miércoles, 27 de julio de 2011

Un microbebé


Desde que tenía alrededor de seis meses de embarazo, en una visita de rutina mi ginecólogo nos comentó que el bebé estaba un poquito abajo del peso normal de acuerdo a las semanas de gestación que tenía en ese momento. Como es normal, o al menos eso quiero pensar, yo me asusté muchísimo y de inmediato le cuestioné los motivos exactos, la gravedad de la situación y obviamente el remedio para engordarlo de inmediato.
Aunque yo no subí mucho de peso en todo el embarazo, a los seis meses mi panza ya se notaba perfectamente, y no cabía la justificación de que el bebé era flaco porque mi peso era bajo. Mi doctor me tranquilizó diciéndome que aún cuando no estaba en el “rango normal”, la máquina con la que ven al bebé no es cien por ciento precisa, además de que las semanas se cuentan a partir del primer día de tu última menstruación, y no de la fecha exacta en la que te embarazaste.
Con eso en mente seguí con mi vida y alimentación normal, que dicho sea de paso, durante el embarazo no fue nada mesurada. Pasó otro mes y regresamos al doctor para una nueva revisión, y para decepción mía, mi hijo había subido muy poco peso y seguía por debajo del promedio. Me recetaron un suplemento en polvo para acompañar el desayuno y la cena, lo compré de inmediato y me lo empecé a tomar; al mes siguiente, nuevamente nos pesaron a los dos, y cuál fue mi sorpresa que yo había subido casi el doble de lo que subía en promedio por mes, y mi hijo seguía flaquito.
Después de esa última cita, salí cabizbaja y triste, ya no sabía qué más podía hacer para ayudarlo, y obviamente suspendí el suplemento de inmediato, porque  no quería ser una mamá gigante con un microbebé. Mi hijo llegó un mes después, a las cuarenta semanas de gestación, y pesó 2,805 kg; no fue un niño gordo, pero tampoco tenía una figura alarmantemente esbelta, y lo más importante, estaba sano.
Durante sus primeros meses de vida subió mucho de peso, o “el normal” como les encanta decir a los doctores, y su alimentación era exclusivamente a base de leche materna, así es que yo recupere mi tranquilidad con respecto a esa preocupación en particular, que es solo una de tantas que genera la maternidad.
Pues esa preocupación regresó hace un par de meses, que mi hijo se volvió sumamente melindroso y exigente, y cada comida sufro insistiéndole que pruebe el último bocado, o incluso el primero, porque a veces solo ve la cuchara y dice “Noooo”. Al principio se lo atribuí a los dientes, porque desde que le empezaron a salir se negaba a comer por el tremendo dolor que tenía en las encías, y le teníamos extrema paciencia porque esa era la única forma en la que desahogaba su pesar por esa terrible etapa por la que pasan los bebés.
Es cierto que ahora vienen los colmillos, y dicen que son de los dientes más dolorosos, pero hemos descartado definitivamente que eso este ligado a sus constantes rechazos hacia la comida. Carol me comentó que en esta etapa, la alimentación puede ser una forma inconsciente de controlar a los papás, o me imagino que a quien los cuida la mayor parte del tiempo, y posiblemente está reflejando alguna molestia conmigo, lo cual sinceramente me aterra.
No me queda más que seguir intentando conquistar su paladar y mantenerlo en constante observación; creo que ahora conozco un poco mejor sus gustos, y aunque por el momento viva de pasta y salchichas, como dice mi Mamá, “de hambre no se va a morir”. mj
Ilustración: Carmen Lara

2 comentarios:

  1. o... te dicen que tu hija está muy grande.... demasiado grande! y no parece caerle bien a algunos papás que tu hija sea más alta que otro niño (que es un año más grande, o dos!) Y en realidad, tenemos que aprender como mamás que nunca va a haber otro niño igual al nuestro, nunca van a crecer al mismo ritmo ni aprender las mismas cosas. Más que perseguir a mi hija para tratar que coma algo más que galletas saladas, el no compararla con otros niños ha sido lo más difícil para mí.

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  2. Efectivamente que de hambre no se mueren, pero tu frustración de mama es lo peor que hay!!!! Me pasa lo mismo que a ti y va a viene el que mi hijo quiera comer. En las visitas al pediatra a veces sube bien de peso y a veces no.....cuando no sube de peso me manda unas vitaminas que contienen estimulante del apetito que le ayudan muchísimo a comer bien, con hambre y a mi a relajarme un poco!!!., pregunta a tu doctor y a ver que te dice. Por lo pronto debemos relajarnos, aunque sea mas fácil decirlo que hacerlo!!!! Besos y animo. MJFG

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