jueves, 16 de junio de 2011

¡Qué belleza!


Hoy pondré a prueba a las y los lectores de Ácido Fólico. Para empezar les voy a pedir que cierren los ojos y recuerden el momento en el que conocieron por primera vez a su hijo, hija, nieto, nieta, sobrino, sobrina o cualquier pequeño que por razones especiales ocupa un lugar importante en sus afectos.

¿ya tienen la imagen?...


¿Qué imágenes inundaron su mente y desbordaron su corazón? (si quieren escríbanlas en los comentarios antes de terminar de leer, si no pueden dejar comentarios porque quién sabe que se ha confabulado en contra de esta sección de AF, manden un correo a acifofolicoblog@gmail.com) si no quieren escribir nada no se preocupen las seguimos queriendo…

Cuando yo hago este experimento lo primero que veo es un cuerpito largo y blanco como la leche, unas manitas que me parecen demasiado grandes, una carita roja y frunciendo el seño molesta por la luz y una hermosa cabeza repleta de cabello negro. Esa es la primera imagen que tengo de mi hija. Segundos después de abandonar mi vientre y mientras el pediatra la revisa y viste.

Cuando por fin me la acercan constato que efectivamente mi hija es color cereza, la olfateo cómo si fuera un perro y me pierdo en las sensaciones que despiertan en mi interior: es mi hija ¡ya soy mamá!, ¡no puede ser, ese pequeño bultito greñudo es mío!, pienso: ¡hola hijita mucho gusto!.

Se la llevan un rato y cuando volvemos a encontrarnos vuelvo a beberme cada parte de su diminuto cuerpo. Las uñas curveadas, las pestañas que le impiden abrir bien los ojos, su hermosa y mínima nariz, su boca color frambuesa… No es porque sea mi hija pero es realmente hermosa, increíble que nos haya salido tan bonita y ¡sana que es lo más importante!

El monólogo anterior me lo repito cada vez que tengo en brazos a mi pequeña, cuando llegan mis papás comentamos todos la hermosura y perfección de la recién llegada, cada visita me felicita y yo los obligo (sin darme cuenta) a decir que mi pequeña es la estampa de la belleza, cuando todos se van mi esposo y yo la observamos incrédulos: ¡es hermosa!

Los días pasan y yo sigo idolatrando a mi niña, aunque cada vez me resulta más familiar no deja de maravillarme su perfección. Cuando la desvisto para bañarla contemplo extasiada su cuerpo a escala, la peino, la visto y revivo el viejo sentimiento que experimentaba al jugar a las muñecas.

Si, si, si pensarán otra melosa historia de cómo una madre perdió el juicio ante su hija, nada nuevo ¿verdad? En efecto: nada nuevo. Pero les puedo asegurar que si hicieron sin trampas el experimento que les sugerí al inicio de este escrito, sus recuerdos no distan mucho de los míos. La revisión pormenorizada del pequeño, el olfateo descontrolado, la mezcla de asombro e incredulidad al constatar que ese perfecto ser tiene o tendrá una relación cercana contigo.

Los recién nacidos están diseñados para robarse nuestro corazón. Su olor, color y forma está hecho para que perdamos el sentido y nos sintamos más livianos y atentos a ellos en cuanto los vemos. La naturaleza los hace irresistibles, para que así no exista cansancio, dolor o pena que nos impida cuidarlos (aunque tristemente hay excepciones).

No conozco una sola mamá que al ver a su hijo o hija por primera vez diga: ¡pero que espanto, hijito te quiero mucho pero estás horrendo! Es casi imposible que esto suceda porque en ese momento a nuestros ojos son lo más hermoso que existe en la galaxia.

El tiempo va pasando y cada vez los vemos más chulos; unas semanas después porque ya no están hinchados, más adelante porque ya abrieron los ojos y ¡o sorpresa, son azules, verdes o grises! (el dulce engaño de los ojos claros), en los primeros meses porque están gorditos y queremos devorarlos, luego porque ya empiezan a moverse y nos hacen presas de su arma secreta: la sonrisa. Esa sonrisa que hace que nuestro corazón experimente un gozo profundo y dulce. Y bueno… la lista es larguísima, nuestro pequeño es un seductor que a mano a armada nos deshace y transforma en las personas más cursis, melosas y apasionadas.

La trampa queridas lectoras radica en qué (siento muchísimo tener que darles la noticia) nuestros hijos ni nacieron ni son los más hermosos del planeta. Mi esposo y yo caímos en cuenta de este hecho una tarde en la que decidimos ver las miles de fotos que tenemos de nuestra hija y ¡¡¡no puede ser!!! La verdad, la verdad es que era… mmmmmmm cómo decirlo, cómo cómo, bueno pues era más bien un poquitito fea. No fea, fea, pero estaba hinchada, color jitomate, con una melena negra y despeinada y una mínima naricita llena de puntos blancos. El shock no fue menor al constatar que las siguientes semanas tampoco era tan enteramente bella, se le cayó el pelo y lo que yo veía como una preciosísima cabellera consistía más bien en un puñado de pelos larguísimos en la parte superior de la cabeza acompañada de una calvicie evidente en todo el resto, además tenía unos cachetes de concurso y un cuerpo divinamente desproporcionado.

Cuando les comenté a mis papás (a manera de confesión) que la verdad, la verdad es que mi hija no había sido tan hermosa como yo la había visto, mi mamá alarmada me dijo -¡ahorita está muuucho más bonita, pero siempre ha sido hermosa ¿cómo puedes decir que era fea?- mi papá soltó una carcajada y dijo – todos los recién nacidos son espantosos, ahorita ya es una niñita y está linda, pero si estaba fea, los vemos bonitos porque los queremos-, claro que Michelle saltó a la charla y ni tarda ni perezosa dijo –pues mi hijo es la excepción, él siempre ha estado hermoso-, a lo que mi papá le contestó: -no también estaba horrendo, se le veían los cables de tan pelón, estaba medio morado y parecía un monjecito- después de esto no pudimos más que reír a carcajadas y pensar que ahora sí, nuestros hijos son lo más hermoso que existe en el planeta. ¿y ustedes qué opinan de sus querubines?. cj

Ilustración Carmen Lara

1 comentario:

  1. Pues yo les voy a comentar mi experiencia:
    Cuando nacio mi primer hijo fue a las 6:00 de la tarde, por lo que entre las revisiones, la incubadora y la circuncision que pedimos mi esposo y yo le hicieran al bebee, no pude verlo sino hasta al dia siguiente a las 2:00 de la tarde, por lo que en mi desesperacion por volverlo a ver despues de eso minutos unicos que tienes cuando acaba de nacer y estas drogada de la antestecia por la cesarea verdareramente no me acordaba nada de el!. Las visitas comenzaron desde antes de que me metieran a la cesarea por lo que cuando sali de recuperacion iban y me presumian que venian del cunero de ver al bebe mas hermoso del mundo, con ojos enormes y verdadermente intrepido en la incubadora, basta decir que yo imagine a un NENUCO, esos hermosos muñecos que todas conocemos arrugaditos y gorditos de perfectas facciones!, pues bueno al dia siguiente cuando porfin me lo llevaron ohh sorpresa!!! no era nada parecido a ese bebe con el que soñe la noche anterior! y solo estaba mi esposo y le dije reclamando: No que estaba preciosooo!! jajajajajajaja, que cruel mama no? bueno el solto la risa y solo dijo esta hermoso no lo ves? y yo dudando solo dije pues si! para no sentirme tan mal...
    Y bueno, no es que sea su mama pero verdaderamente tengo a un hijo guapisisimo de ojos azules, tez apiñonada y un carisma unico! pero lo mas importante: ES UN GRAN NINO SANO Y FELIZ!

    ResponderEliminar