jueves, 28 de julio de 2011

¡Mamacitaaaa!


Bien, pues siguiendo la banalidad de mi publicación pasada hoy hablaremos de melenas, peinados y demás menesteres, la diferencia es que hoy no ahondaremos en los peinados de nuestro hijos sino en los nuestros, aunque puede parecer que AF se está convirtiendo en la revista Cosmopolitan, no se preocupen nos faltan muchos artículos de sexo (que ya llegarán), moda y chismes para serlo ;-) , pero también es justo que de vez en cuando platiquemos de lo que la maternidad implica a nivel físico.

Hechas las aclaraciones pertinentes ¡empezamos!

Cierto nivel de vanidad antes, durante (imposible) y después de tener a nuestras crías me parece más que sano, el problema es que vivimos tantos cambios hormonales que repercuten a nivel físico, que a ratos por más que nos esforcemos en sentirnos lindas, no podemos más que preocuparnos por ciertos fenómenos que parecen anormales.

Antes de estar embarazada escuchaba como todo el mundo decía que durante el embarazo gozabas del pelo más sedoso y brillante, el cutis más limpio y radiante y en general de una belleza extraordinaria. Para ser sincera yo los primeros meses me sentía espantosa, mi piel se volvió más grasosa y sensible que nunca, al menor contacto con el sol me ponía como jitomate y me salieron tantos granos que empecé a pensar que en lugar de estar embarazada estaba regresando a la adolescencia y mi pelo, que normalmente es fácil de peinar, era una maraña esponjosa que tardaba horas en acomodarme.

Después del primer trimestre las hormonas cedieron un poco, mi piel mejoró y aunque tuve que tener un cuidado extremo con el sol por aquello del paño y las manchas, el resto del embarazo ya no me dio tanta lata.

La cuestión capilar desde entonces ha sido un brete, en principio el tema de los tintes, ¿puedes pintarte el pelo durante el embarazo? Yo me lo pintaba con tintes naturales que no contienen amoniaco ni peróxido, lo hice durante el embarazo y el color que normalmente es rubio obscuro se veía más bien anaranjado, por lo que decidí ya no ponerme nada, la enorme sorpresa llegó cuando descubrí que junto con mi tono natural aparecieron unas horrorosas, terroríficas y traicioneras canas, mismas que quería tapar a toda costa. Consulté sobre el uso de tintes normales y encontré opiniones encontradas, personas que dicen que no pasa nada y otras que dicen que puede ser riesgoso por los ingredientes tóxicos que contienen estos menjurjes, al final me lo pinte con un tinte de cajita y no pasó nada.

Cuando nació mi hija pensé que por fin todo volvería a la normalidad, mi cabello recuperaría su textura habitual, la extrema resequedad de mi vientre se iría, volvería a usar mi ropa, en fin, ilusiones superficiales que no dejan de tener su peso en todo este periodo.

Sin embargo, cuando nació mi hija junto con la alegría, los desvelos y todo lo que ya hemos platicado, llegaron también otro puñado de cambios físicos. Los primeros meses no hubo problemas, al contrario yo me sentía feliz de poco a poco volver a mi talla y portar con orgullo unos pechos rebosantes y muy sensuales (¡claro estaba en plena lactancia), me sentía afortunada porque no se me había caído el pelo y mi piel usualmente caprichosa se había comportado de maravilla.

Pero a los tres meses ¡sorpresa!, mi cara era como la de Pin Pon, es decir más de cartón que de piel humana y el pelo se me caía a puños. La primera semana traté de no entrar en pánico, como es mi costumbre leí sobre estos cambios, platiqué con cuanta madre experta me encontré y traté de comer muy bien, tomar vitaminas y no desesperarme, después de un par de semanas la angustia empezó a rondarme.

Al bañarme sentía como mi pelo caía al por mayor, luego lo veía en la coladera y después en el cepillo, creía que literalmente me estaba quedando calva y como sucede en estos asuntos empecé a verme enormes huecos en la cabeza.

La verdad es que no era para tanto, si el pelo se me caía como nunca antes, pero los huecos creo que eran más producto de mi imaginación y angustia que de la realidad. Y es que según leí, durante el embarazo el cúmulo de hormonas que nos rondan provoca que el pelo casi no se caiga, después de parir las hormonas van volviendo a la normalidad y junto con la pérdida habitual de cabello se cae el exceso de pelaje que habíamos acumulado durante la gestación.

Si alguien nos lee y está pasando por esto lo primero que les puedo recomendar es que conserven la calma, les aseguro que no sufrirán una alopecia permanente por lo que lo mejor es relajarse, la caída dura unos cuantos meses pero luego el pelo se fortalece y poco a poco se recupera. Michelle y yo hemos platicado mucho al respecto, cuando ella pasó por su etapa de calvicie yo feliz le llevé y animé a que se cortará el pelo, pero ella se siente mejor con el pelo largo y poco a poco se lo ha dejado crecer, yo,ç al contrario disfruto muchísimo llevar el pelo muy corto, por lo que después de unos meses de batallar con la secadora y los cepillos decidí volver a mi antiguo corte de pelón de hospicio, mismo que porto con orgullo y según yo con gracia.

El chiste es que vivamos los cambios como lo que son, momentos de transición que acompañan la maternidad, es totalmente valido sentirse horrible de vez en cuando pero también es justo, necesario y más que nada un hecho comprobable que el ser mamás nos hace por ese simple hecho las mujeres más hermosas del universo, si no me creen vean la mirada de sus pequeños mientras las contemplan, a veces hasta se les cae la baba al ver nuestra hermosura. cj

Pd: ¡gracias, gracias y más gracias! A todas las que comentaron en el post de ¡qué peinadita niña! Nos encanta y motiva muchísimo leer sus comentarios ;-)

Ilustración Carmen Lara

2 comentarios:

  1. Carol, y, ¿cuántos meses te duró la caída de cabello? porque mi niña ya tiene 8 meses y yo sigo tirando pelo por todos lados. Vaya que sí es horrible ir encontrando cabellos por toda la casa =S

    María Teresa.

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  2. Hola María Teresa, no te preocupes si dura un rato pero según recuerdo alrededor de los diez meses todo fue volviendo a la normalidad ;)

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