martes, 20 de mayo de 2014

Un susto colorido



Queridas lectoras (y lectores también), por fin encuentro el tiempo para retomar esta sana costumbre de compartir mis experiencias como mamá de dos niños, como profesionista, mujer y todo lo que estos agotantes roles combinados implican.

La anécdota que les voy a compartir en esta ocasión, sucedió hace al rededor de 8 o 9 meses, y desde que me pasó pensé en compartirlo con ustedes, primero con fines informativos, y luego con fines recreativos porque es realmente chistosa, cuando menos ahora que lo veo a la distancia.

Resulta que mi esposo se había ido de viaje por su trabajo, se atravesaba el fin de semana y el único plan disponible era unirme al viaje al rededor del medio maratón que correrían mis papás y mi hermana, esos viajes que me fascinan porque tienes que invariablemente comer carbohidratos un día antes (aunque se te queden guardados por la eternidad porque no vas a correr), dormirte a las 8:30 pm a más tardar, y levantarte a las 6:00 am con olor a linimento para deportistas.

En fin, era eso o quedarme en la casa con los dos niños sacándonos los ojos, asi es que decidimos empacar e irnos a la aventura. Nos fuimos con Carol, su esposo y Lucía a Querétaro, el viaje de ida transcurrió sin contratiempos, solo nos detuvimos en una ocasión para que los niños hicieran pipí y para comprar algunos dulces y porquerías para quitarnos el hambre y para empezar a acumular carbohidratos.

Tardamos horas en atravesar la ciudad, con un tráfico terrible y un calorón, llegamos al estacionamiento de la expo en dónde entregan los números, (otra de las dinámicas que me encantan), con los niños ya histéricos y después de una extraña maniobra de mi cuñado al volante que dejó mi camioneta sin defensa trasera, por fin nos reunimos con mis papás que venían de Morelia. Total, para no extenderme tanto fuimos al hotel a dejar las maletas, comimos, caminamos (para estirar) y nos encerramos en el hotel, yo en el cuarto con mis hijos que no tenían ni medio sueño.

Antes de seguir, quiero platicarles un poco del momento por el que estaba pasando mi vida, para ponerlas un poco en contexto; resulta que unas semanas antes yo había regresado a trabajar, había aceptado una propuesta muy interesante de quien había sido mi Jefa 4 años antes, y en ese momento tenía una serie de sentimientos encontrados. Una de las ventajas de mi trabajo era el flextime, que me permitía estar en la oficina toda la mañana, y después recoger a mis hijos en la escuela para disfrutarlos (a veces aguantarlos) el resto de la tarde, pero creo que como la mayoría de las mujeres, sentía cierta culpabilidad, y mi manera de canalizarlo fue con una extraña e intensa preocupación por la salud de Gabriel, mi hijo mayor, quien había entrado recientemente a primero de kinder. Gabriel toda su vida ha sido un niño muy sano que rara vez se enferma, pero en esas semanas lo empecé a notar más cansado de lo normal, quejumbroso, y entre mi hipocondria y mi gran imaginación empecé a pensar lo peor.

Esa noche (ya regresé al viaje), antes de dormirnos llevé a Gabriel al baño, y noté que su pipí era de color rosa. Al principio entré en pánico y él me preguntó porqué su pipí era de ese color; yo disimuladamente le contesté que no sabía pero que no tenía de qué preocuparse. Lo llevé a la cama y lo dormí junto a mi, y como nunca falta el drama en mi vida, empecé a escuchar una música de fondo como en las películas gringas, y a inventarme una historia que me mantuvo despierta casi toda la noche.

Los niños como siempre se despertaron tempranísimo, y yo sólo pensaba en llevar a Gabriel al baño para ver el color de su pipí. Llegó el gran momento y el color no era rosa, era fuscia, casi fosforescente, y entonces me empezaron a sudar las manos. Sabía que los corredores ya estaban en los aeróbics de calentamiento, entonces con mucha pena fui al cuarto de mi cuñado que se había quedado con Lucía, para ver si ya habían despertado. Muy amable como siempre me abrió la puerta y me escuchó atentamente, mientras le enjareté a los dos niños le hablé al doctor y le conté mi desgracia. El doctor, muy tranquilo, me comentó que la única manera de saber que tenía Gabriel era haciendo un examen general de orina, y yo ni tarde ni perezosa cambié a los niños y les pedí a Juan y a Lucía que hicieran lo propio.

Ahí empezó la verdadera aventura del viaje. Nos subimos los 5 a un taxi y le pedimos que nos llevara a la cruz roja, que por cierto estaba lejísimos. Llegamos a preguntar por el laboratorio y como era de esperar estaba cerrado, pero amablemente nos enviaron a otro hospital, al que podíamos llegar caminando. Emprendimos nuestro trayecto, agradeciendo los carbohidratos que habíamos consumido el día anterior, y llegamos a formarnos y a pagar la consulta correspondiente. Para esto los niños ya se estaban portando fatal, y nos pedían una concha o lo que les pudieramos dar para comer porque se morían de hambre.

Por fin entré con Gabriel a la consulta, nos atendió un doctor extremadamente amable, seguro por mi cara y mi actitud de mamá aprensiva y compungida. Me preguntó cual era el problema y le conté toda mi desgracia, con voz entrecortada y a punto de soltar el llanto. Después de una pausa el doctor, muy despacio, me preguntó si mi hijo no había comido "esas obleas de colores que a los niños les encantan, ya sabe", y yo entré en shock. 

Efectivamente las obleas eran parte del repertorio de porquerías que comimos el día anterior, y les llamo porquerías porque no son más que harina con colorante. De todos modos para descartar cualquier otra cosa le hizo un análisis rápido a la pipí de Gabriel con una cinta de colores, y resultó que no tenía absolutamente nada.


Probablemente a estas alturas de la lectura ya están llegando a distitnas conclusiones, como "que exagerada", que fue lo que pensó Carol un par de horas después cuando me comentó que Lucía había hecho pipí azul y de otros colores, o "pues cómo le das eso a tus hijos"... En fin, mi objetivo, además de compartir y entretener, es tratar de evitar que alguna de las mamás o papás que nos leen pasen por una experiencia tan amarga como ésta, porque aunque ahora me río , fueron de verdad momentos angustiantes que no le deso a nadie. mj

Ilustración de Carmen Lara

3 comentarios:

  1. Hola, muchas gracias por tu publicación. Si que habemos mamas que nos preocupamos por cosas semejantes. Por cuanto tiempo tu niño orino de color?. Saludos y gracias.

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  2. Hola Anónimo,
    El color duró aproximadamente 2 días, ya después todo volvió a la normalidad.
    Saludos,
    mj

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