Después de la semana de adaptación llegó el fin de semana, algo de calma, largas sesiones de apapachos familiares a mi hija y el domingo por la noche de nuevo nos rondó la angustia al preparar todo lo necesario para la escuela.
El lunes la mañana transcurrió tranquila, llegamos a la escuela sin problemas y con poco tráfico. En la puerta de la escuela mi hija soltó mi mano, tomó la de la directora y lloró un poco, me esperé a ver si el llanto se hacía mayor pero no escuche nada. Fue el primer día que mi hija pasó las cuatro horas en la escuela así que llegué por ella con unas ansias tremendas, antes de tocar el timbre escuche su inconfundible risa en uno de los salones, cuando entré me recibió contenta, me enseñó el salón en el que jugaba con los otros pequeños que como ella todavía no se habituaban a la siesta y siguió jugando como si yo no estuviera.
El martes en la mañana se repitió la escena del día anterior, felicidad y plática mientras caminamos a la escuela, duda y asombro al llegar a la puerta y grito seco y contundente en el instante en el que nos despedimos. A la una que pasé por ella me recibió feliz y descansada pues durmió la siesta completa. Le pregunté a la directora y a su maestra cómo la veían y me dijeron que ya estaba del otro lado, que en cuanto entraba al salón se ponía feliz y jugaba a la hora del lunch comía de concurso y poco a poco se habituaba a la rutina. Me sentí feliz, orgullosa y tranquila.
El miércoles mi esposo la llevo a la escuela y ¡¡¡no lloró!!!, le dio la mano a su maestra, apenas se despidió de su papá y entró tranquila a su salón. Cuando pasé por ella me recibió más platicadora que nunca, y despidiéndose de niños y maestros como miss universo.
No seguiré contándoles cada día de su primer año porque no es justo para ustedes, sin embargo estoy segura de que siempre recordaré está etapa, mi miedo y angustia y sus llantos ansiosos los primeros días. Sé que falta mucho camino por recorrer y que probablemente llegarán algunos días en los que no se va a quedar tan tranquila y extrañará pasar toda la mañana conmigo. Pero estoy convencida de que estar unas cuantas horas en otro espacio, con otras personas y un sinfín de atractivas actividades le beneficiará muchísimo.
Viendo a la distancia la experiencia de las últimas semanas caigo en cuenta de las enormes implicaciones que conlleva el ser mamá/papá, lo queramos o no cada cambio, decisión o nueva aventura en la vida de nuestros hijos, esta embadurnada de nuestros sentimientos, ambivalencias y dudas sobre lo que queremos para ellos.
Una de las cosas que más me ayudo en estos días fue el hablar sobre el asunto; con mi esposo, mi mamá, Michelle y amigas pero sobre todo con mi hija, le explique lo que yo sentía y traté de poner en palabras lo que ella podía estar sintiendo, jugamos a ir a la escuela y luego volver a vernos, también a que ella se despide y que yo no me voy. Le hablé y la abrace hasta hartarla no sé cuanto de todo lo que dije entendió pero estoy segura de que cada vez se acostumbra más a mis largas charlas y algo de ellas entiende. cj
Ilustración Carmen Lara
A mi todavía no me toca llegar a esta etapa, pero he compartido con amigas que ya pasaron por ese período de adaptarse al dejar a los bebés en la guardería estando chiquitos, y todas tienen mas o menos la misma experiencia y conclusión: nos cuesta más trabajo a nosotras que a ellos! A nosotras se nos hace eteeeerna la mañana, y seguro a los niños se les va volando.
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