De niña siempre una muñeca fue un buen punto de encuentro con otra niña, nos permitía iniciar un juego, después una conversación y más adelante una amistad. Cuando jugaba con mis amigas a la mamá cada una tenía su estilo particular de ser mamá y cuidar y atender a su muñeca, no comprometíamos nuestro estilo pero a veces integrábamos elementos de las otras mamás que nos parecían interesantes, nos observábamos sin hacerlo y opinábamos sobre nuestras hijas e hijos cómo si estos fueran de carne y hueso.
Ahora con mi hija, la realidad no dista mucho de mis juegos de niña. Ser mamá ha sido el punto de encuentro para entablar conversaciones, hacer nuevas amigas y observar con detenimiento otras formas de educar y estar con los hijos.
En los últimos meses me han invitado a distintos grupos de juego en los que se juntan niños y mamás en espacios aptos para que los pequeños corran, jueguen y se cansen y las mamás puedan mientras persiguen o juegan con los niños platicar un poco, intercambiar consejos y convivir con otros adultos.
Es increíble, casi magia todo lo que sucede en estos encuentros, a pesar de que la gente no me conoce siempre me aceptan con amabilidad, al intercambio de nuestros nombres le sigue el intercambio de nombres y datos de nuestros hijos, y así de sencillo mi hija y yo podemos participar de las agradables tertulias que se organizan en torno a los pequeños. En alguna ocasión una buena amiga me dijo –es cómo si en el momento de ser mamá entrarás a una sociedad secreta, que solo entiendes si tienes hijos, pero que te hace compartir miradas de cariño con otras mamás, sonrisas de solidaridad con madres desconocidas y una mano amiga con personas con las que no congeniabas antes de tener a tu pequeño-, es cierto, así cómo un abogado siempre encontrará puntos de encuentro con un colega, o un pintor o músico con otro artista. Así ser mamá o papá te abren un nuevo panorama para conocer gente.
En el cumpleaños del hijo de Michelle conocí por primera vez a sus amigas del grupo de estimulación temprana al que lleva a su hijo, -te van a caer bien, todas son mamás y sus hijos tienen más o menos la edad de los nuestros-, sin duda en ese encuentro la pasé muy bien. En la noche caí en cuenta de que además de lo evidente, me había relajado muchísimo el hecho de observar a las otras mamás luchando por que sus hijos comieran, prestaran un juguete, intentaran balbucear las gracias, y una larga lista de etcéteras de lo que sucede con niños pequeños. Fue sumamente saludable saber que no tengo a la única hija que no quiere prestar sus cosas, que ignora que le hable y le pida que no se vaya lejos, que quiere siempre ser la primera y estar colmada de atención.
Hace unos cuantos días tuve una experiencia similar, una amiga me invito a un parque en donde se junta siempre con otras amigas y sus hijos, esta vez constaté que muchas de las cosas que ya había observado en encuentros de este tipo se repetían, sin embargo caí en cuenta de algo nuevo y que me pareció maravilloso; no solo yo aprendo de las otras mamás, también mi hija. Al estar en estos grupos de juego ella observa otro tipos de mamás, se da cuenta de que hay muchas formas en las que una mamá platica, alerta y por qué no regaña a su hijo.
Parece mentira pero una tarde en el parque se convierte en todo un campo de aprendizajes que sin darnos cuenta nos ayudan consciente e inconscientemente a ser mejores mamás y a nuestros hijos les dan nuevos referentes de comportamiento y socialización. Además de que no falta la degustación de sabores en la que se convierte el ir y venir de alimentos compartidos entre los niños, las nuevas palabras que escuchan, los colores, olores y matices a los que tienen acceso solo en espacios al aire libre y en el que no nos tienen como gendarmes detrás de ellos cuidando que no se lastimen, suban las escaleras o topen con algún peligro.
Sin duda aprendí de todo esto cuando era niña y jugaba a las muñecas, luego en el grupo de juego improvisado en el Centro Universitario en donde una compañera de trabajo y una alumna compartíamos con nuestros pequeños en las tardes, ahora cada día con Michelle y su hijo tenemos un micro grupo y cuando nos invitan a participar de nuevos espacios nos apuntamos felices ante la nueva experiencia. Y no se alarmen, las observaciones son más inconscientes que pensadas, no acudimos con cuaderno, lupa y grabadora en mano, todo se nos pega más en el sentimiento y los recuerdos. cj
Nuevo estilo de ilustración de Carmen Lara
Me encanto, tiene mucha razon. Aunque me gustaria que no te descriminaran tanto por ser algo joven, ya que cuando una va a esos encuentros nunca falta la pregunta ¿pero cuantos años tienes, te ves muy joven para ya ser mama?, no se si algunas personas lo hagan en buen plan, pero a mi no me gusta eso.
ResponderEliminarYo inscribi a mi hija desde los 4 meses a cursos de estimulacion temprana, aunque antes yo se la daba con libros que habia leido, y es buenisimo para que los niños se enseñen socializar y no se hagan uraños despues con otros niños.
Ana, yo con todo cariño puedo decirte que tú eres una de las mejores y más conscientes mamás que he conocido, creo que la edad es relativa a la hora de ser madres, mi mamá me tuvo a los 18 años y fue y es una excelente mamá, tal vez somos ignorantes cuando comentamos sobre la edad, pero no te descorazones pues creo que nunca es de mala fe.
ResponderEliminarUn abrazo enorme a a ti y la hermosa Viki.
cj.
Me encanto eso de la sociedad secreta, ja ja que razon tienes!
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