Ahora si no tengo disculpa, he descuidado por completo mi participación en Ácido Fólico, pero la realidad es que esto del embarazo le ha dado un completo giro a mi vida.
Por fin empecé a sentirme normal (si eso se puede decir cuando te está creciendo la panza a la velocidad de un rayo) hace alrededor de un mes; se fueron las náuseas, el cansancio extremo, y alguno que otro achaque que todavía estaba arrastrando. Fue entonces cuando me entró nuevamente la energía y decidí ponerme a hacer cien mil cosas al mismo tiempo, lanzar mi proyecto en el que tanto había trabajado, empezar con la “remodelación” de mi casa para la llegada del nuevo integrante de la familia, analizar y aceptar una propuesta para colaborar como Asesora Independiente en un nuevo proyecto… y entonces la pila se me empezó a acabar y aparecieron las frustraciones nuevamente.
Hace un par de semanas de plano parecía que caminaba con una nube negra encima, mi hijo se enfermó de las típicas veinte cosas que afortunadamente no son graves, pero que te mantienen preocupada, desvelada, nerviosa y agotada, porque se despertaba por la noche con la nariz atiborrada de mocos, tenía ronchas en todo el cuerpo y no sabíamos exactamente porque, en fin, toda una serie de malestares que no me permitían concentrarme en otras cosas, que como era natural empecé a descuidar.
Para complementar el cuadro clínico que les describo en el párrafo anterior, la maestra de mi hijo me envió una nota diciéndome que últimamente lo notaba muy agresivo y peleonero con sus compañeros, lo que de inmediato provocó que yo hiciera una cita para tener más información al respecto. (Creo que eso de las agendas en las guarderías, que son el medio de comunicación entre Mamás y Maestras cuando los niños todavía no hablan bien, puede ser un tema interesante para otra entrada de Ácido Fólico).
Fui a la cita la semana pasada, y me tranquilicé al descubrir que la situación no era únicamente mucho menos grave de lo que yo esperaba, sino también normal para un bebé de menos de dos años que “empieza a sentir pasos en la azotea” con la llegada de un hermano menor. También me cayó el veinte (un poco con la ayuda de Carol, no voy a mentir), de que le afectó mucho que recientemente su maestra Paty, a la que quería mucho, se fue de incapacidad por maternidad, lo que le pudo causar pánico al pensar que su Mamá, que igual que ella tiene una panza grande, también se va a ir.
Todo se ha ido resolviendo poco a poco, y de igual manera yo entendí que me debo relajar y no tratar de hacer todo al mismo tiempo, o cuando menos no todo con tanto detenimiento y detalle, porque con un hijo, y próximamente con dos, es prácticamente IMPOSIBLE.
Por cierto, la última vez que escribí les comenté que apenas nos íbamos a enterar del sexo del bebé que esperamos… y pues desde hace unas tres semanas sabemos que es otro NIÑO, lo cual la verdad me tiene de lo más feliz y tranquila. No porque no me hubiera gustado tener una niña (la gente a mi alrededor me sigue diciendo “pues nunca sabes”, aunque yo estoy negada a la idea de tener un tercer bebé), pero de verdad creo que será un excelente compañero para mi hijo mayor. No necesito aclararles que para mí ha sido fundamental en la vida tener una hermana, porque ya lo saben (las hemos saturado hasta el tuétano con nuestra relación), y en cambio mi hermano menor, que era el único hombre, creció un poco más solitario y siempre tuvo la necesidad de estar rodeado de amigos para jugar y sentirse acompañado.
Sé que también tendrá sus contras, ya que el resto de mi vida estaré rodeada de hombres que pueden ser muy difíciles, pero por lo pronto me consuelo al pensar que tengo kilos de ropa guardada que finalmente podré volver a usar.
Prometo no volver a ausentarme por tanto tiempo, y créanme que para mí tampoco es fácil porque no solo extraño a las lectoras y toda esta dinámica, sino que ahora además de tener a mi Mamá y a Carol encima diciéndome que me toca escribir, tengo a mi Ginecólogo cuestionándome por qué no he contribuido a tan especial proyecto.
Ilustración: Carmen Lara