Las cosas no van bien en el país y los
adultos lo sabemos y nos tragamos a sorbos o sin paladear todo aquello que nos
repugna y asusta: la violencia desmedida, la burocracia, la ineptitud de los
gobernantes, la censura, el desempleo y un cúmulo de situaciones que parecen
estar sacadas de películas de terror y no de la vida cotidiana. Es terrible
pero nos hemos acostumbrado a vivir entre estos temas, a sonreír a pesar de las
ausencias e injusticias y a intentar concebir nuevos proyectos e ideas aunque
parezca que no tienen cabida.
Nos hemos acostumbrado a tal grado al
malestar en el que vivimos que en el día a día se nos han olvidado los niños,
saturados de imágenes violentas, de charlas de café que tienen que ver con
gente que desaparece y estudiantes que matan, con periodistas amenazados y
mujeres violentadas solo por ser mujeres. Hace un par de semanas Yolanda Reyes,
una gran escritora colombiana que trabaja de forma incansable por la infancia
publicó un articulo titulado "Los niños tienen orejas" en su texto habla sobre
el trabajo que nos cuesta platicar con los pequeños sobre realidades de dolor y
violencia.
Después de leer el articulo recordé que
días antes Lucía mi hija de cinco años en medio de un desayuno familiar, soltó
una frase apenas audible que en el momento me sorprendió, “oídos atentos” lo
dijo como cantando, viéndome a los ojos y sin preguntar nada, luego se fue a
jugar y el momento pasó tan rápido como había llegado, yo me quede pensando
sobre la platica que en esa mañana había abordado las noticias de la semana y
no encontré nada especial o alarmante para relacionarlo con las palabras de mi
hija.
Luego llegó el articulo de Yolanda y
pensé que tenía que rescatar lo sucedido así que ese día mientras comíamos le
pregunté a Lucía sobre aquél “oídos atentos” que había soltado como un
murmullo, pensé que tal vez no se acordaba pero en cuanto lo mencioné dejo la
cuchara y comenzó a columpiarse en su silla y me dijo que lo había dicho porque
estaba oyendo lo que platicábamos, ¿y qué platicábamos? Le pregunté
sorprendida, su respuesta fue concisa pero tajante –de los muertos-. Cuando la
escuché sentí que se me iba la fuerza, entonces vi que ella había dejado su
silla y se encontraba pegada a la mía esperando que le dijera algo, solo pude
decirle que a veces los adultos comentamos cosas que pasan sin explicarlas o
aclararlas a los niños, le dije que siempre podía preguntarme sobre cualquier
cosa que escuchara y que yo trataría de que lo entendiéramos juntas, entonces
me abrazo se subió a mis piernas y se puso a llorar durante un ratito, en medio del llanto me dijo –mami, es
que me da miedo-
A mí también me da miedo, me da pavor
que le pase algo a ella, que le toque este país que cada día se pone peor, que
la sangre ajena se vuelva moneda corriente y que se nos olvide atender el miedo
y la mirada de los otros. Por eso intento escribir y compartir esto que
seguramente muchos ya han vivido porque como cuenta Yolanda los niños tienen
orejas y ojos y un cerebro que intuye y sabe más de lo que queremos reconocer.
Nos leemos,
cj
La ilustración es de el cuento "Orejas de Mariposa" de Luisa Aguilar y André Neves de editorial Kalandraka