Han pasado casi dos semanas desde que terminó el ciclo escolar, un año que personalmente fue complicadísimo porque me estrené como directora de secundaria y en medio del caos del reconocimiento entre alumnos y maestros, en diciembre nos avisaron que la escuela en la que estaba cerraría sus puertas definitivamente en julio.
La experiencia sigue fresca y hay tantas cosas que aún tengo que reflexionar al respecto que no me atrevo a hacer juicios sobre el trabajo que desempeñé o si me gustaría volver a ejercer un cargo de este tipo en otra escuela.
Un día antes de la graduación y último día de clases, después de innumerables citas con papás y de padecer la presión de la SEP que exigía descaradamente que pasara a todos los alumnos, llegué a mí casa y me puse a escribir una carta que sabía que nunca enviaría, una carta que me sirvió para sacar un poco de las frustraciones y tristezas con las que me topé a lo largo del año, porque lo más difícil de cambiar son las miradas obtusas e irrespetuosas de algunos padres de familia, porque parece que vivimos en un país en el que la educación siempre será una actividad menos y que no es necesario atender.
Les comparto la carta, porque como mamá no quiero descuidar lo importante y darme cuenta demasiado tarde del tiempo y los límites que son imprescindibles para mi hija.
Me encantará saber sus piensos o experiencias al respecto.
cjLa imagen es de ISOL
Estimados Padres de
Familia,
Se acabó el ciclo escolar
y es momento de que escuchen, sí, porque los he escuchado por horas, en mi
oficina, por teléfono o a través de sus correos, también a aquellos que creen
no haber dicho nada han hablado más de lo que se imaginan con su silencio y
ausencias.
Quiero que sepan que
dirigir la secundaria de sus hijos me ha abierto los ojos más que cualquier
otra experiencia en mi vida, si antes creía en los adolescentes y me parecía
interesante trabajar con ellos, ahora sé con certeza que en la mayoría de los
casos, los chicos de secundaria son víctimas del pésimo sistema de educación
que reina en nuestro país, la desatención que viven en casa y los complejos de
eterna juventud de sus padres. En pocas palabras, víctimas del individualismo
desmedido que es el estandarte de la sociedad moderna.
A un adolescente se le
educa desde la cuna, se empieza con el cariño y los cuidados básicos y se
continúa con el respeto esencial que todo ser humano debe brindarle a otra
persona, se refuerzan una y otra vez las palabras de cortesía, las formas que
parecen de otra época y ahora hacen tanta falta. A un adolescente se le enseña
a amar el conocimiento desde casa, con el ejemplo el respeto a sus inquietudes
y el dialogo constante.
La adolescencia es un
momento para crecer y asumir una postura frente al mundo, este proceso es
doloroso y está lleno de dudas y momentos de ambivalencia, duele crecer, dejar
la infancia y hacerse responsable de las decisiones que se toman, pero duele
más el abandono. Ese abandono que muchos de ustedes esconden bajo la alfombra e
ignoran cuando lo ven en las calificaciones, la falta de comunicación con sus
hijos y la perdida del respeto entre generaciones.
Discúlpenme que se los
diga pero a la escuela no le toca educar en todo lo que a ustedes no les
interesa ser consistentes, los maestros no pueden reconstruir aquello que
durante 13, 14 o 15 años se ha marchitado sin tregua. Los maestros somos
personas curiosas e interesadas en el desarrollo integral de sus hijos, un
desarrollo que creemos ya avanzado cuando llegan a nuestras aulas.
No sé en qué momento nos
volvimos sus empleados, cuál fue el enormísimo error que cometió nuestra
sociedad para criar adolescentes tiranos, niños en transición que nos truenan
los dedos, vociferan un lenguaje lleno de insultos y al final del día lloran en
un rincón porque no saben resolver una multiplicación. No sé qué los hace
sentir a ustedes, papás y mamás, seres tan superiores a nosotros que acuden a
nuestros salones a amenazarnos, culparnos del desempeño de sus hijos y echarnos
en cara problemas que les tocaría resolver a ustedes.
En este tiempo aprendí que
las relaciones con los hijos o se nutren a diario o se extinguen, no podemos
ser padres y madres en los tiempos libres, la infancia se va demasiado rápido y
hay muchos estímulos externos que luchan por quitarnos la responsabilidad de
educar a nuestros hijos.
Como mamá, maestra y ex
directora de secundaria, les pido que abran los ojos, que se tomen el tiempo
necesario para atender a los jóvenes, que resanen las relaciones gastadas e
intenten educar desde lo más importante. Los jóvenes de secundaria necesitan
límites, juegan a ser mayores con el deseo inconsciente de que poco a poco se
les marquen las reglas del mundo adulto, respetar la adolescencia no significa
desaparecer del campo de visión de los jóvenes, es estar desde una distancia
prudente pero constante, que ellos sepan que no están solos que aprendan a
asumir sus errores y también a pedir ayuda.
Al final del día las calificaciones
van y vienen, su rabia ante las reprobadas esconde muchas otras frustraciones
que no deben descargar en mí o en los maestros, porque nosotros somos
pasajeros, co-responsables por un rato del crecimiento y desarrollo de sus
hijos pero nunca tendremos el lugar que tienen ustedes, estimados padres de
familia.
cj