Hoy se celebra el Día Internacional de la Lengua Materna, asunto que parece poquita cosa o tema del pasado, pero que cobra una enorme relevancia al tomar consciencia de que desde que el ser humano empezó a hablar han desaparecido alrededor de 30 000 lenguas. Una perdida irreparable del pensamiento y la cultura de diversas sociedades.
¿Por qué se pierde una lengua?
Las razones son amplias y complejas, tienen que ver con la forma en la que se ha configurado el mundo y la falta de uso y transmisión de la lengua. Actualmente se considera que una lengua está en peligro de extinción cuando la hablan menos de 100 000 habitantes.
En mi opinión es también un asunto de falta de tolerancia y respeto hac ía la diversidad. Queremos que los demás hablen lo que nosotros entendemos y nos frustra y limita aquello que desconocemos.
Como mamás somos responsables del cariño que nuestros hijos sientan por el lenguaje, ellos hablaran como nosotros lo hacemos (si no me creen deténganse de vez en cuando a escuchar como estructuran frases y pongan especial atención en el tipo de palabras que utilizan). Las personas que nutren emocional y socialmente a los niños son también quienes les transmiten los cimientos del lenguaje.
No se trata de ser tratados vivientes de la lengua que hablamos, de entablar largas charlas sobre estructuras gramaticales o de planear juegos sobre sintaxis y semántica. Como suele suceder, la cuestión es mucho más simple de lo que imaginamos; se trata de hablar, de cantar, de rescatar del olvido, rimas, rondas, leyendas y tradiciones, de volver a volver a enamorarlos con la lectura de cuentos y poemas, de escucharlos y volver a pronunciar con ellos las palabras que no dicen con precisión.
Se trata como casi siempre en cuestiones de maternidad, de quererlos lo suficiente para respetar su andar por los caminos del lenguaje y ayudarlos a que aprendan a respetar y apreciar la diferencia. cj
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