martes, 23 de agosto de 2011

Peor el remedio que la enfermedad


No puedo decir que mi hijo ha sido un niño enfermizo, los primeros seis meses de vida no se enfermó para nada, yo se lo atribuyo a la leche materna que les proporciona todas las defensas que necesitan, y aunque si me dio un par de sustos regresando litros de leche después de comer, nunca padeció reflujo ni otras molestias digestivas.

Fue a partir de los ocho meses más o menos, que empezó con resfriados que iban de lo más simple, hasta las infecciones que nos visitaban con altas temperaturas y mocos verdes fosforescentes. Y era hasta cierto punto lógico, empezaba el invierno, que aunque en Guadalajara no es particularmente fuerte si se llega a sentir el aire frío, y por primera vez en su vida su cuerpo tenía que adaptarse a los cambios de clima.

Y con eso de que mi pequeño era el niño del eterno moco escurrido, constantemente teníamos que recurrir a los remedios que iban de lo natural, a medicinas amigables que aliviaban los molestos síntomas, y en algunas pocas ocasiones a los odiosos e invasivos antibióticos.

Cuándo era más joven no teníamos problemas para darle las medicinas, era incluso motivo de orgullo la forma en la que abría su boquita para que nosotros metiéramos la cucharita, o la jeringa, o el instrumento que fuera para darle la medida exacta de lo que necesitaba.

Empezó a crecer y a ser más consciente, y afortunadamente tuvimos una muy buena racha en la que prácticamente no se enfermó para nada, pero este fin de semana ese periodo de tranquilidad se vio interrumpido, y recibimos la temible y agotadora visita de nuestros enemigos los mocos.

Resulta que mis papás celebraron su aniversario en Morelia, y obviamente querían a los nietos en la fiesta para presumirlos; la tarde estuvo muy bonita pero hacía calor, y los niños corriendo obviamente sudaron como carnitas. Mi hijo además, ahora tiene la nada agradable costumbre de hacer buches cuando toma agua, así es que inevitablemente se empapa cada vez que toma el vital líquido, mismo que por lógicas razones no le puedo negar.

Empezó a anochecer, Carol y yo bailábamos y cantábamos como locas y nuestros hijos seguían corriendo, yo negligentemente no le cambié la playera al mío, y no es justificación, pero es que se veía hermoso con su pequeña guayabera, de esa ropa para enano proporcionado que ya les conté antes, y pues ahora estamos pagando las consecuencias.

Empezamos con el constante lagrimeo y el flujo de mocos transparentes, ya se, nada agradable, pero la mayoría de ustedes son mamás y han pasado por lo mismo, así es que no siento ni la más mínima pena al contarles. Durante la fiesta, y a pesar de mi contenida negligencia, decidí pedir a domicilio la medicina que siempre nos manda el doctor en estas situaciones, antes de recurrir a medidas más drásticas cuando se agrava la situación, pero esperemos que no sea el caso.

Decidí no bañarlo, porque el aire estaba muy frío y no quería que se durmiera con el pelo mojado, y anticipando el drama para tomarse la cucharada de medicina decidí ponerla en el biberón que se toma antes de dormir.

Cuando regresé a verlo estaba profundo, cada respiración le costaba un tremendo esfuerzo y se oían los mocos obstruyendo; no se tomo ni media onza de leche, pero yo se lo atribuí a que no podía respirar.

Al día siguiente amaneció un poquito peor, como pasamos pésima noche mis papás nos hicieron el favor de darle de desayunar y entretenerlo en lo que nosotros nos dormíamos un poco (por cierto, que alivio cuando cuentas con alguien que te ayude en esos casos), y cuando llegó la hora de la siesta, decidí ponerle nuevamente la medicina en el biberón.

No tomó nada, y me hice a la idea de que llegando a Guadalajara iba a tener que luchar con él para que se tomara la cucharada de jarabe, a costa de lo que fuera.

Sobra decir que este par de días nos hemos puesto unos pleitos de concurso, pasajeros afortunadamente porque ninguno de los dos somos rencorosos, pero de verdad he tratado con jeringa, cuchara y ayer hasta con un vasito para medicina de adulto; claro que primero le expliqué que él ya es un niño grande, y que tomar en ese pequeño vaso implicaba su nivel de madurez, se le quedó viendo, lo tomó entre sus deditos y lo volteó en su recién estrenado mameluco.

En fin, intentaré otras técnicas a ver cual funciona, pero que gran frustración tener que pasar por esto, porque ahora sí como dicen por ahí “te sale peor el remedio que la enfermedad”. mj
Ilustración: Carmen Lara

1 comentario:

  1. Las jeringas siguen siendo lo mejor para las medicinas!!! MJFG

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