Preparar la maleta siempre es un asunto de cuidado. Antes de ser mamá con la emoción de un viaje en puerta empacaba pensando en lo que haría en las vacaciones, si el lugar era caluroso o estaba junto al mar sacaba traje de baño, gorro, chanclas y demás; si por el contrario el clima de mi destino era más bien frio empacaba para vestirme en capas y como una cebolla ir poco a poco pelando toda mi indumentaria según el frio o calor. En ese tiempo no me gustaba nada tener que hacer la maleta siempre me detenía demasiado tiempo pensando en qué zapatos llevar o probando la mejor bolsa para no llevar demasiado pero tampoco limitarme el espacio. Me quejaba antes de hacer la maleta y cuando tenía que rehacerla para regresar a casa.
Ahora me doy cuenta que mis quejas no tenían fundamento alguno, empacar para uno mismo es la cosa más sencilla, siempre y cuando no falte la ropa interior un par de jeans y unas cuantas camisetas no hay mayor problema. En cambio hacer una maleta para pasar una semana fuera de casa con mi hija de dieciséis meses fue como ir mil veces al súper pararte frente a la entrada y pensar ¿a qué vine? ¿qué me hace falta?.
Todo empieza cuando abres sus cajones y te topas con la diminuta ropa, ves las pequeñas camisetitas en las que sabes tu hija se ve hermosa y puede embarrarse a su antojo, luego los pantalones, las pijamas, los pañaleros, el coquetísimo traje de baño que le regalo su bisabuela, los calcetines, los zapatos, los vestidos (que nunca usa pero que se le verían divinos ahora que conozca a la familia), los shorts. Ves todo y de repente sientes que te tienes que llevar su closet completo. Respiras profundo y tratas de descartar algunas cosas, en principio las chamarras y los pants calurosos no tienen por qué ir a un lugar en el que hace un calor infernal, los deshechas y sigues viendo, eliges solo dos pantalones sin estar convencida de que sean suficientes, te llevas todas las playeras y camisas que tiene, luego recapacitas y te das cuenta de que ocho playeras y cuatro camisas para una semana son demasiadas, dejas la mitad y sigues, dudas en el tema de los pañaleros ¿son cómo la ropa interior de los bebés no?, entonces ¿hay que llevarlos o no? Si yo voy a llevar chones y bras, lo justo es que mi hija traiga pañalero saco cuatro los doblo y meto en la maleta, después de un rato pienso que la pobre que de por sí es muy calurosa se va a cocinar con ellos, los saco, meto los tres juegos de shorts y camiseta que tiene, y luego me debato por un buen rato sobre el asunto de los vestidos, al final meto cuatro, por si vamos a un lugar elegante o para que la vean linda en las mañanas, me llevo todos los zapatos que le quedan y pijamas para frio, para calor y para climas templados.
Cuando creo que por fin terminé empiezo nuevamente a dudar, ¿qué tal si el aire acondicionado está muy fuerte y le da frio?, ¿y si se ensucia y no tengo cambios suficientes?, ¿le llevaré una toalla?, en medio de mis cavilaciones mi esposo me anuncia que faltan quince minutos para que sea la hora en la que quedamos de pasar por mi mamá, entro en pánico, veo la maleta repleta de la ropita de mi hija y me doy cuenta de que no he metido NADA para mí, como loca descuelgo y cuelgo ropa de mi closet, sin ver qué es meto una bola de ropa a la maleta, y luego voy por SU crema, medicina, liguitas, cepillo y demás, guardo mis cosméticos y doy por concluida la misión de empaque.
Bajo las escaleras y me doy cuenta que no he empacado: biberones, baberos, vaso de agua, juguetes, libros, pomada contra los moscos, pomada para los piquetes de moscos, medicina por si los mocos, medicina por si la diarrea, sus chupones y su adorada mona con la que se tiene que dormir. Mi esposo me ve desconcertado me anuncia que vamos cinco minutos tarde y va empacando a mi hija en sus sillita del coche, subo y bajo sin tener la menor idea de lo que hago, agarro un montón de porquerías que sé que no me van a servir de nada pero que en ese momento me hacen sentir mejor preparada.
Me subo al coche que ya casi va a media calle, mi esposo suelta tranquilo una pregunta que me parece un insulto ¿traes los pasaportes?, lo veo y sé que no los traigo, hago como que reviso mi bolsa, me bajo, azoto la puerta y entro a la casa a sacar esos malditos cuadernitos verdes, los tomo con fuerza y me subo de nuevo al coche. Ya vamos veinte minutos tarde, suena mi celular y veo un mensaje de mi mamá: pasaportes, visas, chupis, Oli, tupper naranja con cheerios, abua, etc. NO OLVIDAR. Lqm.
A estas alturas ya llegamos a su casa, -hola mi reina te mande un mensaje- -hola mamá, si ya lo vi, no sé si traigo todo y YO me voy a vestir horrible todo el viaje porque apenas y alcancé a hacer MI maleta (todo esto se lo digo con cara de muy pocos amigos y un tono de: mamá ni se te ocurra en este momento mencionarme una cosa más que pude haber olvidado).
El viaje queridas lectoras transcurrió sin contratiempos (sólo uno que luego me daré vuelo contándoles), mi adorada hija uso menos de la mitad de todo el ajuar que con esmero le prepare y en efecto yo me vestí horrible todos los días. Un abrazo, ya las extrañaba… cj
Mueerooo d ela risa literalmente con todas tus historias...gracias por compartirlas! Mi nena tiene 13 meses y es alocadamente hermoso esto de ser mamá...No pensé que hubiera alguien pensara exactamente como yo con estos temas. Sigan contandonos..una nueva fiel seguidora!
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