadísimo.
Cuando despertó le ofrecí ponerle nuevamente un pañal, me contestó inmediatamente y con una sonrisa "SI MAMÁ". Y así concluyó este primer intento. La idea es seguir hablando del tema, volverlo algo cotidiano con el apoyo de las maestras de la escuela, y cuando lo volvamos a intentar en unas semanas definitivamente no haremos tanto alboroto, porque la sobriedad de Jerónimo no nos lo permite. mj.
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