miércoles, 17 de agosto de 2011

Que se vaya...



Cualquier relación se altera con la llegada de un hijo, uno tiene que reajustar los quereres y acomodar el tiempo y las formas de estar con otros para que no haya problemas o sentimientos de abandono en la pareja, los papás, hermanos, amigos, familiares cercanos y también… en el perro.

En mi caso la relación con Tomás mi pequeño pero ya maduro perro chihuahueño, la adaptación ha sido mucho más difícil de lo que imaginé. Cómo bien señaló Michelle en la entrada Panchito, Panchito, nuestros perros antes de que tuviéramos hijos eran los depositarios de todo tipo de apapachos, cariños y jugueteos.

Durante el embarazo Tomás no se me separaba y siempre pensé que cuando llegara mi hija los cuatro íbamos a ser una familia feliz, amorosa y sin complicaciones… no podía estar más equivocada.

Cuando salí rumbó al hospital retorciéndome por las contracciones e ilusionada por conocer a mi hija, abracé a Tomás y me despedí de él como si me fuera por años,  no tenía idea de que lo que sentía por él iba a cambiar tan súbita y profundamente.

A los dos días que regresé a la casa, con mi pequeña en brazos y el cuerpo adolorido, saludé a mi perro con cariño y un extraño sentimiento de nostalgia. Él que seguía siendo el mismo se lanzaba contra mi, babeaba y me buscaba por todas partes reclamando mis caricias y juegos.

La verdad es que desde que nació mi hija, el problema fue que Tomás se volvió un perro, me preguntaran ¿no lo era ya?, a lo que tímidamente les respondo que sí pero no. Era un perro en forma y especie pero no en trato, pues yo malamente desde el día en el que lo conocí lo traté como a un pequeño bebé, mismo que ocupaba mis pensamientos cuando yo estaba fuera de casa y mis atenciones cuando lo tenía cerca.

Cuando llegó mi bebé, mi hija humana y dependiente de mí en todos los aspectos, me avergüenza muchísimo aceptarlo, pero Tomás pasó a ser una verdadera lata. Sus celos y mi falta de atención eran el motivo ideal para que él hiciera todo lo que sabía que no tenía que hacer. Se hacía pipi en todos los lugares que ocupaba mi hija (en las patas de la bañera, la base del bambineto, y las ruedas de la carriola), y empezó a mostrar su inconformidad para conmigo ladrando a todas horas sin parar.

Tomás y yo nos declaramos la guerra, yo por más que intentaba quererlo como antes lo detestaba y me sentía atacada por sus protestas y él mientras menos caso le hacía peor se portaba. A la menor provocación yo le rogaba a mi esposo que se lo llevará y él que seguía sacándolo a pasear y jugando con él me decía que tuviera paciencia y entendiera lo resentido que estaba el pobre animal.

El tiempo pasó y como pudimos nuestra relación perro-madre recién parida, siguió, mentiría si les dijera que un día mágicamente volví a adorar profundamente a mi perro porque eso no ha pasado, pero por suerte mi lugar en su vida lo ha llenado mi hija.
Tomás siempre ha sido un perro ejemplar con mi hija, la trata con mucho cuidado, la cuida, corre a mi lado cada vez que ella llora y en fechas recientes le tolera todo con tal de tenerla cerca. Mi hija ha crecido en compañía del perro, lo conoce, quiere y ataca (para jugar pues nunca lo lastima), a la menor provocación.

La relación entre Tomás y yo sigue en proceso de reconstrucción hay días en las que me cae perfecto, jugamos y lo abrazo como en los viejos tiempos y otros en los que de verdad me gustaría no tenerlo cerca.  Ya no le pido a mi esposo que se lo lleve sobre todo porque sé que mi hija lo extrañaría mucho.

Finalmente un perro requiere de mucha atención, cariño y cuidados y un hijo… mil veces más, compaginar las dos cosas y quedar con fuerzas y ánimos para hacer otras cosas puede ser difícil. Sé que nuestras mascotas no tienen la culpa de que llegue un nuevo miembro a la familia y que estas situaciones deben de preverse antes de asumir la responsabilidad de tener un perro, pero es complicado y lleva tiempo readaptarse. cj
Ilustración Carmen Lara

1 comentario:

  1. No lo alejes, tu hija aprenderá muchas cosas con él, tenle paciencia, pues Tomás te ama icondicionalmente, y te protegerá a ti y tu hija hasta la muerte.

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