martes, 25 de octubre de 2011

¡De pinta!


Queridas lectoras, esta es una carta para hacerles una tremenda confesión: Michelle y yo nos fuimos de pinta, así sin más nos escapamos de nuestras labores maternales por ¡cinco días y cuatro noches!.

Lo sabemos, no tenemos un gramo de vergüenza pues no solo abandonamos a su suerte a nuestros pequeños y dependientes hijos, también a nuestros grandes e independientes esposos, a nuestros padres, nuestros perros y a ustedes entrañables lectoras.

Nos fuimos con un poco de culpa, que en cinco minutos se borró y se convirtió en un sentimiento de irremediable locura, felicidad y juventud. Dormimos noches completas, comimos mucho y extendimos las sobremesas lo más que se pudo, bebimos excelente vino tinto y nos deleitamos en las minucias que uno da por hecho antes de ser madre: tomar un baño sin prisa, elegir cuidadosamente el atuendo del día, peinarse y pintarse (aunque con prisa, hacerlo ya es ganancia), horas enteras de lectura, paseos a altas horas de la noche, platicas sin interrupciones, divagaciones sin sentido a lo largo del día, ser las consentidas por el abuelo (nuestro compañero de viaje) y la dicha de saber que por unos días el tiempo es única y exclusivamente tuyo.

¿Y no extrañaron? se preguntaran. A lo que sinceramente les respondo que sí pero no. Los días previos al viaje fueron una tortura, yo me sentía la peor madre del universo por dejar sola a mi hija, pensaba que sería incapaz de disfrutar y aplace tanto la confección de mi maleta, que acabé justo cuando el taxi llegó a mi casa. Cuando me despedí de mi hija lloré a mares, como salíamos en la madrugada fue mientras la arrullaba en la noche que le repetí que me iría de  viaje y no nos veríamos por unos días, a lo que ella tiernamente respondió -“cama”- pidiéndome con toda ternura que me callara la boca, la pusiera en su cuna y la dejara dormir. Mi esposo me esperaba afuera del cuarto para darme el pésame y decirme que todo estaría bien y que no traumaría para siempre a mi pequeña con este viaje. En fin después de tanto moco y lágrima me fui.

Y el sentimiento de congoja desapareció como por arte de magia, disfrute el taxi, el aeropuerto y su pésimo servicio, el reducidísimo espacio del avión y cada detalle que en otro momento me hubiera parecido absurdo o cansado. Tener a Michelle a mi lado y compartir el sentimiento de culpa-libertad- euforia fue lo mejor, pues una vez más vivimos la misma experiencia. Cada quien en su estilo, pero compartiendo los detalles.

Veíamos niños de la edad de los nuestros y pensábamos en los propios, añorábamos su olor, voz y abrazarlos con todas nuestras fuerzas, pero nos sentíamos felices de no tener que cargar pañaleras y todo tipo de artefactos para entretenerlos, platicamos de ellos hasta no poder más, pero también platicamos de nosotras, de lo que ha cambiado nuestra vida y lo bien que se sentía el descanso. Además, he de confesarlo, saber que se encontraban con sus respectivos padres y sus compartidos abuelos era el pasaporte para no agobiarnos por un segundo, si necesitaban un abrazo maternal ¡ahí estaba la abuela!, brincos y juegos ¡el abuelo!, su cama, rutina, entorno y diversión del día a día ¡ahí estaba papá!, si claro hacía falta la mamá pero por unos días hasta a ellos les vino bien la separación.

Ayer que llegamos por supuesto los retacamos de besos, abrazos y apapachos, mi hija me pareció mucho más alta y grande y hoy que la peine definitivamente noté cuanto le creció el pelo en estos días. Hoy estamos de nuevo todos juntos, los maravillosos abuelos regresaron a Morelia y nosotros poco a poco regresamos a la rutina que después del descanso nos hace sentir que tenemos la mejor vida que se puede pedir.

Así que en cuanto puedan: ¡escapen! Unos días de no ser mamá le devuelven la magia y encanto a esta agotante pero hermosísima labor. cj

Ilustración Carmen Lara (aprovecho para agradecerle a la abuela una  y mil veces la oportunidad, el cariño y la dedicación con el que cuida a los nietos. Gracias, gracias y gracias mamá)

2 comentarios:

  1. Bien dicen que la cereza del pastel de la vida te la dan los nietos, y ¡que frase tan sabia! Es lo más increíble que uno puede vivir, cuando corren a ti y te dicen ABUELAAA no hay nada que pueda describir ese sentimiento.

    Si, estoy agotada, pero esos días en verdad fueron maravillosos!

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  2. Que padre que pudieron hacer lo y lo hayan disfrutado tanto!!! Derrepente vale la pena para ellos y para nosotras.
    Un beso enorme para las tres con todo mi cariño
    MJFG

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