La alimentación de mi hijo ha sido desde que nació, un tema que todos los días me ha causado distintos sentimientos que van desde la frustración, hasta el mas grande orgullo.
Primero viví las dificultades de la lactancia, como ya se los platique antes, y en ese momento yo pensaba en el dia en que finalmente lo pudiera sentar en su silla alta para darle de comer con una cuchara, como comen el resto de los humanos. Empezamos con los sólidos cuando tenía al rededor de cinco meses, y lo que más le gusto fue la zanahoria, se la comió facilísimo y cuando menos me dejó descansar un rato antes de pedirme leche nuevamente.
Confieso que en un principio tenía toda la disposición para hacerle papillas caseras, pero por una extraña razón, mi hijo las escupía como máquina de helado, no le parecían de buen gusto y yo me enojaba y frustraba porque me había tardado tres horas.
Opte por darle gerbers la mayor parte del tiempo, que finalmente como todo lo relacionado con los bebes, puede causar empatía, o la más grande de las controversias.
Algunas mamás me decían que por ningún motivo les darían alimentos enfrascados a sus hijos, "imagínate la cantidad de conservadores y porquería que tienen" comentaban, y sí me quedaba pensando, pero finalmente llegaba la hora de la comida y yo abría la despensa para sacar un delicioso gerber de chayote.
Por el contrario, mi ya famosa Abuela a quién admiro por su excelente sazón y dotes de ama de casa, llegó a comentar que le deberían de hacer un monumento al señor gerber por su extraordinario invento, y decía "lo que hubiera dado yo porque en mis tiempos existieran esas cosas".
En fin, así pasamos de la etapa de las papillas a la comida en corte fino, como elegantemente le llaman en la escuela; empezaron a diluirse un poco las frustraciones porque había más sabores, colores y consistencias para deleitar el paladar de mi pequeño comensal. Aunque nunca me he caracterizado por mis dotes de cocinera, de vez en cuando disfruto de hacer algunos inventos en la cocina, y así como algunos funcionan, otros terminan en el piso, y finalmente en la panza de mi ya gordísimo perro.
Es impresionante como la alimentación, así como la mayoría de los gustos y comportamiento de los niños, tiene que ver con el ejemplo de los padres; aunque mi hijo no es de muy buen comer, a diferencia por ejemplo de mi esposo, ya le empiezan a gustar algunos alimentos que pueden parecer extraordinarios para su edad. Le gustan mucho las verduras como el brócoli, que es mi favorita, y hace unas semanas apantalló a sus Abuelos comiéndose una gigante aceituna verde rellena de pimiento morrón.
Así las cosas, lo que empieza siendo complicado finalmente se vuelve parte de la rutina de todos los días; ahora disfrutamos en familia la hora de la cena, y seguiremos con los experimentos hasta que mi pobre perro explote. mj
El bebé en la periquera está definitivamente GENIAL! Me encantan las ilustraciones.
ResponderEliminarPues qué maravilla que a tu bebé le guste el brócoli y empiece a probar sabores tan sofisticados como las aceitunas. Es increíble como la convivencia a la hora de la comida crea un acercamiento familiar y se hace un ritual que será algo muy importante durante toda su vida. Felicidades por la paciencia y tu tenacidad para alimentar a tu pequeño!
ResponderEliminarYo estoy con Bla! Gracias a Dios por Gerber!! Todos ustedes crecieron con Gerber y aqui siguen! Es más traumático para un bebé tratar de forzarlo a comer algo que no quiere. Sigue tus instintos, hasta ahorita no te han traicionado.
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