Sobra decir que Internet ha cambiado la forma en la que nos comunicamos con el mundo. La posibilidad del contacto a través de las redes sociales, de la escritura gracias a los blogs, de las búsquedas inmediatas, son ahora elementos esenciales en nuestro día a día.
Así las cosas no se puede dejar de lado un invento que parece magia Skype este pequeño que te permite ver y hablar con alguien a través de la pantalla. Me acuerdo que las primeras veces que lo usé me sentía ridícula y más que ver al otro veía mi reflejo (que en realidad no es un reflejo) en la pequeña ventanita de mi pantalla, intentaba arreglarme un poco, acomodarme el peinado y encontrar sin que fuera evidente para aquél que me veía del otro lado, mi mejor ángulo.
El tiempo pasó y platicar por Skype se volvió algo ordinario, como hablar por teléfono o mandar un mensaje. Lo inesperado ahora ha sido ver como Lucía, mi hija que no tiene ni dos años ha crecido con la nueva tecnología.
Como mi mamá no vive aquí casi a diario nos conectamos para platicar un rato. Mi hija le cuenta lo que ha hecho en el día, le enseña juguetes, le canta canciones y hace monería y media frente a la cámara. Mi mamá, ávida de la nieta (y el nieto porque Gambi, también participa de todo esto), les enseña todo lo que ellos quieren, recibe a través de la pantalla el café que los nietos le ofrecen, canta a todo pulmón las canciones que le piden y busca una y mil veces a Pulga (su perrita) para mostrarla frente a la cámara ante la petición de los pequeños encantos.
Las conversaciones casi siempre están salpicadas de momentos chuscos, a veces una de las dos partes no entiende a la otra y se quedan mirando en busca de explicaciones o un traductor (que casi siempre es la mamá en turno), hay días en que es tan grande el deseo de los nietos de acercarse a la abuela que babean la computadora al dar un beso o intentar la cercanía de un abrazo, en momentos de urgencia yo he llegado a “encargarle” a mi mamá a Lucía para ir al baño o bajar por algo que necesito (el encargo por supuesto consiste en explicarle a mi hija que voy a hacer, correr a la velocidad del rayo a hacer lo que quiero mientras escucho a mi mamá hablando con mi hija, que por fortuna entiende que “se queda con abuela” un poquito y no se mueve del lugar en el que está), hay veces en las que la conexión es mala y entonces la abuela se petrifica y los nietos gritan – abuela, abuela, no se ve-, o días en los que las que quieren hablar con abuela son más bien las mamás, entonces monopolizamos la pantalla y la platica y aburrimos a los niños por completo.
Hace unas semanas mi mamá y yo estábamos platicando por Skype encantadas, mientras Lucía harta de llevarnos café, enseñar monos y cantar para interrumpir la platica intentaba llamar la atención de una de las dos, cuando de plano fue demasiado, se puso frente a mi y me dijo: -mamá, apaga a abuela- ante semejante petición no pude más que apagar cordialmente a mi mamá y seguir con las actividades de la tarde. cj
Ilustración de la abuela
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