¡Hijita siéntate!, ¡no saques agua!, ¡cierra los ojos para que te enjuague la cabeza!, ¡deja eso y NOOOOOO te tomes el agua!. Lo anterior es un diminuto extracto de la enorme retahíla de advertencias que pronuncio mientras baño a mi hija. Bañarla es toda una experiencia que aunque ya es parte de la rutina no deja de sorprender y tener sus complicaciones.
Cuando nació y la vi me aterró la idea de sumergir ese mínimo cuerpecito en agua, me parecía una actividad verdaderamente terrorífica. El pediatra notó mi angustia y nos dijo a mi esposo y a mí que si queríamos podíamos ir a los cuneros a ver como la bañaban yo feliz ante la propuesta acepté de inmediato.
Mi sorpresa llego al presenciar la actividad, una experta enfermera desvistió, baño y volvió a vestir a mi hija tan rápido, que yo apenas y noté todo lo que se tenía que hacer.
Mi mamá me dijo que no me preocupara que ella me iba a enseñar todo lo referente al baño y que además los recién nacidos son más resistentes de lo que parecen, al principio el comentario me pareció una burla pero cada día compruebo la sabiduría de mi madre, los niños son mucho más resistentes de lo que parecen.
Después del hospital, ya en casa, mi mamá emocionadísima preparó la bañera, la primera regla explícita fue la temperatura del agua –no confíes en los patitos o esas modernidades que te dicen si esta caliente o fría, mete tu codo y sabrás si el agua está a buena temperatura- como buena alumna me grabé sus palabras, luego observé como colocó estratégicamente todo lo que iba a utilizar durante y después del baño: jabón, toalla, esponja, y champú frente a la bañera y en la cama en la que la iba a vestir a mi hija: un mameluco desabrochado, pañalero, pañal, crema y hasta un peine.
Empezaba a sentirme confiada pensando que si todo estaba en su lugar no habría mayor problema, cuando llego el momento de desvestir a mi hija y sumergirla por primera vez en el agua mi mamá la tomó con toda la naturalidad del mundo se la acomodó en el antebrazo y le dijo –a bañarte mi amor- la fue sumergiendo poco a poco en el agua segura y sin chistar frente a los ruidos y luego gritos que profería mi hija, yo le dije –mamá no le está gustando, sácala y le calentamos o enfriamos el agua o de plano la bañamos otro día al fin que ni está tan sucia- no había acabado la frase cuando noté que mi hija se encontraba feliz mientras su abuela le lavaba el pelo, le enjabonaba el cuerpo y le echaba agüita por todos lados. Después de un rato mi mamá tomó la toalla y haciendo un movimiento entre acrobático y circense envolvió a mi niña desde la cabeza a los pies. Le puso crema, la vistió y la peinó en minutos, al final me la entregó como trofeo, feliz de probarme que seguía siendo una experta en estas cuestiones.
Empezaba a sentirme confiada pensando que si todo estaba en su lugar no habría mayor problema, cuando llego el momento de desvestir a mi hija y sumergirla por primera vez en el agua mi mamá la tomó con toda la naturalidad del mundo se la acomodó en el antebrazo y le dijo –a bañarte mi amor- la fue sumergiendo poco a poco en el agua segura y sin chistar frente a los ruidos y luego gritos que profería mi hija, yo le dije –mamá no le está gustando, sácala y le calentamos o enfriamos el agua o de plano la bañamos otro día al fin que ni está tan sucia- no había acabado la frase cuando noté que mi hija se encontraba feliz mientras su abuela le lavaba el pelo, le enjabonaba el cuerpo y le echaba agüita por todos lados. Después de un rato mi mamá tomó la toalla y haciendo un movimiento entre acrobático y circense envolvió a mi niña desde la cabeza a los pies. Le puso crema, la vistió y la peinó en minutos, al final me la entregó como trofeo, feliz de probarme que seguía siendo una experta en estas cuestiones.
Observé esta rutina las dos primeras semanas, mi mamá me decía hoy si la bañas tú y cuando llegaba el momento inventaba cualquier cosa y evadía la tarea encomendada. Por más que la veía seguía con miedo. Un día de plano no me quedo más remedio, mi mamá ya estaba lista para regresarse a su casa y quería asegurarse de que yo no esperaría hasta su próxima visita para bañar a mi hija, preparó el agua desvistió a mi hija, me la entregó y sin más me dijo -báñala-.
Tarde un poco en acomodármela, otro poco en irla metiendo al agua, cuando por fin la tuve dentro empecé a disfrutar. Mi hija desde siempre ha sido amante del agua, de bebecita cerraba los ojos y hacía ruiditos apenas audibles que demostraban lo bien que la pasaba ahí dentro. Un poco más grande movía sus manitas y pies y se carcajeaba apenas sentía el agua.
A la fecha, no hay más que decirle –a bañarse- para que corra hacía la tina intentando arrancarse la ropa. La hora del baño como todo con niños pequeños ha ido cambiando, a los cuatro meses empezamos a bañarla con nosotros en la regadera, la primera vez no entendía bien que pasaba pero después le encantó tener el agua en la cara y sentirse tan cerca de su papá o mamá durante el baño.
Antes del año tuvimos que dejar su pequeña bañera /cambiador por una tina en la que cupiera un poco mejor y de la que no se fuera a aventar, (pues la otra era mucho más alta) alrededor de los seis meses empezó a jugar con los objetos que encontraba cerca y a la fecha comparte el agua con dinosaurios, vacas, pollos, gallinas y uno que otro libro de plástico.
Los últimos meses el reto más grande ha sido enseñarle que no debe aventar el agua por todas partes, pararse a la menor provocación o extenderse a medio baño para agarrar todo lo que esta al alcance de su vista. Ahora ya es ella quien se lava la panza, las manos y los pies, a veces lava o lame la pared de la regadera en donde está la tina, desagua la bañera sin darse cuenta, e irremediablemente se toma unos cuantos tragos de su propio caldo.
Desde siempre bañarse la adormece, la tranquiliza y calma, el contacto con el agua, el saberse vista y atendida, la oportunidad de jugar y chapotear son actividades de todo su gusto. Yo confieso que a pesar de que me encanta bañarla y ver como disfruta el momento, hay días en los que me da una flojera inmensa todo el proceso, pero por lo general se me quita al ver a mi hija danzar encuerada hacía la bañera, una imagen que intento tatuarme en la memoria pues me resulta por demás hermosa.
Lo que me queda claro es que bañar a un pequeño es como andar en bicicleta, una de esas actividades que si bien se aprende nunca se olvida, tan entrañable y profunda que quieres compartir con quién se deje, hace unos meses que una buena amiga tuvo a su hija me descubrí diciéndole –no te preocupes si te da miedo bañarla, háblame, yo soy toda una experta, además los niños son mucho más resistentes de lo que parecen- cj
Para mí, la hora del baño es sagrada, no puede pasar un día sin que me bañe... Aunque los estilistas me hayan dicho que es "sano" no lavarte el cabello diario.. yo no puedo evitarlo! Me encanta bañarme, es un conjunto de sensaciones placenteras durante y después de hacerlo, y creo que lo he transmitido a mis hijos. A ellos como a tu niña les fascina! Es más, hemos llegado a tener altercados para terminar el momento del baño jajaja, y es donde entra el momento de explicarles sobre el NO desperdicio de agua: que deben respetarla tanto como la quieren.
ResponderEliminarMi mamá también estuvo conmigo en los primeros intentos de bañar a mi primer bebé... pero sin duda la más grande seguridad me la dió mi esposo que después de la obligada explicación se aventó sin experiencia a bañarlo, con toda la confianza y ternura me hizo ver que aunque mi mamá se tuviera que ir, siempre iba a contar con el para mis momentos débiles, porque ah! cómo temía que se me resbalara! o que me faltaran lugares por limpiar, que el jabón le resecara su pielesita, etc.
Y comparto contigo la importancia de tener todo estratégicamente colocado para el momento del baño, y que no te agarren las prisas o los descuidos.
Querida Anónimo, tienes toda la razón en cuanto al cuidado del agua y el gusto compartido con los hijos sobre la hora del baño.
ResponderEliminarAdemás hiciste que me diera cuenta que no mencioné la participación de mi esposo en el baño de mi hija, él es quien generalmente llena la tina, me ayuda a tener todo listo y muchas veces la baña, ¡claro que en estas ocasiones siempre hay más agua salpicada por todas partes! =)
Un abrazo
cj