Siempre me muestro algo escéptica cuando se habla sobre temas relacionados a la salud mental, creo que cada día se abusa más de los diagnósticos y se estudia menos sobre los mismos. El tema de la depresión postparto no se salva, creo que merece más atención y dialogo del que se le ha dado.
Buscando leer sobre el asunto encontré un instrumento (test) llamado Escala de depresión postparto de Edimburgo, que se creó para que personal médico no especializado pueda detectar síntomas de depresión postparto. Antes de leerlo decidí contestarlo, de la forma más sincera posible y recopilando mi sentir en las primeras semanas en las que fui madre.
Para mi sorpresa el resultado final sugería que tenía (o tuve) depresión postparto, al principio no pude más que reírme y confirmar mis sospechas sobre este tipo de diagnósticos, pero luego me alarmé un poco y revisé con detenimiento las preguntas. La mayoría, a mi juicio, describen más que cuestionar el sentir general de toda nueva mamá: ha estado inquieta o nerviosa POR SUPUESTO; ha sentido miedo o ha estado asustadiza CLARO QUE SÍ, Las cosas le han estado abrumando PUES, CÓMO NO; y así diez preguntas que unas más otras menos indagan sobre el sentir de las nuevas madres.
Después de pensarlo un rato caí en cuenta de que la que se salva y sale sin depresión después un interrogatorio de este tipo, es aquella que, o no acepta del todo lo que está viviendo, o fue bendecida por los poderes mágicos de la maternidad sin complicaciones ni estrés.
Yo no tuve depresión postparto, me sentí eufórica la primera semana de vida de mi hija y después, a pesar del cansancio seguía contenta, pero no niego que a ratos me invadía una tremenda ansiedad sobre la responsabilidad que implicaba hacerme cargo de mi hija, a ratos estaba tan cansada que tenía ganas de llorar y pedirle a mi hija que por favor me dejara dormir, hubo momentos en los que pensé ¿de verdad podré con ella por el resto de mi vida?, por supuesto que lo pensé, pero casi no lo dije.
El día en el que más claramente expresé mi angustia fue cuando regresamos mi mamá, mi esposo, mi pequeña y yo a la casa de Lagos (después de tres semanas en Guadalajara) y al ver que gran parte de mis adoradas plantas habían muerto me solté llorando como una niñita, fue un llanto profundo, seco y contenido, no podía parar y no sabía bien de dónde había salido. Sí, me dolía que mis platas se hubieran secado, pero el sentimiento que tenía no era por ellas precisamente, era como una despedida a la vieja yo, a la yo sin hija y sin tanta responsabilidad, algo extraño que después de un rato pasó sin mucho problema.
Horas después escuche que mi mamá le narraba el evento a mi papá agregando que había tenido un poco de “maternity blues”, o melancolía de la maternidad, como se le conoce a este sentir. Me molesto escucharla y pensar que así había sido, sin embargo no volví sobre el asunto.
Ahora, después de responder la Escala de Edimburgo y leer en diversas fuentes sobre los síntomas y métodos que se usan para diagnosticar la depresión postparto, creo que lo que hace falta es que nos liberemos un poco del peso social que cae sobre nuestros hombros en el instante en el que nos hacemos mamás.
Pareciera que con el hijo recién parido viniera anexo un pequeño reglamento de comportamientos, sentimientos y formas de actuar en sociedad, tipo Manual de Carreño pero para mamás. Todos esperan que encarnes el prototipo sumiso, abnegado y culposo de la madre que da todo por sus hijos sin esperar nada a cambio, quieren que limites tus sentimientos, elimines tus frustraciones, ansiedades y miedos y que todo en ti sea bondad y buenos deseos.
Es un hecho, cada vez toleramos menos el dolor, ya sea físico o emocional nos empeñamos en callarlo en lugar de encontrar qué es lo que nos quiere decir, vivimos en la cultura del diagnóstico y los medicamentos y buscamos siempre las causas fuera de nosotros. Preferimos que nos digan que algo anda mal con nuestro organismo, que son las hormonas o el ambiente a tener que admitir que nos aterra ser madres y la responsabilidad que ello conlleva.
Por supuesto que hay casos extremos y ocasiones en los que es necesario que el estado depresivo se atienda, pero de ahí al aumento infinito en este padecimiento hay una brecha grande. Tenemos que atrevernos a nombrar las cosas, si estamos tristes es tristeza lo que tenemos, si es angustia hay que preguntarnos de dónde sale, si tenemos miedo hay que compartirlo y tratar de entenderlo, las culpas por otro lado, dan para toda una publicación.
Por hoy las dejo hasta aquí, les comparto el enlace de la Escala de Depresión de Edimburgo para que me digan que opinan sobre ella. cj
La ilustración forma parte del cuento infantil “Las plantas” ilustrado por Carmen y escrito por mí.
Cj, como decirte que conforme avanza el tiempo y los hijos crecen todo se complica!!!! Sin embargo hay mas momentos buenos que malos y los disfrutas enormemente así que animo y suerte. Un beso enorme!!!! MJFG
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