jueves, 16 de agosto de 2012

El esperado nacimiento




Pues tal como lo prometí, aquí estoy otra vez haciéndome un tiempito para escribir y compartir las novedades de mi ajetreada vida.
La última vez que escribí (antes de la entrada del martes pasado, que no era más que un recordatorio de nuestra existencia), estaba en la semana 35 de mi embarazo, y aunque me proponía escribir una reseña de las últimas 5 semanas, creo que mejor voy a omitirla porque en este momento solo me acuerdo del cansancio, la impotencia de no poder hacer muchas cosas, y de uno que otro día triste por ver a mi hijo mayor alejarse un poco de mi al no sentirse tan atendido como antes.
De ninguna manera es mi intención, desalentar a aquellas mamás que planean o esperan ya a un segundo hijo, al contrario, la verdad es que yo estoy feliz ahora que siento a mi familia completa (porque eso sí, de un tercer hijo ni hablar, al menos no en un futuro cercano), pero creo que es sano aceptar y compartir que hay momentos muy complicados, en los que sientes que se te viene el mundo encima y que ya no sabes ni para donde hacerte.
En fin, después de esta eterna introducción, que como siempre es más mi afán por justificar esos sentimientos encontrados que a veces quisiéramos ignorar, les cuento cómo fue la llegada de Jerónimo a este mundo.
Estaba ya en la semana 40 de gestación, había visitado regularmente a mi ginecólogo quien ya me había hecho dos de los incomodísimos tactos vaginales, y el bebé ni sus luces... de alguna manera se repetía la historia de mi primer parto, en el que después de casi 24 horas de contracciones, sólo logré dilatar un centímetro y no hubo más remedio que hacerme la (de pronto tan polémica) cesárea.
Creo que hasta ahora no les he compartido mi experiencia con el nacimiento de mi primer hijo, que en su momento me causó mucha frustración porque después de mi curso psicoprofiláctico, yo estaba empecinada con tener un parto natural, y después de cómo sucedieron las cosas sentía que de alguna manera había "fracasado", por ponerlo de una manera súper dramática como suelo expresarme.
El hecho es que Jerónimo ya estaba listo para nacer, mi doctor fue muy directo con nosotros y nos explicó que con el antecedente de mi primer parto y dadas las circunstancias, le parecía difícil que esta vez pudiera tener un parto natural (ojo: no imposible, esa decisión la tomamos mi esposo y yo, porque luego nos encanta satanizar a los doctores); decidimos esperar hasta cumplir las cuarenta semanas, y finalmente al no sentir ninguna manifestación, me operaron el Jueves 28 de Junio.
Siendo muy honesta, eso de llegar en tus cinco sentidos caminando al quirófano es verdaderamente aterrador, y más para una persona como yo que soy coyonsísima cuando se trata de hospitales, doctores, jeringas y demás parafernalia médica. Cuando mi esposo y yo llegamos a la administración a registrarme yo ya estaba temblando, y cuando llegó un enfermero con la silla de ruedas para llevarme a la "preparación", o no me acuerdo bien que otro término halloweenesco utilizó, yo de plano empecé a llorar como magdalena.
Me llevaron a un cuartito para que me encuerara y me pusiera una de esas batas como de loco con un diseño súper fashion, la enfermera me vio tan angustiada que me empezó a platicar de otras cosas para distraerme, pero yo sólo pensaba en mi hijo mayor, en qué iba a ser de él si algo me pasaba en la operación (insisto, yo vivo para el drama).
Finalmente llegue al quirófano con mis converse medio puestos (pisando el talón) y sin calcetines, y ahí ya de plano no me quedó de otra más que dejarme llevar y oír al personal médico hablando de mi como si yo no estuviera (que supongo que es común).
Primero llegó el anestesiólogo, y entre chacoteos con las enfermeras ni sentí cuando me puso la epidural, o cuando menos no sentí dolor que ya es una ventaja; después llegó mi doctor, que en todo momento trató de mantenerme tranquila, y finalmente llegó mi esposo que me pareció guapísimo con su trajesito de dr. de grey's anatomy (o alomejor eran las drogas surtiendo sus efectos).
Me parece increíble la forma en la que trabaja la anestesia en el cuerpo humano, y que a pesar de que te están cortando y moviendo no sientes dolor en ningún momento. Me acuerdo que yo no dejé de llorar un instante, pero ya eran más lágrimas de emoción que de otra cosa, y cuando por fin salió Jerónimo a las 10:02 am y me dijeron que estaba perfecto, solté el llanto y el cuerpo y me sentí nuevamente la mamá más feliz del planeta. mj

martes, 14 de agosto de 2012

Regresamos con todo...


Pues después de seis semanas de vivir por segunda vez la alegría de ser mamá, al fin tengo un ratito para escribir en este espacio que tanto he extrañado.
Y es que las cosas no han sido fáciles, con la llegada de mi hijo Jerónimo sufrí algunas complicaciones médicas, y eso de tener dos hijos tampoco es pan comido, pero tengo tanto que platicarles que tendré que dividirlo por temas para no saturarlas.
Por lo pronto me interesa decirles que aquí seguimos, tanto Carol como yo, con las mismas ganas de ser leídas y de compartir nuestras experiencias como mamás.
Les dejo una foto de mi angelito para que lo conozcan, y también para que después me comprendan cuando les platico que se me cae la baba y que lo estoy disfrutando como si fuera la primera vez. mj