En un principio, yo tenia el mismo concepto de la guardería que tenia Carol, lo veía como un lugar al que llevas a tus hijos unicamente cuando no tienes oportunidad de quedarte en tu casa a cuidarlos, como un lugar algo inhóspito e impersonal, en donde los niños son solo uno mas del montón y que lloran por largos ratos sin que nadie los atienda, pero como en todo lo relacionado con la maternidad, me he llevado muy gratas sorpresas.
Es verdad que yo tuve la fortuna de cuidar a mi hijo de tiempo completo, y a pesar de algunas piedras en el camino, y de que me he topado con grandes dificultades por mi falta de experiencia, lo he disfrutado tremendamente. Sin embargo, cuando cumplió al rededor de diez meses, que ya era mucho mas independiente, gateaba y se detenía con todos los muebles de la casa y arrasaba con todo lo que se le atravesaba, empece a notarlo frustrado por mis innumerables restricciones para desenvolverse libremente en el espacio en el que vivimos, además de las también limitadas actividades y diversiones que yo le ofrecía en los largos días.
Empece por buscar opciones, y como es natural en una ciudad grande como en la que vivimos, encontré decenas de propuestas de escuelas y lugares que ofrecen el servicio de guardería o estancia infantil, pero muy pocos me parecieron adecuados para lo que yo estaba buscando. Solo quería llevarlo unas pocas horas al dia para que jugara con otros niños, para que tuviera un espacio sin restricciones y conociera a otros adultos en los que confiara y de los que pudiera aprender.
Como caído del cielo encontré el lugar perfecto, cerca de nuestra casa, con unas instalaciones apantalladoras, y lo mas importante, integrado por especialistas que aman a los niños y los tratan como si fueran propios. En ese momento me sentí aliviada y contenta, pensaba en ese tiempo que los dos podríamos disfrutar todos los días, él jugando en un lugar seguro, y yo distraída en una actividad que no tuviera que ver con la maternidad, y de preferencia tuviera que ver con mi profesión.
Finalmente lo inscribimos, cumplimos con los miles de requisitos, y llevamos el material que nos solicitaron (pañales, un cambio de ropa, cepillo de dientes, cepillo para el pelo, vaso entrenador, etc.). A diferencia de muchas mamás, que aseguran que el dia en que por primera vez sus hijos vayan a la escuela van a llorar y a sentirse desoladas, yo me sentí tranquila y satisfecha, porque ademas mi hijo no mostró señales de inconformidad o de sufrimiento alguno. Los primeros tres días estuvimos en el proceso de adaptación, yo estaba un rato en su salón para que él me identificara en ese espacio, y después me salía para que conviviera con sus compañeros y se acostumbrara finalmente a la nueva comunidad a la que pertenecía.
Admito que las primeras semanas cuando me topaba con amigas o conocidas, y me preguntaban por mi hijo, yo me hacía chiquita cuando les respondía que estaba en la escuela, y de inmediato surgían las preguntas: ¿Cómo que en la escuela?, ¿No está demasiado joven?, ¿Ya estás trabajando?, ¿Y que haces cuando lo dejas?, incluso me hacían comentarios tan absurdos como "seguro te regresas a tu casa a dormir un rato".
La realidad es que nunca lo he hecho, las horas en las que mi hijo esta en la escuela yo las aprovecho para hacer miles de cosas que prefiero evitarlas cuando estoy con el, que implican estar horas en el coche caluroso, o que simplemente requieren de toda mi atención, misma que el merece al cien por ciento cuando estamos juntos.
Al dia de hoy ya lleva poco mas de cuatro meses en la escuela, semana con semana veo como avanza y descubre cosas nuevas, incluso puedo decir que lo veo adelantado con respecto a otros niños de su edad, y lo mas importante es que lo veo feliz. Igualmente yo, poco a poco he encontrado actividades que disfruto y que me hacen sentir productiva, lo que finalmente me convierte en una mujer plena en todos los sentidos.
Hoy ya no me muestro tímida cuando me preguntan si llevo a mi hijo a la guardería, por el contrario, presumo sus logros, sus avances y alguno que otro truco que le han enseñado sus maestras. Y con seguridad puedo decir, que nunca me había sentido tan orgullosa y feliz, como en mi primer festival del día de las madres cuando bailó en un escenario, en frente de un gran público, y con un bonche de niños llorando como acompañamiento. mj
jajaja me imaginé a tu bebé literalmente siendo el único bailando feliz enmedio de los niños llorando en el piso... es lindo saber que disfrutan tanto estar lejos de mamá y la independencia que ganan.
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