Como es natural, cuando te enteras de que vas a ser mamá empiezas a pensar en todo lo que necesitas para que cuando tu bebé nazca, no te haga falta absolutamente nada para atenderlo y cuidarlo. Desafortunadamente, y creo que nos pasa más a las mamás primerizas, todas las marcas de productos para bebés y demás aditamentos para su cuidado, se aprovechan de la inocencia, y por qué no decirlo, de la ignorancia de los padres que solo buscamos evitarles dolores, sufrimientos e incomodidades a nuestros hijos.
Mi caso no fue la excepción, cuando entraba a una tienda se me caía la baba al ver los diminutos ajuares para los bebés, desde la ropita para los prematuros que parece de muñecos, pasando por los recién nacidos, y así en adelante para todas las edades. Cuando nació mi hijo, me llevé cuando menos cinco trajesitos diferentes para que estuviera guapísimo cuando llegaran las visitas, sobra decir que pasó los días en el mameluco descolorido con el nombre del hospital, y me lo entregaron con un traje de cazador en el que prácticamente nadaba.
Con la ropa en realidad no hay pierde, porque aunque te regalen mucha y otro tanto tú la compres, es algo que los bebés obligatoriamente van a necesitar; la única desventaja es que crecen tan rápido, que solo tienes oportunidad de usarla un par de veces.
Pero lo que verdaderamente despierta mi asombro, es la serie de necesidades que se empiezan a crear con la saturada oferta de productos inútiles e inservibles. Y digo que se empiezan a crear, porque o bien podemos prescindir de ellos, o son productos nuevos que te ponen a pensar ¿y cómo le hacían las mamás de antes sin esta cosa estrafalaria?.
Yo por ejemplo, tuve una pésima experiencia con algunos productos relacionados con la lactancia; compré un sacaleches manual, que lo único que me provocó fue un tonificado bíceps en mi brazo derecho, pero nunca logré extraer suficiente leche para una toma. Igualmente compré sofisticadas pezoneras que pensé que solucionarían mi intenso dolor al amamantar, mi hijo lloró cuando usé las más caras y diseñadas anatómicamente, y en cambio funcionó la que compro mi esposo en la farmacia, horrible y amarilla, ya en el último intento por atenuar mi sufrimiento.
Igualmente, como en todo lo relacionado con la maternidad, nos hemos llevado sorpresas con productos que creíamos eran absurdos, como por ejemplo el bote de basura para pañales, que su función principal es aislar los olores; mi cuñado nos lo llevó al hospital el día que nació mi hijo, y yo sinceramente pensé que no lo necesitábamos, “¿cómo un pañal con popó de semejante criaturita iba a causar que toda la casa apestara?”…pues ahora puedo decir, sin temor a equivocarme, que ha sido uno de los mejores regalos que nos han hecho, porque de lo contrario, mi esposo, el perro y yo tendríamos que usar máscaras de oxígeno durante y después de cada cambio de pañal.
Mi recomendación, es que pensemos dos veces antes de comprar algo por la publicidad convincente, y también ayuda mucho preguntarles a otras mamás si han usado tal o cual producto para saber si funciona o es una compra inútil. Parece que no, pero sin darnos cuenta gastamos muchísimo dinero que bien podríamos ahorrar para otros gastos más importantes que se nos presentarán en un futuro; finalmente un hijo, además de la dicha más grande, la felicidad absoluta, el amor incondicional…¡¡es un gasto tremendo!!. mj