martes, 27 de mayo de 2014

El Campamento (parte 2)

El día que mi hija estuvo en el campamento se me hizo eterno. Vagué por los pasillos de la escuela que compartimos sin la emoción de encontrarla en medio de cualquier jardín.

Entré y salí del comedor sin sus abrazos y sus comentarios sobre la sopa del día, y la promesa de vernos en un ratito para irnos a casa. A la hora de la salida tomé mis cosas y me fui al coche, sin risas, sin su plática y sin los quince minutos  que hacemos de mi oficina al estacionamiento porque para mi hija es  imprescindible la revisión exhaustiva de cuantas hormigas, chinches y flores se encuentra en el camino.

En la casa me esperaba mi esposo, que conociéndome se anticipaba a mis dramas y me invitó al cine para pasar la tarde. En el cine me divertí, me atasqué de dulces y palomitas y sólo revisé dos o tres veces mi celular (por si acaso había una emergencia).

Mi angustia llegó cuando salimos del cine. Pasamos rápido al supermercado a surtir una lista que llevaba días pegada en el refri, cuando por fin tuvimos todo y nos formamos en la única caja abierta de las 30 que existen, con lo que necesitábamos desbordándose de nuestros brazos (porque yo insistí que el carrito era innecesario) de repente, sin aviso, tuve la certeza de que no le había mandado traje de baño a mi hija, le dije a mi esposo con los ojos llorosos, él se me quedó viendo tratando de entender si yo había enloquecido o en efecto había olvidado enviar la única prenda básica para un campamento en un balneario. Me dijo que me tranquilizara y que llegando a la casa revisábamos. Yo le pedí que dejáramos todo y nos fuéramos  en ese momento. Mi locura era tan evidente que dejó las cosas y me siguió hacía el coche.

Al llegar a la casa subí como desquiciada a revisar el closet de mi hija, en los cajones sólo encontré uno de sus dos trajes de baño así que bajé al patio a ver si no estaba entre la ropa recién lavada o colgado en el tendedero. A pesar de que no lo encontré seguí pensando que no se lo había mandado. Angustiada y triste me encerré en el baño y me puse a llorar.

Dormí más de lo que esperaba sólo desperté a ratos a revisar mi celular y a pensar que si no había noticias era porque todo iba bien. En la mañana seguía confundida con todo el asunto del traje de baño. Esperé ansiosa que fuera la 1:15 para irme al salón de kinder a esperar a mi hija.

Cuando llegué al salón me sentí tranquila en medio del nervio compartido entre el resto de mamás, cuando llegó Michelle le compartí mi angustia por el traje de baño y me dijo sin más que no me preocupara que seguro si se lo había mandado. De repente alguien dijo que los niños ya habían llegado y venían rumbo al salón, mamás y papás perdimos el control y cual novias y novios aturdidos y emocionados comenzamos a estirarnos para ver si a lo lejos veíamos a nuestros hijos.

Los niños llegaron felices, asoleados y llenos de historias. Después de abrazar a mi hija, revisarla y decirle hasta hartarla que la amaba con locura le pregunté ¿mi amor, dime algo, te mandé traje de baño?, me volteo a ver y tan tranquila me dijo, si, pero sólo me mandaste uno…

La experiencia sobra decirlo fue mucho más una prueba para mí que para ella que resultó ser una feliz e independiente campista.

… y pensar que ésta es la primera de tantas…


cj

Ilustración Carmen Lara

No hay comentarios:

Publicar un comentario