jueves, 6 de noviembre de 2014

Por esas 43 y tantas otras mamás heridas


Nosotras vivimos heridas, no levantamos la cara por miedo a que descubran nuestro rostro y el dolor permanente en nuestra mirada, no somos cobardes porque seguimos luchando, pero cada día la lucha pesa más, porque sabemos desde lo más profundo, desde ese espacio incierto en el que gestamos a nuestros hijos, que en este país los hijos desaparecen.

Somos todas y no lo somos, porque desde mi terror aún tengo la dicha de contemplar a mí hija, de saberla a salvo, de apretarla contra mí y tomarla de la mano. Yo aún no soy la madre que deambula sufriendo la peor laceración que puede sufrir quién ha engendrado vida en su vientre o espíritu. La ausencia. El desconsuelo infinito al perder lo que más se ama.

Ese dolor revienta en las entrañas, presa del eco perpetuo de las preocupaciones mínimas de una madre ¿tienes frío mi amor? ¿comiste? ¿qué pasa que sigues con la ropa sucia? ¿estás asustado? ¿te lastimaron? ¿qué sucede? ¡contesta! ¡no te escucho! ¿está obscuro? ¡no te encuentro! ¡hijito, hijita! ¡maldita sea! ¡mi niño, mi niña!, ¡¿en dónde te han puesto?! ¡¿qué te han hecho?!

Aquí a los hijos se los tragan los cerros. Parece que vale más ser de los que pegan que intentar resolver las cosas con palabras, hay que escupirle a los otros para garantizar el pellejo y no andarse con buenos modales porque la amabilidad confronta y se paga con balas, palos, desaparecidos…

Hija, este es el país que habitas, que me roba el sueño y hace temblar a las madres. Protegeré hasta las nubes la infancia que te arropa y el color de tus sueños, trabajaré hasta arrastrarme por cambiar estos paisajes y bordar algo de esperanza, porque mereces más vida, porque esa madre que somos todas y solo es ella tiene que saber que algo haremos, que el desconsuelo no nos robará la lucha, que su miedo es el nuestro y sus lágrimas las que iluminen el cambio.


Yo soy madre, soy mexicana y me pronuncio en contra de la violencia y corrupción que saquea el México en el que estoy viviendo. Abrazo a cada mujer que ha experimentado el crimen en la carne masacrada o desaparecida de sus hijos, condeno el pavor que nos imponen y el régimen de mentiras en el que nos mantienen. Yo soy madre y no descansaré hasta cambiar la realidad inmunda que me niego a heredarle a la hija.

cj

*La reflexión por supuesto va también a todos los padres de familia.
** La imagen es una muestra de las ilustraciones individuales que realizaron reconocidos artistas del país.

lunes, 28 de julio de 2014

Estimados padres de familia:

Han pasado casi dos semanas desde que terminó el ciclo escolar, un año que personalmente fue complicadísimo porque me estrené como directora de secundaria y en medio del caos del reconocimiento entre alumnos y maestros, en diciembre nos avisaron que la escuela en la que estaba cerraría sus puertas definitivamente en julio.

La experiencia sigue fresca y hay tantas cosas que aún tengo que reflexionar al respecto que no me atrevo a hacer juicios sobre el trabajo que desempeñé o si me gustaría volver a ejercer un cargo de este tipo en otra escuela.

Un día antes de la graduación y último día de clases, después de innumerables citas con papás y de padecer la presión de la SEP que exigía descaradamente que pasara a todos los alumnos, llegué a mí casa y me puse a escribir una carta que sabía que nunca enviaría, una carta que me sirvió para sacar un poco de las frustraciones y tristezas con las que me topé a lo largo del año, porque lo más difícil de cambiar son las miradas obtusas e irrespetuosas de algunos padres de familia, porque parece que vivimos en un país en el que la educación siempre será una actividad menos y que no es necesario atender.

Les comparto la carta,  porque como mamá no quiero descuidar lo importante  y darme cuenta demasiado tarde del tiempo y los límites que son imprescindibles para mi hija. 

Me encantará saber sus piensos o experiencias al respecto. 
cj

La imagen es de ISOL

Estimados Padres de Familia,

Se acabó el ciclo escolar y es momento de que escuchen, sí, porque los he escuchado por horas, en mi oficina, por teléfono o a través de sus correos, también a aquellos que creen no haber dicho nada han hablado más de lo que se imaginan con su silencio y ausencias.

Quiero que sepan que dirigir la secundaria de sus hijos me ha abierto los ojos más que cualquier otra experiencia en mi vida, si antes creía en los adolescentes y me parecía interesante trabajar con ellos, ahora sé con certeza que en la mayoría de los casos, los chicos de secundaria son víctimas del pésimo sistema de educación que reina en nuestro país, la desatención que viven en casa y los complejos de eterna juventud de sus padres. En pocas palabras, víctimas del individualismo desmedido que es el estandarte de la sociedad moderna.

A un adolescente se le educa desde la cuna, se empieza con el cariño y los cuidados básicos y se continúa con el respeto esencial que todo ser humano debe brindarle a otra persona, se refuerzan una y otra vez las palabras de cortesía, las formas que parecen de otra época y ahora hacen tanta falta. A un adolescente se le enseña a amar el conocimiento desde casa, con el ejemplo el respeto a sus inquietudes y el dialogo constante.

La adolescencia es un momento para crecer y asumir una postura frente al mundo, este proceso es doloroso y está lleno de dudas y momentos de ambivalencia, duele crecer, dejar la infancia y hacerse responsable de las decisiones que se toman, pero duele más el abandono. Ese abandono que muchos de ustedes esconden bajo la alfombra e ignoran cuando lo ven en las calificaciones, la falta de comunicación con sus hijos y la perdida del respeto entre generaciones.

Discúlpenme que se los diga pero a la escuela no le toca educar en todo lo que a ustedes no les interesa ser consistentes, los maestros no pueden reconstruir aquello que durante 13, 14 o 15 años se ha marchitado sin tregua. Los maestros somos personas curiosas e interesadas en el desarrollo integral de sus hijos, un desarrollo que creemos ya avanzado cuando llegan a nuestras aulas.

No sé en qué momento nos volvimos sus empleados, cuál fue el enormísimo error que cometió nuestra sociedad para criar adolescentes tiranos, niños en transición que nos truenan los dedos, vociferan un lenguaje lleno de insultos y al final del día lloran en un rincón porque no saben resolver una multiplicación. No sé qué los hace sentir a ustedes, papás y mamás, seres tan superiores a nosotros que acuden a nuestros salones a amenazarnos, culparnos del desempeño de sus hijos y echarnos en cara problemas que les tocaría resolver a ustedes.

En este tiempo aprendí que las relaciones con los hijos o se nutren a diario o se extinguen, no podemos ser padres y madres en los tiempos libres, la infancia se va demasiado rápido y hay muchos estímulos externos que luchan por quitarnos la responsabilidad de educar a nuestros hijos.

Como mamá, maestra y ex directora de secundaria, les pido que abran los ojos, que se tomen el tiempo necesario para atender a los jóvenes, que resanen las relaciones gastadas e intenten educar desde lo más importante. Los jóvenes de secundaria necesitan límites, juegan a ser mayores con el deseo inconsciente de que poco a poco se les marquen las reglas del mundo adulto, respetar la adolescencia no significa desaparecer del campo de visión de los jóvenes, es estar desde una distancia prudente pero constante, que ellos sepan que no están solos que aprendan a asumir sus errores y también a pedir ayuda.

Al final del día las calificaciones van y vienen, su rabia ante las reprobadas esconde muchas otras frustraciones que no deben descargar en mí o en los maestros, porque nosotros somos pasajeros, co-responsables por un rato del crecimiento y desarrollo de sus hijos pero nunca tendremos el lugar que tienen ustedes, estimados padres de familia.


Attentamente,
cj 

miércoles, 2 de julio de 2014

¿Mamá y profesionista? ¡Si se puede!

Cuando renuncié a mi trabajo al nacer mi primer hijo, pasé por toda clase de frustraciones, desde la desesperación de pasar largas horas en la casa con un humano mínimo que todavía no se podía comunicar, hasta la necesidad de sentirme "productiva" y reconocida por mi trabajo.

Esos sentimientos se fueron disipando con el tiempo, y también gracias a determinados factores como la intensa labor de mi esposo y de mi familia para convencerme del importante trabajo que estaba haciendo como mamá, al rápido desarrollo de mi primer hijo, al nacimiento de mi segundo hijo, y eventualmente al trabajo como Abogada independiente que hacía desde mi casa.

Fue hace al rededor de un año, cuando mi última jefa con quien nunca perdí contacto y a quien le tengo un gran cariño, me buscó para proponerme que regresara a trabajar a la misma empresa, pero con un reto completamente diferente.

De entrada la propuesta era muy atractiva, no sólo por las actividades que iba a desempeñar, sino por el horario flexible que me ofrecían, porque el puesto era de tiempo completo pero sólo tenía que estar físicamente en la oficina por las mañanas. También me tranquilizaba el hecho de que mi jefa sería una persona sensible a la maternidad, alguien que había pasado por la misma situación unos años antes y que entiende que cuando eres mamá, tu prioridad por encima de todo y de todos son tus hijos.

Finalmente después de meditarlo, de platicarlo con mi esposo, y de analizar todos los pros y los contras acepté el trabajo. Al principio entraba en pánico sólo de pensar en lo que me había metido, me preocupaba tremendamente el hecho de que llevaba tres años con otro ritmo y con otros horarios, no sabía si sería capaz de organizarme, de manejar el estrés que implica el trabajo, de hacer frente a las responsabilidades que ahora había adquirido, en fin, eran muchos los factores que me causaban terror.



Los primeros días estuve tan acelerada que ni siquiera tuve oportunidad de reflexionar, disfrutaba mis horas en la oficina aprendiendo cosas nuevas y reaprendiendo otras tantas, y cuando llegaba la hora de salir trataba de desconectarme y de cambiar el interruptor de mi cerebro para estar con mis hijos sin preocupaciones laborales y sin estrés.

Pero aún cuando mi horario era flexible, era frecuente que algunos pendientes o reuniones atrasaran un poco mi salida, o a veces era el tráfico el que ocasionaba que no alcanzara a llegar por Gabriel a la hora de su salida, y para no interrumpirlo en la comida y solicitar que alguna maestra lo llevara a la puerta, optaba por dejarlo en la ludoteca de la tarde. Los sentimientos de culpa no tardaron en llegar, y mi manera de subsanarlos inconscientemente fue con una tremenda sobreprotección y una preocupación constante por su salud.

Gabriel había entrado recientemente al kinder, y obviamente (ahora que lo veo a lo lejos) las nuevas actividades y el espacio enorme en el que pasaba las mañanas eran suficientes para agotarlo, pero en mi mente un poco alterada por la situación, yo le atribuía su cansancio a un sinfín de factores, incluso googleaba sus "síntomas" y encontraba terribles resultados y pronósticos. Afortunadamente esa fue sólo una etapa, y Carol ayudó mucho para convencerme de que Gabriel estaba perfecto, y que cuando estaba en la escuela era el niño más activo y energético del grupo.

Pasaron cerca de 5 o 6 meses en los que a pesar del cansancio, del inevitable estrés que provoca el trabajo, y de ocasionales conflictos familiares para organizarnos, yo ya dominaba mi nuevo estilo de vida. Puedo decir que era un momento pleno porque era una mamá y una profesionista satisfecha, veía contentos a mis hijos y a mi esposo y yo estaba satisfecha con los resultados que veía en mi casa y en la oficina.

Tuve la fortuna de aprender de un tema apasionante, y de hacer mis propias aportaciones por mi condición de mujer y de madre. Incluso me dieron la oportunidad de viajar a Nueva York, al evento anual que organiza ONU para premiar a las empresas y organismos que implementan los 7 principios para el empoderamiento de la mujer. Fue increíble oír tantas historias y darme cuenta de que prácticamente en todo el mundo hay personas e instituciones luchando por la equidad de género, por que las mujeres tengan las mismas oportunidades, los mismos sueldos y el mismo reconocimiento que los hombres, e igualmente promoviendo derechos de maternidad y paternidad justos que vayan de acuerdo a la realidad y a las necesidades de nuestros hijos.

Y bueno, esta historia continúa y tiene un desenlace agridulce que les compartiré más adelante, pero lo importante es que al día de hoy sigo feliz y satisfecha. mj

Ilustración de mi mamá, Carmen Lara

jueves, 26 de junio de 2014

Según Roxi

Crónica Nocturna

9: 15 ¡Hijita es tardísimo ya te tienes que dormir, pero mami, todavía no tengo sueño, no importa sube a que papá te ayude a lavar los dientes y cuando termines me avisas y yo subo al cuento… (mi hija refunfuñando obedece y sube)

9:17 ¡tengo cuatro minutos para hacer lo que se me antoje!, eligo una actividad edificante: reviso Facebook, nada interesante, una invitación de una amiga a darle like a una página que se llama Según Roxi, entro a la página (porque no le voy a dar like así nomás) parece que es un libro de maternidad, ¡qué asco, pienso, un libro tipo Yordi Rosado pero para mamás!

9:23 ¡Mamá, ya estoy lista!

9: 25 subo, cuento cuento, hago cosquillas, persigo a Lucía  a su cuarto y me acuesto con ella.

10:10 me despierto a punto de caerme de la cama de Lucía, ella se quedó dormida no sé a qué horas porque yo me dormí primero. Me espabilo y camino a mi cuarto. Mi esposo ronca en medio de libros y papeles, prosigo a lavarme la cara.

10:20 dientes y cara lavados, mi esposo hace bizcos para distinguir que soy yo, me comenta que el cree que ya se va a dormir y escribirá mañana, está agotado, apaga su lamparita, deja libros y papeles en el piso, vuelve a roncar.

10:23 muero de sueño pero tengo que bajar a hacer el café, tomar agua y apagar las luces.

10:27 listo el café para mañana, las luces de la cocina apagadas, sólo me falta apagar las luces de mi estudio y  a dormir. Entró a mi cuartito y veo mi compu prendida, me dispongo a apagarla y veo de reojo la página de Según Roxi en la cuál estaba hace más de una hora. Me molesto al ver de nuevo la página de la tal Roxi, decido googlearla antes de apagar todo.

10:33 E R R O R estoy enganchada con Roxi…

12:55  después de ver seis capítulos de Roxi ¡es mí ídolo! Quiero seguir viendo más, pero me lloran los ojos y sé que mañana necesitaré una grúa para levantarme y cincuenta tasas de café para funcionar. Cierro Internet.

12:58 pienso en AF y comienzo a escribir

1:15 Termino de escribir, no publico la entrada porque tengo que revisarla

6:30 suena el despertador

7:10 Llega Lucía a despertarme ¡¡¡es tardísimo!!!, me quedé dormida, me levanto como gas, me baño dormida, salgo histérica y apresuro a toda la familia.

8:00 todos bañados falta pegar unas cosas de la única tarea del mes que ha tenido Lucía, me achicharro con una taza de café, baja mi esposo listo para desayunar, le cedo la estafeta y subo a arreglarme.

8:10 me pinto, peino y pongo los zapatos temblando porque ya es muy tarde

8:40 me aparezco en la entrada de la escuela con cara de ya sé que llegué diez minutos tarde pero estuve resolviendo problemas tremendos, que ayudaran a salvar la humanidad, entiéndanme por favor.

9:55 el tiempo se me ha ido, no quiero esperarme hasta las 5:30 que salga del trabajo para publicar la entrada, tengo junta a las 10, me robo cinco minutos, escribo lo que me hace falta y publicó en AF.

Nota: queridas lectoras, ¡por favor, dense un tiempito para ver, al menos un programita de Roxi! Hasta donde sé es una serie argentina que se ve sólo en Internet (no estoy segura si allá si la pasan por TV) pero a mí me encantó, véanla y díganme qué opinan… las dejo, tengo que trabajar…

…les dejo el primer capítulo y el link a la página… véanla…

Nota 2: gracias Claudia por la recomendación, ahora estoy desvelada y arriesgando mi trabajo, pero feliz y enganchada a la vida de Roxi… véanla…


cj


martes, 24 de junio de 2014

Festival escolar

Hace una semana Lucía y Gamba tuvieron su festival de cierre de artes, llevaban días cantando las canciones de Pedro y el Lobo y estaban tan emocionados que a quién se dejara le actuaban y platicaban sobre su presentación.

De tanto oír a mi hija yo me aprendí las letras, los tonos y la frase que le tocaba decir en su papel de cazadora, el día del evento anticipaba con emoción la obra que ya me sabía hasta en sueños y verla jugar y emocionarse en el escenario después de tan ansiada espera.

El día de la actuación todo fue diferente, yo usualmente no lloro en sus presentaciones, al contrario, me divierto, me río y me siento la madre más orgullosa y feliz.  Pero esta vez desde que empezó la hermosa música de Sergei Prokofiev, sentí que me dolía el corazón y se me aflojaban las piernas, a los tres segundos un mar de lágrimas se me acumuló en la garganta y durante la media hora del espectáculo, lloré y lloré escondida en una esquina.

Mi llanto, luego analicé, tiene que ver más con otras cosas que con el recital de arte de Lucía. Tiene que ver más que nada con la separación y los cambios que nos esperan cuando concluya este ciclo escolar. Porque durante este año hemos aprendido a compartir un mismo espacio respetando cada una las actividades de la otra.

A veces llegamos juntas pero cada quién se va contenta a su área, Lucía a preescolar, yo a secundaria, nos vemos y abrazamos en los pasillos sin detener demasiado el tránsito de la otra, comemos juntas pero respetando nuestros tiempos y nos relacionamos con la comunidad de la otra con gracia y cariño, pero siempre conscientes del espacio ajeno. Ha sido increíble ver como Lucía construye y defiende sus espacios y cómo aprende a respetar mi trabajo y los tiempos en los que además de ser su mamá soy maestra y parte de una escuela.

Tristemente, la escuela se cerrará en julio, mi niña comenzará  en otra escuela y yo estaré desempleada hasta nuevo aviso, sé que como lo hemos hecho en otras ocasiones la vida se irá acomodando y encontraremos nuevas oportunidades y espacios que compartir, pero a veces es importante soltar el llanto cuando una etapa se acaba, cuando los ciclo que se pensaban para más tiempo duran menos de lo esperado y cuando la cazadora más simpática de toda la obra te mueve el corazón y hace que salgan todos esos sentimientos guardados. cj

Ilustración de La Abuela


martes, 17 de junio de 2014

Remedios Mágicos

Hace unos días viajamos en avión. La última vez que hicimos un viaje aéreo mi hija se mareó tan fuerte de ida, que vomitó y se sintió fatal. De regreso, para prevenir cualquier inconveniente le dimos una pastilla antimareo que funcionó durante todo el vuelo y la hizo recuperar a medias su confianza en los aviones.

Ahora en medio de la prisa (salimos en un día de escuela, después del trabajo, corriendo para no perder el avión y llegar a tiempo a la cita acordada en nuestro destino) me había olvidado por completo del mareo, el remedio y la ansiedad de Lucía respecto a los aviones.


Quince minutos antes de subir al avión, ya en la sala de espera y todavía sudando del taxi, la comida ingerida sin saborearla y las infinitas revisiones de seguridad, mi hija se volteó y con toda confianza me dijo ¿a qué hora me vas a dar mi medicina para no marearme?, por supuesto mi esposo y yo nos volteamos a ver con una expresión de confusión, terror y risa difícil de explicar, cuando le dije que no la necesitaba porque el día que se había mareado fue porque el avión se había movido más de lo normal, me volteó a ver con cara de ¿qué te pasa? Y me dijo que ella no quería marearse y sentirse mal así que prefería tomar la medicina.

Acto seguido subí corriendo a toda velocidad a una farmacia improvisada y fuera de lugar que se encontraba en la sala de espera vecina, pregunté por la medicina antimareo y con toda la calma y apatía del mal vendedor me contestaron que no les había llegado, en segundos decidí que la situación ameritaba un remedio casero o mentira piadosa, cómo quieran ustedes llamarlo.

Tomé una cajita, la pagué y al bajar de nuevo a nuestra sala, minutos antes de subir al camioncito que nos llevaría al avión, le entregué mi compra a mi esposo y le dije que discretamente sacara una pastilla mientras nosotras íbamos al baño. Fuimos y de regreso mi compañero de crimen le dio a nuestra hija una pequeña pastillita naranja. La pobre incauta la tomó, la analizó y se la metió a la boca en espera de un desagradable sabor a medicina que nunca llegó. Cuando se la terminó dijo “esa medi, hasta sabe rico”, nosotros nos volteamos a ver y preferimos ya no decir nada.


Llegamos a nuestro destino sin atisbo de mareos o malestares, de regreso la historia se repitió y el remedio funcionó de igual manera. No nos sentimos orgullosos de utilizar un Tic Tac como medicina contra el mareo, pero a veces hay que improvisar y ayudar a que ciertos miedos desaparezcan con un poquito de ayuda.
cj

Ilustración Carmen Lara



viernes, 30 de mayo de 2014

La otra versión de El Campamento



Como ya se los comentó Carol en la entrada “El campamento (parte 1)”, no sé muy bien por qué, pero a mi algunas situaciones que me deberían resultar de lo más estresantes y preocupantes, me resultan totalmente lo contrario. En parte yo creo que es una reacción normal de autodefensa, así es como funciona mi cabeza, “si no pienso en todo lo malo que le puede pasar a Gabriel durante el trayecto y ya en el campamento, voy a estar más tranquila”, y así pasó.

Tampoco creo que es una situación que merezca tantísimo desgaste de energía, seguramente algunas de nuestras lectoras pensarán que exageramos, pero lo cierto es que cada experiencia que vives por primera vez como Mamá, cada novedad, conlleva sentimientos muy fuertes y difíciles de controlar, y estoy segura que así será el resto de la vida, aunque nuestros hijos ya sean adultos independientes.

Por otra parte, además de la diferencia de formas de ser entre Carol y yo, también vivimos una situación muy diferente considerando que yo tengo otro hijo que desvía gran parte de mi atención. Esto no quiere decir que por preocuparme por uno se me olvida el otro, seguramente las mamás que tienen más de un hijo me entienden perfecto, es chistoso como funciona mi cabeza ahora. Siempre estoy pensando en los dos, pero me preocupan de manera diferente.

Lo que si sucedió la tarde en la que Gabriel se fue de campamento, como ha sucedido en otras ocasiones en las que se va con mis papás a algún lado, o que se va a jugar a casa de Carol y por ser prácticas Jerónimo se queda conmigo, cuando estamos los dos solos ya nos sentimos incompletos y hasta un poco desubicados. Es increíble como en tan poco tiempo, la estructura de la familia se acomoda de tal forma que si uno de los elementos falta, todo lo demás se desajusta.

Esa tarde traté de entretener a Jero con alguno que otro juguete, lo dejé jugar en la tina hasta que el agua estaba congelada, me esperé a que comiera lentamente su cena sin presionarlo, e inevitablemente la tarde se nos hizo eterna; incluso Jero entró dos o tres veces a buscar a Gabriel en su cuarto, y sólo se me quedaba viendo con cara de “¿qué le hiciste a mi hermano?”.

Al día siguiente, ya cerca de la hora de llegada, la ansiedad era inevitable, y yo sufría tratando de contener las lágrimas (como en todos los eventos que involucran a mis hijos, días festivos, y especialmente los que tienen música de fondo, aunque sea folclórica).

Por fin llegaron, y Gabriel, digno hijo de su madre en cuanto me vio soltó el llanto, y nos abrazamos como si no nos hubiéramos visto en un año. mj

Ilustración Carmen Lara