Pues si, como pueden ver en la imagen del día de hoy, lo que les quiero contar es que recientemente estamos padeciendo la nueva hazaña de mi hijo, escaparse de su cuna.
Todo comenzó hace un par de semanas, cuando fui por él en la mañana, y en cuanto llegué a su cuarto me mostró orgulloso que ya se podía subir al mueble-cambiador de su cama-cuna (ya se, complicado). Se paró con toda la destreza que lo caracteriza, empezó a marchar y dijo “ahitá”, osea, “ahí está”…
Yo, apanicada, de inmediato lo bajé y le expliqué que eso era peligrosísimo, que se podía caer al piso y darse un fuerte golpe en la cabeza; lo eché nuevamente a la cuna, en lo que escogía su ropa para la escuela, y en unos cuantos segundos repitió la maniobra.
Me quedé preocupada el resto del día, y por la noche se lo comenté a mi esposo; después de una seria conversación, los dos coincidimos en que no era algo que le resultaría “divertido” si no tenía público, y que la distancia del mueble al piso era tal, que no se atrevería a lanzarse.
La semana pasada mi esposo tuvo que viajar por su trabajo, y yo decidí irme con mi hijo a Morelia, para pasar unos días con mis papás y aprovechar para ver a algunas amigas; por obvias razones, mis papás tienen dos cunas viajeras en su casa, una que está en el cuarto que compartíamos Carol y yo, y otra que está en el cuarto que era de mi hermano. Me instalé en mi cuarto, en la noche acosté a mi hijo con todo su kit que incluye a su adorado toto, se terminó el biberón y después de 15 minutos ya estaba afuera buscándome. Decidí entonces dormirlo en la otra cuna, que está más profunda, y afortunadamente resultó y se quedó profundo.
El Domingo regresamos a Guadalajara, mi hijo un poco berrinchudo después de estar consentido por sus Abuelos toda la semana, pero contento porque su papá ya estaba con nosotros. Llegamos en la tarde, comimos con Carol y su hija que regresaron de Morelia con nosotros, y llegando a la casa, asumiendo que mi pequeño estaba agotado, lo acostamos en su cuna con su biberón.
Mi esposo y yo, desvelados porque fuimos a una boda la noche anterior, decidimos acostarnos para descansar unos minutos antes de desempacar y ordenar la casa; de pronto, empezamos a oír unos ruidos extraños por el monitor, y después de unos segundos, escuchamos un golpe fuerte seguido por la tierna voz de mi hijo que decía “huyyy, huyyy”.
De inmediato nos levantamos y salimos a ver qué había pasado, y él ya venía de camino a nuestro cuarto, señalando su puerta como para que supiéramos que de ahí había salido. Nos volteamos a ver confundidos, no sabíamos si morirnos de la risa o de la preocupación. En la noche, después de horas de jugar, del baño y de la cena cayó rendido, se durmió en unos cuantos minutos y nosotros ya cantábamos victoria; pero a las 7:30 am del día siguiente, repitió su rutina circense.
En la tarde regresó de la escuela agotado, lo acosté en su cuna y me quedé cerca de la puerta para ver si se quedaba dormido, o de lo contrario, cómo le hacía para bajarse. Se terminó el biberón y se paró como resorte, se subió al cambiador “de panza” y se volteó como foca en el hielo, usó los huecos para abrir los cajones como escalera y finalmente, se aventó al piso y cayó de pompas.
Salió de su cuarto y se sorprendió al verme ahí parada, se sobó la cabeza (que no se vio afectada de ninguna manera), me llevó al mueble por donde se había bajado y lo señaló con su diminuto dedo.
Mi esposo y yo decidimos, que por lo pronto, las siestas en la tarde las dormirá en la cuna viajera que tenemos en la casa, y si es necesario, también dormirá en ella por las noches, pero optamos por darle una última oportunidad, y afortunadamente resultó.
Anoche se durmió rápido porque estaba muy cansado, y hoy a las 8:20 am, empezó a gritar “papáaaaa…mamáaaaa”. Fui de inmediato a su cuarto, para evitar otro percance, y con señas me explicó que no se había bajado por el mueble porque le dolía (se sobaba las pompas y decía que no). Yo lo abracé súper orgullosa, con la esperanza de que al fin lo haya entendido, y en adelante me avise cuando quiera salir, en lugar de arriesgar su vida e integridad física. mj
Ilustración: Carmen Lara
pero qué niño tan listo! yo paso por las mismas y tambiém espero que aunque sea por algunas semanas mi hija se dé cuenta que todavía no es buena idea aventarse al piso. El pediatra opina que mientras encuentren el truco para bajarse sin lastimarse, no hay nada más que hacer. en el libro "porque lo mando yo!" el consejo es poner una puerta de seguridad en su cuarto y aunque no tomen siesta, al menos no se salgan de su cuarto y sigan con la rutina de alejarse de mamá por una hora. ya veremos como siguen creciendo nuestros niños! saludos gisella
ResponderEliminar